La comedia de terror siempre suele ser una cosa controvertida: parece que hacer humor y satirizar con este género no suele ser una cosa fácil, y, a veces, la sátira cae de manera descarnada en el ridículo (ahí tenemos la progresiva degeneración de los Scary Movie y demás parodias delirantes). Sin embargo, hay veces que se encuentra el punto justo de comedia. Para ello, hay que empezar riéndose de uno mismo y no del trabajo del resto.
Los directores neerlandeses Martijn Smiths y Erwin van den Deshof lo tenían muy claro, y al estilo de esa fantástica película de culto que es Zombies Party decidieron hilvanar su propia comedia romántica ambientada en un apocalipsis ‹zombie›. El resultado es una hora y media de carcajadas gracias a unos personajes histriónicos y exagerados hasta la máxima potencia y un humor negro que se ríe de las estructuras clásicas del género.
Aziz es un currito medio enamorado de una chica despampanante de su oficina. Por un malentendido, una noche acabará en comisaria junto a su hermano, Mo, y un par de adolescentes negros raperos, Jeffrey y Nolan. A la mañana siguiente, descubrirán que una estación espacial rusa se ha estrellado en la oficina de Aziz, en el centro de Ámsterdam, y los zombis lo invaden todo. Estos cuatro personajes junto a la bella agente Kim (Gigi Ravelli) deberán tratar huir de la horda ‹zombie› y llegar a la zona segura. Pero Aziz no puede dejar a su chica soñada abandonada a los muertos vivientes.
Efectivamente, la profundidad argumental no llega al nivel de un charco, pero ese no es su objetivo en ningún momento. Tampoco es el de aterrorizar, como nos demuestran los grandes fluidos de sangre verde y el escaso maquillaje de unos no muertos que provocan más hilaridad que otra cosa. El fin último del film es hacer que nos riamos y pasemos un buen rato. Y ahí domina como quiere gracias a la frescura de su guión.
Tienen que ver también los actores, que hacen una especie de parodia de si mismos. Cuando les vemos en los momentos que deberían ser épicos (como cuando se están armando, o a la hora de luchar) escenas como las luchas de Nolan con las manos atrapadas en bolas de bolos o ese Jeffrey subiendo eternamente las escaleras con una ametralladora pesada al cuello son tan grotescas que no podremos por menos de reírnos. Y eso por no hablar del personaje de Mo en sí mismo, pues cuando está en pantalla es casi un gag en sí mismo. Asimismo, todos los secundarios cumplen muy bien su papel.
Y en el fondo, no hay más. Parodias por todos los lados. Parodias de los juegos de lucha, del cine de terror, de las peleas épicas, de las comedias románticas. Risas a costa de las armas, los vicios humanos, las diferentes naciones, el concepto del amor. Burlas respecto a los clásicos de la gran pantalla (¿Cuántas veces habremos visto remakes de la famosa escena de Armageddon?)
Obviamente, es un largometraje que solo disfrutarán aquellos que vayan al cine a despejarse un rato y a reírse, a los que no les importe el humor tonto. Zombibi no hace una comedia especialmente inteligente o lúcida. No obstante, su frescura y su dinamismo, además de su relación calidad/presupuesto, hacen que merezca pena su visionado aunque solo sea para aliviar las tensiones del día a día. La simpleza, a veces, llega al corazón.