A la sombra de aquella sorpresa que supuso Kirikú y la bruja (Kirikou et la sorcière, 1998, Michel Ocelot) parecía que nos encontrábamos ante el proyecto de los cineastas Rémi Bezaçon (conocido por otras películas no animadas como El primer día del resto de tu vida, 2008) y Jean-Christophe Lie (este sí que tiene trabajos enfocados a la animación exclusivamente). Y si bien es cierto que ambas mantienen un protagonista más o menos parecido, con un trasfondo con ciertas similitudes y algún otro detalle (sí, vale, el niño es negro, africano y se embarca en un viaje) acaban por parecer muy diferentes en cuanto a intención y tono, resultando ganadora la cinta de Ocelot si las comparamos.
Zarafa no es una mala película, y tiene un puñado de detalles bastante interesantes, pero tras un prometedor inicio la cinta se va desinflando de manera alarmante, sobre todo una vez llegado a París, donde parece que las ideas se desvanecen de golpe y todo funciona a base de lugares comunes. Y es una lástima, porque como decía, el principio es maravilloso.
La historia del viaje que hacen Maki, el protagonista, y sus amigos, de Alejandría a París para llevarle al rey de Francia un Jirafa para solicitar ayuda militar contra los otomanos, se sigue siempre sin perder el interés, pero en un buen puñado de momentos se ha de admitir que tampoco se sigue con pasión la historia. La road movie queda desdibujada por varios factores que torpedean en más de una ocasión la cinta, donde destacaría el refrito que han conseguido crear entre el concepto clásico de película infantil y la idea, más apasionante, que dice que una cinta de animación puede ser para todos los públicos sin tener miedo a resultar adulta. Precisamente, en esa mezcla explosiva, Kirikú consiguió salir airosa, pero en Zarafa no ocurre lo mismo.
Partiendo de una historia más adulta, con ciertos elementos interesantes, al final se queda atrapada en esos dos mundos que intenta unir y no acaba por ser ninguna de las dos cosas. Los momentos cómicos están metidos con calzador, se nota lo poco natural y forzado que quedan, mientras las ideas adultas terminan por desaparecer, sólo reluciendo en algunos momentos dramáticos puntuales (fueron muchos los niños durante el pase de prensa que estaban presentes, algunos de los cuales lloraron ante hechos que es mejor no revelar, pero más que un fallo de tono de la película, yo culpo a la mierda de cine y series que se hace para los pequeños de la casa hoy en día. A ver, aquí un servidor vio como Piesito y Bambi perdieron a sus madres, el Rey León a su padre y un sin fin de momentos dramáticos parecidos. Estamos idiotizando a los chavales. Son carne de Tele 5).
No es que quiera sólo destacar lo malo de la cinta, pero da bastante rabia constatar que con elementos que tenían entre las manos podrían haber logrado una película mejor, pero poco a poco se va desperdiciando el material. ¿Estamos, entonces, ante una mala cinta? No en absoluto, hay varios motivos para salvarla y darle una oportunidad.
En primer lugar destaca su humanismo, como no podía ser de otra manera, que desprende por los cuatro costados el film. Tampoco hay que dejar de mencionar a un puñado de personajes todos ellos maravillosos, descritos de manera sencilla y simple pero igualmente bien perfilados y que no se olvidan pronto, como Hassan, el rey del desierto que mantiene una peculiar relación paterno-filial con Maki pero a la vez se enfrentan por el destino de la jirafa amiga de Maki, o la pirata Bouboulina, que de entrada parece una mujer que lo único que busca es oro para luego revelarse con un rostro mucho más amable. Sí, los pequeños contrastes le sientan de maravilla a los personajes de la película. Por todo esto y como se suele decir tirando de despreciables tópicos, “no aburrirá ni a pequeños ni mayores”. Pero sí, insisto, los primeros 20 minutos se van apuntalando ideas y situaciones que enriquecen la historia que se nos cuenta para luego perder protagonismo centrándonos en esa relación entre nuestro héroe y su amiga la jirafa u otros personajes con los que interactúa.
Y a pesar de esas vistas y presentaciones de lugares tan bien definidos, como el desierto donde Maki se pierde, uno tiene la extraña sensación de que el viaje dura poco, demasiado poco.
A los niños les va a gustar. Quédense con eso a la hora de elegir o no la cinta. Pero les advierto que eso no tiene mérito.