Para los que no tenemos ni idea de lo que se cuece en el mundo de la moda, resulta casi imposible analizar qué tendencias son buenas y cuáles pueden ser prescindibles. Lo que nos parece una horterada puede ser calificado como una revolución para los críticos de la moda y lo que creemos que es un conjunto loable y apto para salir a la calle, para ellos puede suponer algo aburrido y pasable. Éste es uno de los motivos por el que los amantes de tal disciplina no dudan en calificarla como un arte, poniendo en un pedestal a aquellos modistos que, diseñando una línea de ropa fresca e innovadora, rompen con las convenciones sociales y dejan con la boca abierta a los apasionados del mundillo. Uno de estas figuras no podía ser otra que Yves Saint Laurent, diseñador francés nacido en Argelia que durante el pasado Siglo XX se alzó como una de las principales cabezas visibles del sector.
Pues bien, de la mano del realizador francés Jalil Lespert (más conocido por su faceta de actor, ya que como director sólo ha dirigido 24 mesures y Des vents contraires) y con el apoyo de la firma, llega Yves Saint Laurent, un biopic sobre la vida personal y profesional del galo (fallecido en 2008) desde su contratación por Dior hasta la consolidación de su firma de costura propia y sus problemas con el alcohol y las drogas. El actor que tiene la responsabilidad de encarnar a tal personaje es Pierre Niney, joven intérprete que hasta entonces no tenía demasiado rodaje (quizá 20 años no importan sea la película más conocida por aquí con él de protagonista).
Como decimos, el comienzo de la película muestra a un Yves joven, muy modesto y tímido, que está dando sus primeros pasos en la moda aunque ya es el orgullo de su familia tras fichar por Dior. Aquí ya observamos uno de los temas que será de vital importancia en la obra: la homosexualidad del protagonista. Lo cierto es que estos primeros minutos no están nada mal, aporta un enfoque interesante a la película y deja entrever un buen papel por parte de Niney.
Los problemas empiezan cuando Yves conoce al que será una de las personas más importantes en su vida, el mecenas Pierre Bergé, a la postre cofundador de la marca Yves Saint Laurent y amante del modisto. Como es evidente, la propia transformación del protagonista conlleva un cambio de escenario en la película. Comienza la decadencia personal a la vez que su vida profesional cotiza al alza. Sin embargo, nos encontramos aquí con uno de los problemas más básicos del filme. Los personajes apenas registran evoluciones serias en el plano psicológico. La buena (sin llegar a ser sensacional) actuación de Niney es lo único que deja cierta sensación de que la trama avanza, ya que por parte del guión no parece haber lugar a demasiadas sorpresas (y eso que en los créditos figuran hasta cuatro guionistas). Esto se nota perfectamente con cada elipsis que se produce en la película, que no son pocas. Hay que estar atento para cazar el letrero que nos indica el año en que nos encontramos, porque si atendiéramos sólo a la descripción de los personajes la verdad es que sería demasiado fácil confundirse.
La película funciona demasiado a tirones, apenas hay continuidad entre escena y escena, pese a que por sí mismas pueden resultar convincentes. De hecho, salvando tres o cuatro excepciones, la obra de Lespert casi realiza una división entre la vida personal y la profesional de Yves, ya que no suelen coincidir ambas esferas en una misma situación en pantalla. Tal descontrol narrativo provoca que Yves Saint Laurent no termine de enganchar en ningún momento, ya que ni realiza un retrato firme del personaje para que pueda permanecer en la memoria ni tiene fuerza dramática como para despertar suficiente interés en el espectador. Veremos a ver si el otro biopic sobre el modisto que se realiza este año, dirigido por Bertrand Bonello (Casa de tolerancia) y sin el beneplácito de Pierre Bergé, tiene más suerte.