Que Yorgos Lanthimos es un director fascinado por las dinámicas del poder parece a estas alturas una obviedad, a tenor del estreno de La favorita. Es un tema que ya abordó en Canino y que volvió a tratar en su tercer largometraje, Alps, en el que nuevamente encontramos a gente sometida y a gente ejerciendo su autoridad. Asimismo, este marco de opresión-sumisión permite vislumbrar la habilidad de su creador para diseñar universos dramáticos perfectamente coherentes dentro de su muy particular (y cruel) idiosincrasia, parcelas de una realidad alternativa en la que las relaciones humanas, viciadas por diferentes apetitos y necesidades, se enturbian hasta alcanzar puntos críticos en los que la desesperación resulta patente, forzando a los personajes a asomarse al abismo de su propia alienación. Todo esto, que suena casi a película de terror y que en el fondo lo es, Lanthimos realmente lo plantea como un divertimento cínico y cerebral, en el que quizás haya que poner parcialmente en suspensión la incredulidad para poder disfrutar del grotesco espectáculo, pero cuyo sentido último debe buscarse más en su ánimo metafórico que en una presunta pretensión de verosimilitud que realmente nunca se le exige. Es en este plano y en esta posición, en la que el espectador debe haber asumido y comprendido las normas del juego propuesto, donde Alps alcanza su mayor poder de fascinación, arrastrándonos en su turbio despliegue de voluntades sometidas y personalidades en tránsito.
La trama, que se inicia en un punto cero de desconcierto total igual que sucedía en Canino, se adhiere a dos necesidades: la de las personas en duelo impelidas a paliar la ausencia de un ser querido con una figura de sustitución (idea ya presente en Familia, de León de Aranoa) y la de aquellos que, en la búsqueda de satisfacción de esta necesidad, hallan una vía para asumir una personalidad ajena y, en consecuencia, poder compensar así determinadas carencias que constriñen a su yo natural, especialmente una necesidad de afecto que acaba resultando palpable en el personaje de la protagonista (interpretada, con una mezcla fascinante de frialdad y fragilidad, por Angeliki Papoulia, actriz fetiche de Lanthimos). La idea es sumamente inquietante, al ilustrar cómo ambos anhelos antinaturales (pero comprensibles) adquieren matices siniestros, transmutando momentos de felicidad pretérita en farsas automatizadas, y conduciendo ese deseo de canibalizar la existencia ajena en una refinada ceremonia de la sumisión. Las derivas de poder que se desarrollan dentro del núcleo de estos comerciantes de emociones, supervisados por una figura despótica que sirve de demiurgo de tan hermético universo, añaden matices sórdidos a una ficción que se las apaña para encontrar detalles reveladores sobre la condición humana en el centro de un teatrillo del absurdo que podía haberse quedado en eso, en mero teatro.
Comedia que maldita la gracia, pero comedia al fin y al cabo, con su humor soterrado y alucinado tiñéndolo todo, y al mismo tiempo con un peso dramático que se siente real, que hiere en la forma en que aboca a sus personajes a un punto de resistencia psicológica difícilmente tolerable, Alps constituye un hipnótico y estimulante artefacto fílmico, tan apegado al estilo clínico de su autor como a su particular obsesión por el estudio de la personalidad en un entorno desnaturalizado, bien por la incidencia transformadora y vírica del lenguaje, bien por entender la realidad como simulacro por cuyo desagüe se escapa, poco a poco, todo resquicio de lo que originalmente fuimos. Tal vez pueda reprocharse que su eficacia e impacto resulten menos contundentes que en Canino, la cinta que lo encumbró a nivel internacional, o sencillamente que siga patrones estilísticos y narrativos muy similares; aun prefiriendo aquella, la calidad enfermiza y enigmática de esta rara película destaca en un panorama usualmente adocenado, poco dispuesto a desafiar y poner a prueba las expectativas del espectador. Sólo por eso, Alps ya merecería incluirse entre las películas más atractivas y diferentes que ha dado el cine europeo en los últimos años.