Un Supermán sin rizo, un Spiderman sin telarañas, un Batman sin dinero… un superhéroe sin carisma sigue siendo un hombre especial al que seguir de cerca, porque aunque los súper poderes sean indomables y las hazañas casuales, el espectáculo siempre está asegurado.
Aunque la mayoría cuando piensa en Yeon Sang-ho sólo puede ver un tren lleno de “zombies-pescadito”, el director, que hasta Tren a Busan se había entregado en plenitud a la animación (con magníficos resultados) ha intentado llevar su imaginería a la acción real consiguiendo la plena atención del público. Películas activas, carismáticas, que van de los sucesos más excesivos y vívidos (con muertos hiperactivos también se puede) a las escenas con pianito sonando de fondo capaces de captar nuestra atención más emocional. Es posible que quieras aceptar todo lo que vende, pero sin duda te va a enganchar hasta el final para pasar un buen rato.
En medio de su saga zombie (ya va por la tercera con la llegada a cines de Peninsula) encontramos un acercamiento a un género poco explotado en Corea del sur, los superhéroes, que Yeon Sang-ho ha sabido llevar con pericia a su propio terreno. Para ello nos dice abiertamente que las casualidades existen y consigue que un tipo cualquiera, un perdedor más con mucho de lo que avergonzarse, puede ser el héroe físico y social que el pueblo llano necesitaba.
Con momentos divertidos, mucha exageración, y pianitos interiorizados tras el tupido velo de la injusticia social y la familia, Psychokinesis es la respuesta irreverente a los grandes héroes de otro mundo que pueblan ahora nuestros cines. Así demuestra que un mínimo presupuesto y una gran imaginación es más que suficiente para subrayar la palabra Entretenimiento.
Su protagonista, el tipo patético con cierto ángel, es el que nos atrapa con un aumento degenerativo de muecas y aspavientos que van delimitando su potencial, uno que llega de la nada y que no pierde el tiempo en malgastar. Como todo tiene un objetivo (en la vida y en el cine), este pequeño regalo de la naturaleza tiene una utilidad explosiva para el bien común al introducirnos en el mundo de los desamparados por las grandes mafias inmobiliarias y los pequeños roces familiares. A base de contraponer el bien para la comunidad y las escenas distendidas, Psychokinesis (sí, el tipo tiene poderes telequinéticos) nos seduce con la habitual gracia del cine sudcoreano para la comedia —buenos torpes, malos caricaturizados, polis ineptos—, sin perder esa chispa de mala leche que irradiaban las películas de animación para adultos del director. Porque a las bravas, Sang-ho era capaz de engancharnos a la pantalla, pero cuando se pone liviano, no disipa nuestro interés.
La película no pierde la oportunidad de ponerse espectacular y tiene un último tramo donde la acción prevalece sobre las buenas intenciones, y cuando el superhéroe de marca blanca saca todo su potencial a relucir nos permite disfrutar de un exceso de croma y digitalización en el que apoyarse para que la batalla campal entre los damnificados y los agresores recupere la esencia que tanto gustó en su Train to Busan, con el aliciente de no estar luchando por la vida contra los infectados, sino dando forma a una lección moral sobre injusticias burocráticas.
Ligera, rápida y entretenida. No parecen los adjetivos que más le peguen a Yeon Sang-ho, pero sí son más que válidos para una película de superhéroes que sigue sus propias normas, sin importar tanto las virtudes adquiridas por el tipo olvidable como esos momentos en los que parece que va a ganar lo emocional y rompe con mucho estilo la magia para convencer hasta a los más irredentos. Porque la diversión, con tropelías mafiosas y golpes invisibles, es siempre mucho mejor.