El ‹giallo› parece haber recobrado sensaciones tras unas últimas décadas donde sólo había sobrevivido en el cine de un Dario Argento ya muy menor (El arte de matar, Insomnio), y en el formato de cortometraje por quienes lo rescataron el año 2009, y es que Hélène Cattet y Bruno Forzani realizaron un gran ejercicio que no pasó desapercibido con su Amer. Precisamente en el formato de corto, y tras una resurrección que ha traído otras cintas como Tulpa o Red Nights, Ryan Haysom llega con su tercer trabajo en ese terreno para continuar explorando posibilidades en un género que nunca se debió desvanecer, pese a ser lo lógico con el paso de las décadas y lo cambiante de una cinematografía en la que todavía estaba por venir la post-modernidad.
Explorando, precisamente, es como un inspirado Ryan Haysom logra dar en Yellow con la tecla adecuada, y es que mantiene ese estilo que siempre caracterizó el ‹giallo› como género, donde el color tenía un determinante papel en la composición y se complementaba en un gusto por lo escabroso al que el cineasta afianzado en Alemania sabe dar forma bebiendo de unos códigos mucho más actuales; ello se puede entrever tanto en un tratamiento del color muy natural cuando nos encontramos en una secuencia de ámbito realista, como en un dinamismo más patente al enlazar visualmente cada secuencia con la siguiente. No significa esto que abandone aquellos chillones filtros con los que Italia consiguió marcar a toda una generación (y ya no sólo de espectadores, también de cineastas), pero los raciona con un sentido estético más acorde con la era cinematográfica que vivimos actualmente.
Más allá de todas esas virtudes en la faceta visual y estética de Yellow, Haysom también deja otros puntos de interés en una obra que no pasará inadvertida para los amantes del género. En primer lugar, está ese protagonista al que reconocemos enseguida como perseguidor de uno de esos asesinos de guantes negros y toscas maneras, pero al que se atribuye una peculiaridad que no solía ser la norma dentro del género, pues si bien lo habitual era encontrarse ante esa clásica figura de un investigador improvisado (aquí no conocemos con exactitud la naturaleza de esa investigación/persecución) con el que empatizar en cierto modo, en Yellow probablemente el perseguidor sea más aterrador incluso que el propio asesino.
De aspecto desaliñado, enormes gafas y acartonada gabardina, ese personaje que empieza recibiendo una llamada que retumbará en la cabeza del espectador (cuyo texto, principalmente, reza un perturbador «You Need Me» como si el asesino fuese una parte complementaria del protagonista), terminará dando pie a distintas lecturas en una de esas conclusiones donde el director no tiene reparos en acogerse a la faceta más truculenta de un estilo que, por encima de la experimental Amer, cobra aquí forma en una de las mejores aportaciones de los últimos años, todo ello sin olvidar una magnética banda sonora que abandona aquel rock progresivo setentero para moverse entre sonidos electrónicos que dotan a Yellow de la atmósfera adecuada para acompañar esas imágenes que siempre perduraron en la memoria de los aficionados a un cine que, ahora más que nunca, demuestra ser inmortal.
Larga vida a la nueva carne.
plas plas plas plas plas plas. Tengo ganas de que veas Tulpa. A todos los presentes, de variado pelaje, nos gustó. Esto incluye ajenos al cine de terror, fans del gore, espectadores sin pretensiones y a un servidor, fan del subgénero. Y luego no he encontrado ni una crítica buena. ¿Fiebre de Sitges Noche? Hablé un poco el director y todo