Una Odisea posmoderna, Xenia
Xenia es una de esas películas que tienen la peculiar cualidad de no sólo saber ser críticas con la realidad social que envuelve el momento en el que fueron concebidas, sino también iluminar los caminos a través de los cuales se pueden transitar dichos momentos con dignidad. Su director, Panos H. Koutras, firma con Xenia su cuarta película y se convierte con ella en uno de los jóvenes directores del cine griego, junto con Yorgos Lanthimos (Canino, Alps), entre otros, en desafiar la realidad que la troika ha impuesto a la sociedad griega con su cine personal y subversivo.
Xenia nos brinda la historia de dos hermanos, Danny y Odysseas, que acaban de perder a su madre de origen albanés y se encuentran en la tesitura de emprender un largo viaje para encontrar a su padre ya que carecen de recursos y papeles de nacionalidad griega. Koutras nos presenta a estos dos adolescentes con los clásicos atributos de los héroes griegos: fuerza, inteligencia, energía… los personajes sobrellevan su situación límite arrojándose a sus sueños y pasiones, cabalgando la tristeza y la ira con humor.
De este modo, los hermanos no sólo aprenden a reconciliarse con su pasado sino también a sobrevivir al entorno hostil que encarna hoy la ciudad de Atenas. Danny es un quinceañero homosexual que se expone abiertamente y que por lo tanto corre el peligro de ser atacado por las bandas neonazis que ejercen su violencia contra todo aquel que no sea griego, heterosexual o que confronte su ideología. Odysseas cumplirá dieciocho años a lo largo de la película y su viaje empieza con un dilema vital: seguir con la vida precaria y anodina que le ofrece Atenas, con un trabajo como empleado de un puesto de comida para llevar o lanzarse a conseguir su sueño de ser cantante.
La fuerza y la energía son las constantes de ambos, el motor que les hace sortear los múltiples obstáculos que encuentran a lo largo de su odisea. Danny tendrá que abandonar de una vez por todas el mundo de la inocencia y la fantasía infantil, ejemplificado en la película en un conejo blanco de peluche que Danny lleva a todas partes. Sin embargo, aunque en cierto modo cede y se abre a una nueva etapa en la que el mundo onírico pierde parte de su relevancia, mantiene su rebeldía contra la realidad intacta, aprendiendo a lidiar con el mundo real y el de la fantasía, llevando un balance que le permitirá ser crítico con la realidad que le circunda y usar la imaginación como arma contra ella, rechazando con este gesto el pensamiento unidimensional y abriéndose al utópico. Por su parte, Odysseas, aunque parece más firmemente anclado a la realidad y carece del mundo fantástico de Danny, tampoco se resigna a su condición de albanés sin papeles que debe conformarse con un trabajo precario. Odysseas en calidad de hermano mayor protege a Danny lo que le obliga a ser más cauto, pero también posee un carácter explosivo y pasional que le lleva a empeñarse con el mismo arrojo que su hermano menor en su sueños imposibles.
Hay que destacar la sensibilidad ‹queer› que imprime Koutras a la película haciendo que uno de los personajes de la película sea la musa gay Patty Pravo, adorada por la madre de Danny y Odysseas y también por ellos y cuya música sirve en muchos momentos como nexo de unión de los hermanos y evocación de su madre. Más allá de la propia presencia de Danny y de mostrar las consecuencias peligrosas que tiene hoy en día vivir abiertamente la sexualidad en Grecia con este auge neofascista, Koutras nos presenta también un modelo de masculinidad heterosexual diferente al hacer bailar con absoluta entrega a Odysseas, por lo demás, serio, fuerte y más maduro que Danny, canciones de Raffaella Carrà o la propia Patty Pravo, haciendo patente con este gesto el poder subversivo y deconstructor de identidades que a veces entraña la cultura popular mas ‹kitsch›.