Si estamos por la labor de retratar experiencias 100% Sitges, esperamos que el momento Dupieux se convierta en una parada obligatoria en próximas ediciones. Para mí ya lo es. Hace dos años lo inauguré con Rubber, su particular visión sobre una rueda atormentada que mataba gente (y todo lo demás), una explosión pública de jovialidad por parte de los asistentes que guión nuestros destinos (así, con exageración absoluta). Wrong era la película por la que el miércoles estaba marcado con todo tipo de colores llamativos en nuestra agenda para no faltar por motivo alguno a la cita. El resultado fue más algarabía pública y el premio de carcajadas a mandíbula abierta y aplausos varios (somos todos así de complacientes cuando nos vestimos de público festivalero).
Pero hay que analizar qué trae de nuevo aquel hombre que hace música a través de muñequitos naranja simplones (obsesión ya la mía con su alter ego Mr. Oizo). La novedad es que somos unos hambrientos y esta película reivindicativa nos complace… a medias.
Un tipo normal y corriente tiene un perro y al levantarse ya no está. Basta, que toda vuestra imaginería se detenga, no encontrarán nada lógico a partir de aquí, en esta película todo es un error.
Si hay algo intachable en el director galo es su fidelidad a unos tics indispensables, destrozar la realidad con el absurdo absoluto y rodar en confianza con sus cortes y planos favoritos. Aunque por momentos parezca que esta película la hemos visto dispersa en las anteriores, tiene unos puntos álgidos propios que succionan el resto del metraje. Digamos que las bromas de mal gusto llaman la atención y los detalles llenos de locura se suceden en todo momento pero, como todo en esta vida, sólo sorprenden la primera vez que aparecen en pantalla, luego ya no son “novedad”.
Aún así la historia tiene un objetivo más que claro: destruir el día del tipo normal va a llevarle justo al momento indispensable en cualquier final feliz, precisamente lo que nos avisaba en su inicio el culpable de la desaparición del perro (William Fichtner con trenza, el señor misterioso que sabrá cómo encontrarte).
Al tipo normal con bigote (un Jack Plotnick que ya había trabajado con el director) le acompañan todo tipo de personajes pétreos y fieles a sus funciones, obviamente la de desconcertar y destruir la paciencia, no se sabe si del principal o del espectador, con hechos absolutamente insólitos y carentes de significado que enriquecen el momento. Pero… hay que esperar entre esos momentos a que se decidan a retomar la acción. Lo bueno de la espera es que no está muy claro cuál es la siguiente ficha que se va a mover.
Así que descafeinados, con puntos clave y mucho morro, echo de menos la estructura de Steak y la complicidad de Rubber, pero traerse al jardinero (Eric Judor) como un enajenado salto desde Steak me complace lo suficiente como para decir que me gusta. Porque me gustan los relojes mentirosos. Me gusta que llueva en interiores. Me gusta la redundancia de los velocímetros alimenticios. Me gustan los ultrajantes desenfoques de cámara. Me gustan las plantas transformistas. Me gustan los polis que mascan chicle. Me gustan los autobuses y me gustan los perros. Me gustan los que escriben sobre perros. ¿Dije que me gustan los perros? Me gusta la implicación musical del alma encubierta de DJ del creador y la fidelidad a uno mismo. Es así, el viaje intrínseco sobre el futuro y las relaciones donde nada es lo que parece y la búsqueda nos hará ver el mundo desde otra perspectiva, ya sea con un reencuentro o con un coche entre desérticos pensamientos. Depende de lo que queramos meditar.
Todos locos y tan felices, un cambio de registro absoluto para nosotros los desesperados. Vamos a pasarlo bien, que es lo que nunca carece de importancia y aunque mañana no recordemos mucho de la película, sí recordaremos los nombres propios que pululan en la película (llamados objetos rarunos) mientras esperamos mucho más de lo mismo. No, no es un error, es simplemente absurdo.
La pelicula la encontre regular, mas que nada por que le falta un hilo argumental mas claro, y no ser una serie de situaciones simbolicas , que aunque interesantes ( y no es tanto que sea para un publicoculto, si no para un publico que se, o identifique las situaciones) , son inconexas.