De alguna manera la nueva película del músico y cineasta galo Quentin Dupieux (Mr. Oizo, como también se le conoce, es sólo un seudónimo en el mundo musical) nos remite a ese maravilloso videoclip de los Beastie Boys de su tema Sabotage (dirigido por Spike Jonze, por cierto), donde se homenajeaba tanto como se burlaba de ese subgénero de pelis y series de polis chungos que detenían a hippies y siempre había carreras y persecuciones por la ciudad.
En Wrong Cops no hay nada de eso. La comparación está cogida por pinzas, lo sé. Pero me vino a la mente durante el visionado el recuerdo de tan brutal ejercicio por parte de Jonze ya que mientras en el videoclip se juega a dejar al descubierto las exageraciones hasta la parodia, en Wrong Cops se juega constantemente a contradecir la función clásica de la policía. O igual fue la música, no sé, de vital importancia en ambos proyectos.
Lo cierto es que la última locura del cineasta que ya nos pilló por sorpresa en Sitges hace años con su cinta de un neumático asesino con poderes telequinéticos (Rubber, 2010) no hace más que ahondar en el absurdo universo de su creador. El inicio es toda una declaración de principios, con ese policía «apatrullando la ciudad» mientras vende marihuana en los cuerpos de ratas muertas a sus clientes. Lo que sigue son unos personajes amorales, vagos y despreciables que se involucran en varias historias cruzadas entre si.
El particular humor negro, bizarro y absurdo está presente a lo largo de toda la cinta, llegando a su momento más álgido en la reunión del policía con parche y «el hombre medio muerto» con un productor musical. Todos los patéticos personajes se mueven por motivos egoístas y por un impulso de huir constantemente de su cometido y su rol. Llevan uniforme policial, pero no hay nada en ellos que nos recuerde remotamente a la idea que se tiene a priori de un representante del orden.
De todas formas los problemas de esta cinta son los mismos que se podía encontrar en otros trabajos anteriores del cineasta; partimos de un mundo loco que nos pilla por sorpresa, tiene escenas muy bien construidas y un humor que cuando brota deja huella, pero el metraje de la obra acaba por resultar disperso y consta de una parte central algo reiterativa. Si esto era una constante en Rubber, por ejemplo, aquí se acentúa más. Sí, sigue siendo posible rastrear con suma facilidad ese gusto por lo metareferencial y autoparódico y desde luego logra no dejar a nadie indiferente, pero por momentos consigue agotar al espectador.
Entonces, ¿Es Wrong Cops una mala cinta? Desde luego que no. Juega en el terreno de lo inclasificable, pero se resiente demasiado de ser precisamente consciente de este hecho. ¿Cuál es la intención del director? Me temo que ahí voy mucho más perdido. Su discurso final podría interpretrarse tanto como un resumen como un acto paródico del mismo donde no hay interpretación, tan sólo verborrea.
La cinta no pasa por ser una sucesión de «sketch» con un elenco de personajes tan absurdos como bien perfilados. Acostumbrados a la moral que suele concedérsele al cuerpo de policía, su creador destruye y recicla a los clásicos estereotipos para su causa. Lo mejor son algunos momentos brutales, en una historia corta (no llega a la hora y media) acompañada como no podía ser de otra forma por una pegadiza y acertada banda sonora. Tenemos a un desecho de hombres y mujeres dando vueltas por una ciudad desatando la comedia allí por donde pasan que se nos muestran hastiados de sus quehaceres diarios y que se comportan con normalidad ante los hechos insólitos que acontecen en el lugar, siempre huyendo de cualquier inicio de investigación criminal o de algo que nos recuerde quienes son, pero ellos saben como esquivar cualquier intento de trabajo.
Así que tenemos comedia, tenemos unos personajes absurdos (hasta Marylin Manson se pasea por ahí) y un gusto por una dirección y una trama que busca siempre el momento anticlimático. La típica cinta del colgado de Quentin Dupieux, vaya.