Wolfskinder (Rick Ostermann)

La Segunda Guerra Mundial ha terminado, pero en la Prusia oriental todavía acechan las consecuencias del conflicto. Dos hermanos, Hans y Fritz deben cuidar de su madre muy enferma, en un panorama demasiado complicado. La presencia del Ejército Rojo es un contratiempo para los nativos del lugar, que tienen que buscar comida en los sitios más recónditos. Pronto el destino de estos hermanos cambiará, y conocerán a otros niños que, como ellos, tienen que subsistir con la comida y refugios que buscan ellos mismos. Nadie les ayuda.

Ése es el planteamiento inicial de Wolfskinder, película a cargo del alemán Rick Ostermann, un drama devastador sobre los horrores que la guerra tiene en un segmento de población particularmente débil como son los niños. Parece que tienen toda la vida por delante y, sin embargo, en cualquier momento les puede ser arrebatada, dado el territorio hostil en el que tienen que habitar. En los primeros minutos ya vemos que los rusos no se andan con rodeos y disparan a cualquiera que se salga del rebaño. Las violaciones están tan a la orden del día como los asesinatos, sin que parezca importarles la condición social ni siquiera la edad de las mujeres.

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A simple vista, Wolfskinder se da un ligero aire a la reciente El gran cuaderno, película húngara que se centraba en dos niños húngaros que se hacen valer por sí mismos ante los nazis. En el caso de la obra germana, también se habla de niños autosuficientes y el tratamiento de la realidad sigue siendo igual o más cruel, no importa reflejar una escena en toda su dureza. Son varios los momentos duros que veremos en la película, llamando la atención, como en la mencionada obra húngara, que casi no hay rastro de los típicos artificios maniqueos que se utilizan para intentar lograr la lágrima fácil. Todo está tratado de manera terroríficamente fría, como si Ostermann nos quisiera decir que eso era lo más normal por aquel entonces (cosa que, por desgracia, nos creemos).

Mucha gente se asusta, con razón, cuando ve niños en este tipo de películas, ya que resulta complicado muchas veces empatizar con ellos. En algunos casos, se debe a que sus motivaciones son demasiado simples o demasiado complejas, en otros casos es simple y llanamente porque la interpretación actoral deja bastante que desear. En Wolfskinder no hay ninguno de estos problemas. Las motivaciones son dos: sobrevivir e intentar que el resto de sus compañeros también lo hagan. Y la interpretación de los jóvenes actores es por lo menos creíble, sobre todo por mérito del guión, que no concede espacio a los típicos asuntos (lloriqueos y demás) y construye personajes muy consistentes, cuya fuerza sólo decae ligeramente en un par de situaciones aisladas.

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Hablando del guión, hay que mencionar la parquedad en diálogos, muy a tono con lo que se pretende transmitir. El silencio abunda, como debe de ser, en una atmósfera de posguerra que sufre la pérdida de población ocasionada en el conflicto, y los pocos que quedan sobre sus pies o bien no tienen ninguna gana de hablar, o no tienen con quien hablar, o directamente no deben hablar para no atraer la atención de los rusos. A nivel de desarrollo, sin embargo, se echa un poco de falta un poco más de chispa en la evolución de la trama, que pasada la mitad de la película empieza a perder fuelle y no volverá a sus niveles anteriores ni siquiera en un final que incluso se podría calificar de decepcionante por ser ligeramente inadecuado respecto a lo visto previamente.

Bastante recomendable esta Wolfskinder por ofrecer un relato humano de manera distinta, apegado a la realidad de aquel momento, y por hacerse eco de un territorio frecuentemente olvidado cuando se habla de las consecuencias del mayor conflicto bélico que haya vivido la humanidad. Hay que tener conciencia de lo que se va a haber, quizá un poco de estómago (es dura sin llegar a ser desagradable) y el suficiente interés histórico como para disfrutar de una obra digna de visionar.

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