El guionista de Comanchería y de la aclamada ficción televisiva Sons of Anarchy, Taylor Sheridan, aterriza en Santiago con el estreno —como película sorpresa del festival— de este thriller policial compuesto de múltiples planos abiertos, aéreos, de fotografía muy nítida y clara para arrojar luz diáfana e invernal sobre una historia ruda. Violenta. Transcurrida en las montañas de Wyoming. Historia que nos cuentan Jeremy Renner como Cory, y la inexperta agente del FBI Jane Banner (Elizabeth Olsen) en una ficción intensa con sangre, que arrancará con el hallazgo del cadáver de una chica oriunda de la reserva india donde transcurre la acción.
Huele a western. A ese tipo de western naturalista con tantas opciones de deslumbrar estéticamente. No diremos que la cinta desmerece su lugar en este festival. Pero sí que rompe cierta lógica al colarse entre mucho cine de autor e independiente, social y rompedor y entre varios de los grandes nombres de la cinematografía europea y asiática. Es cierto que Sheridan es un recién llegado, como otros debutantes en el certamen, pero se presenta haciéndolo desde una propuesta comercial, clásica y segura, sin asumir mayores riesgos. Porque Wind River es una cinta con calidad técnica pero sin mucho más que desgranar a partir de un guión que se ha repetido muchas veces. Un homicidio, una víctima de violación, pocos medios en un entorno tremendamente hostil, una aspirante a resolver el caso y el héroe desganado: Cory, cazador de lobos y de hombres; cazador de bestias. Siempre, motivado por una intrahistoria personal anterior que le atormenta y que deshace su vida personal y familiar en pedazos.
Lo de menos, aún así, es si la trama está más que vista o todo lo contrario. Lo que no nos ha gustado es que desaprovecha un gran potencial. Y es que se sitúa en el corazón de una comunidad de amerindios, en los extramuros del sistema legal y policial, pero que incomprensiblemente son eliminados de la trama o utilizados como mero atrezo. Incluso como zona a intervenir una vez expuestos los problemas de drogadicción que sufren sus más jóvenes miembros. Volvemos al recurso fácil de la pareja-tándem chico y chica blancos, carismáticos y muy avezados que en equipo, intentarán resolver el misterio de la desaparición de la víctima —sí, indígena—.
Al nativo americano se le dará un papel testimonial, dependiente y muy secundario en la figura del respetado Graham Greene (Bailando con lobos, Maverick, La milla verde), de quien hace mucho que no teníamos noticias. Por eso, una se pregunta si Sheridan es consciente de que a gran parte del público le está trasladando la idea de que el hecho de contar con actores nativos secundarios surge de la necesidad de cumplir con una cierta cuota de corrección política cuando, en fin, lo que consigue es minusvalorar a esta comunidad. No ha sido generoso en el reparto de roles, si bien Renner y Olsen están muy correctos. Tampoco es noticia la nueva vuelta de tuerca en esta cinta sobre la criminalización de minorías étnicas.
La intención de Sheridan desde luego no es alarmar sobre un contexto netamente americano en el que sus individuos viven prácticamente aislados de las leyes federales o estatales, pero desprecia esa premisa. Sobrevolar esa idiosincrasia única, al menos prestándole una mínima atención, y en cambio decidiéndose por el recurso fácil de limitar la trama a la acción del macho alfa blanco, hubiera sido un acierto. A estas alturas, poner a los indios como amigos de los vaqueros es insuficiente. Esta película requería que los indígenas de Wyoming protagonizasen su propia historia. Por otra parte basada en hechos reales.
Wind River, presentada en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes cuenta con una buena banda sonora a cargo de Nick Cave y con una fotografía técnica en la que no se ha escatimado presupuesto. Precisa, panorámica, poderosa. Quizás la truculenta historia debiera sernos presentada en una gama de contrastes más turbios para profundizar en el drama. Pero Sheridan, ha querido ser impecable en la puesta en escena. Por eso su ejercicio técnico parece destacar e ir por libre muy por encima del contenido.
El drama irá a más, atemperando una tensión in crescendo. Hasta llegar a un final explosivo, pero anticipado con la alegoría anterior que Cory profetiza sobre los animales que caza: culpable uno, condenará al resto de la manada. Ese final, sin embargo, se improvisa a partir de un recurso pobre: no contamos desde el principio, ni a la mitad del metraje, con todos los personajes necesarios en escena, con lo que el giro de guión resultará engañoso. La sensación con la que una se queda al terminar la peli es esa. Son enormes los planos en helicóptero sobre paisajes bellísimos mucho más potentes que la historia que cobijan. En el baremo final, la técnica devora a guion e intérpretes.
Wind River está descompensada, pero es entretenida y no supone demasiados quebraderos de cabeza. Prototípicamente comercial, no ofrecerá mucho más que un pasatiempo intrigante. No es la película sorpresa que esperábamos en Cineuropa. Pero es un claro indicio de que si Sheridan presta la misma atención al contenido que a la forma, tendrá mucho que decir en el futuro. Tampoco es un tipo de película, quizás, sobre la que haya que escribir tantas líneas.