Cuando Bobcat Goldthwait, el director de una de las sorpresas del pasado curso, esa magnífica cinta llamada God Bless America, desveló que pretendía rodar su particular propuesta de «found footage», más de un escéptico dudó que el cineasta neoyorquino pudiera obtener resultados satisfactorios en un terreno que lleva demasiados años dando muy pocos frutos. No obstante, la noticia llegaba acompañada de una palabra que se antojaba extraña dentro de este contexto, y es que Willow Creek se planteaba como una especie de sátira entorno a la figura de ese mito americano llamado Bigfoot.
De presupuesto ajustado y economía de recursos, Goldthwait logra imbuir de ese espíritu al metraje durante unos primeros compases que, sorprendentemente, se muestran muy alejados de la habitual presentación plomiza que se suele dar en este tipo de films, y lo logra siguiendo a esa pareja protagonista que, antes de iniciar su búsqueda del también llamado «sasquatch», se adentrará en uno de los pueblos colindantes al bosque donde se habían rodado por primera vez imagenes reales del bichejo en cuestión. En ese contexto, Kelly y Jim se toparán con varios lugareños y sitios particulares que rodean el entorno de esa criatura.
Es durante esos minutos donde el cineasta aprovecha para trazar un halo desmitificador alrededor del Bigfoot, y es que donde otros «found footage» intentaban imbuir tensión otorgando señas sobre aquello a lo que se iban a enfrentar, la pareja protagonista más bien parece reírse de toda la tradición que gira alrededor de esa figura, y desde locales de colección de objetos que rinden un tributo casi invisible hasta personal trabajando en esos lugares que ni siquiera se cuestiona que la existencia de una criatura como esa pueda ser real, son carne de parodia en manos de ese par de investigadores impostados.
Pese a las reticencias de Kelly entorno al tema, ambos se adentrarán en el bosque pese a la resistencia que parece oponer algún que otro habitante de esos parajes, hecho que Bobcat Goldthwait aprovecha para iniciar la verdadera parte de «found footage», pues los primeros minutos se podrían calificar prácticamente de documental con algún que otro añadido. La experiencia no será la esperada por los dos nuevos inquilinos de ese bosque, que tras plantar la tienda de campaña en mitad del bosque, comprobarán lo que es el horror de primera mano.
En ese sentido, el autor de God Bless America se muestra inteligente manejando un único plano secuencia en el cual ese horror, que se iniciará a través de extraños ruidos que parecen llegar del bosque, y terminará con algo más de lo que seguramente esperaban vivir en él. No sólo de tenacidad vive el hombre, y el señor Goldthwait aprovecha esos momentos para dotar de una tensión palpable que sorprende al estar escenificada con los recursos de los que dispone. Además, la interpretación de ambos protagonistas, muy naturales, ayuda a construir uno de los mejores momentos del cine de metraje encontrado de los últimos tiempos.
Puede que ante una derivación del terror como el «found footage» no resulte una gran reivindicación reconocer a Willow Creek como una de las mayores sorpresas y mejores cintas que ha dado últimamente. Si hablamos, sin embargo, de una de las mejores aportaciones a un terreno como este, a buen seguro a más de uno le entrarán unas ganas irremediables de poder asistir a la propuesta aquí ejecutada. Y es que sí, podemos decir que Bobcat Goldthwait lo ha conseguido, y no baja en exceso el nivel de su anterior trabajo, dejándonos prendados de un autor del cual esperaremos con ganas un nuevo proyecto, y ojalá tan arriesgado como lo resulta este.
Larga vida a la nueva carne.