La visión estándar —y falsa— que un niño percibe de sus padres según crece es casi como la de un ente homogéneo que se organiza para aportar trabajo doméstico, apoyo económico y cuidados de manera complementaria entre ambos. En el caso de un matrimonio heterosexual, además, la tradición, la cultura y las expectativas sociales imponen unos determinados roles concretos para la madre y el padre que hasta hace relativamente poco tiempo ni siquiera se habían cuestionado. Mientras el padre estaba obligado a buscar trabajo y una carrera profesional para aportar el sustento, la madre debía renunciar a cualquier tipo de trascendencia y ser una devota ama de casa y esposa a cualquier precio. En Wildlife, la ópera prima en la dirección del también actor Paul Dano —que adapta con guión coescrito junto a Zoe Kazan la novela homónima de Richard Ford— el centro del relato es la de un adolescente que en los años sesenta en Estados Unidos observa desde una terrorífica proximidad cómo la unión entre su familia se va destruyendo tras la pérdida de empleo de su padre, que se marcha a combatir los incendios que asolan el país.
Dano establece desde los primeros momentos un compromiso profundo por asociar el punto de vista narrativo con el del joven a través de una precisa planificación. La ausencia de su padre (Jake Gyllenhaal) queda como la presencia de un anhelo recurrente por el reencuentro. Su madre (Carey Mulligan) carga con toda la responsabilidad del hogar después de años de que renunciara a sus propias ambiciones laborales al nacer su hijo. La soledad cada vez se vuelve una carga más pesada y la distancia física se transforma progresivamente en emocional también hacia él. Seguimos la mirada del personaje de Ed Oxenbould, que no comprende las actitudes de su madre, sus descuidos, olvidos o caprichosos comportamientos mientras se encarga de sus estudios, amistades y trabajo a tiempo parcial. Un montaje conciso y un ágil uso de la elipsis establece el paso del tiempo marcado por pequeños grandes momentos cotidianos experimentados por el protagonista en su percepción de lo que ocurre a su alrededor. Y mientras su visión de lo que debería ser su madre se distorsiona, al mismo tiempo emerge la comprensión hacia unas necesidades materiales y vitales de una persona que hace mucho que no vive para si misma.
Podría encontrarse además un paralelismo entre esos fuegos salvajes que a veces sólo queda sentarse a observar como acaban con el resto de los árboles y la desintegración del matrimonio en el que se centra Wildlife. Un paralelismo que resuena en la descomposición de la idea aspiracional del sueño y la familia americanos de los años cincuenta, el desencanto con las instituciones políticas y las reivindicaciones sociales que iban a hacer temblar los cimientos de su modo de vida. Algo parecido ocurre aquí: el núcleo familiar aparentemente ideal del comienzo se fragmenta y somos testigos de una deconstrucción del mismo a partir principalmente de una mujer en una época de grandes cambios inherentes a sus derechos y libertades en todos los ámbitos. El padre prefiere marcharse lejos y arriesgar su vida a combatir catástrofes que enfrentarse a sus problemas en casa. Ambos se encuentran atados a una situación en la que el hijo es la víctima de unas circunstancias. Unas circunstancias que les ha llevado a perder su autonomía como individuos y dejar aparte sus necesidades personales por no enfrentarse al fracaso de la familia. Y todo ello lo observamos principalmente a partir de planos fijos de una composición tan cuidada como respetuosa con las interpretación de su reparto, en una aproximación casi naturalista que le permite mantener un delicado equilibrio entre el drama como eje fundamental de la cinta y una cierta distancia que mantiene sobre los personajes a través de su transformación en personas completas a los ojos de un adulto en proceso de formación.
Crítico y periodista cinematográfico.
Creando el podcast Manderley. Hago cosas en Lost & Found.
Pero que dices hombre!! La película trata de como una mujer se vuelve un puta por dinero!!! Tanto así que no le importa hacerlo delante de su hijo adolescente. Sino, recuerda la escena donde ella deja al muchacho esperando en el auto mietras ella regersa a la casa de aquel viejo para satisfacerlo sexualmente, el viejo no le gustaba ni lo amaba, solamente quería tener algo de lo que el viejo ofecía en cuestión económica. Su hijo un jovencito bastante maduro tiene que sufrir incontables y bochornosos momentos al lado de mujer que simplemente se desquicia, mietras el marido está trabajando, tratando de llevar algo de dinero a casa.