Wild (Nicolette Krebitz)

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Abundan en el cine los retratos de personajes grises, apagados, sumidos todos ellos en una apatía vital fruto, habitualmente, de la presión que ejerce en ellos el entorno (social, afectivo, profesional), pero que, un buen día, por circunstancias determinadas, deciden romper, de forma más o menos violenta o radical, con esa rutina diaria que los mantenía aborregados, con la voluntad dormida y la personalidad a un paso de su misma eliminación. La directora alemana Nicolette Krebitz aborda un tema similar desde un prisma marcadamente feminista, si bien la crónica de la toma de conciencia que lleva a su protagonista a abrazar su yo más animal y a lanzarlo a batallar contra los principales estandartes de una sociedad hostil y alienante bien pudiera tener rasgos universales. Krebitz, sin embargo, consciente del sistema patriarcal en el que nos movemos, incide en la cuestión de género y enriquece el relato con apuntes malévolos que permiten contemplar la emancipación de la mujer en clave casi de terror, llevando la metáfora de la animalización de la protagonista hasta niveles insólitos en los que el hombre (la figura dominante) empequeñece ante el resurgir del poder femenino, antes oculto o reprimido. Porque de represión, básicamente, nos habla Wild. Y de cómo una imagen aislada (la visión epifánica de un lobo) servirá de detonante para el despertar a la realidad de la joven, que encuentra en la belleza de lo salvaje una vía de autoafirmación personal y de recuperar ese espacio de honestidad y libertad que permanecía vedado por la sumisión ciega a la norma social.

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Lo que distingue a esta elegante, extraña cinta alemana que, sin apearse del realismo, bordea temerariamente el fantastique, es su forma de tensar los límites de la metáfora (no excesivamente original, podríamos reprocharle) que centra su trama. Sin desvelar mucho más, resulta muy estimulante la detallada y progresiva descripción del proceso de cambio que sufre, o más bien disfruta, nuestra heroína, sin miedo a meterse en jardines complicados (el abordaje a la sexualidad, con algunas imágenes potentes y provocadoras que nunca resultan gratuitas) y con el suficiente talento como para salir indemne de ellos. Desde una perspectiva acaso algo distante, muy germánica pero no estrictamente fría, Krebitz filma la transformación de la joven con honestidad, inteligencia y considerable economía expresiva, manteniendo cierto (y agradecido) poso de ambigüedad, mientras plasma, en detalles precisos, el panorama familiar y afectivo en el que vive, marcado por la incomprensión y el desafecto. La extraordinaria interpretación de Lilith Stangenberg contribuye, y de qué modo, a hacer creíble un relato que se precipita mediado el metraje por unos carriles francamente peligrosos, en lo que a la credibilidad se refiere, pero no sólo salva este escollo, sino que lo hace sin que su personaje deje de resultar tan enigmático y fascinante como empático. Las referencias más o menos veladas a títulos dispares (la represión sexual de Repulsión, el erotismo asociado a la naturaleza animal de El beso de la pantera, la (sutil) inversión de roles de El sirviente, la alienación del individuo de Matrix o El club de la lucha) no restan personalidad a una película que, tras una primera parte algo dubitativa e incierta, logra arrastrar al espectador con la potencia de su segunda mitad.

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Wild invita a reflexionar sobre la angustia del entorno social y sobre la posibilidad de escape que supone buscar, y alentar, aquella bestia ancestral y pura que duerme en nuestro pecho, equiparando la inocencia del reino animal con una independencia vital y espiritual castrada por las exigencias de un contexto que nos oprime y neutraliza. Igualmente, si persistimos en el alegato feminista, la película ostenta una fuerza desestabilizadora muy notable; cuestiona, agrede, reivindica la autonomía de la mujer y promueve su empoderamiento por la vía de la alegoría fantástica. Y todo sin prescindir de cierto humor sombrío ni de una visión del estado de las cosas entre lúcida y desesperanzada, en la que la rebelión y la liberación pasan por los peajes de la locura, la soledad y la incertidumbre.

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