Hace siete años la llamada «Nueva ola de cine rumano» alcanzaba su particular auge en la Palma de Oro recibida por Cristian Mungiu y su fabulosa 4 meses, 3 semanas, 2 días. Ello no inició ni detuvo el crecimiento de un cine que desde el inicio de la pasada década hasta la fecha que nos ocupa nos ha ido descubriendo cineastas de diversa índole entre los que hemos encontrado nombres como los de Cristi Puiu (que con La muerte del Sr. Lazarescu también ganó un galardón en Cannes, concretamente en la sección Un certain Regard), Radu Muntean (que arrasó en Gijón con Martes, después de Navidad), Tudor Giurgiu (cuyo galardonado corto Superman, Spiderman o Batman se podría considerar su obra de referencia) o Corneliu Porumboiu, el cineasta que nos ocupa que debutara en 2006 llevándose la Cámara de Oro en Cannes por su 12:08 Al este de Bucarest, y que ahora llega tras su un extenso recorrido internacional por Locarno, Sarajevo y Sevilla (donde, desafortunadamente, no fue muy bien recibida), entre otros.
De todos los autores citados, Porumboiu se podría considerar sin duda alguna uno de los más inquietos y azuzadores (desde el ámbito cinematográfico, claro está) del panorama en su país, y es que desde su ópera prima el cineasta no ha parado de moverse en terrenos bien distintos: desde la crítica 12:08 Al este de Bucarest, pasando por su particular incursión en el policial con Policía, adjetivo, hasta llegar a su nuevo trabajo, When Evening Falls in Bucharest or Metabolism, o lo que vendría a ser lo mismo, una reflexión sobre como los mecanismos o variaciones pueden afectar al modo en como es entendido/realizado el cine, e incluso al modo en como el espectador lo puede llegar a percibir.
Estructurada en diversos planos secuencia (la mayoría de ellos estáticos), su primera escena sirve para empezar a armar el discurso central del film, que en esos primeros minutos parece tomar cierto deje irónico a través de una conversación sobre el celuloide y el digital en la que uno de sus personajes (director de cine, para más señas), afirma que él prefiere la primera opción por el hecho de coartar así las posibilidades de la propia escena y no resolver en un exceso de metraje lo que 11 minutos pueden dar. Como es obvio, Porumboiu establece una serie de disertaciones entorno al arte cinematográfico, pero donde realmente se puede llegar a comprender su perspectiva es en las formas: sin necesidad de contabilizarlo, uno ya sabe que esa primera secuencia rebasa los 11 minutos, y que para el rumano las vías para establecer un discurso se anteponen a la propia naturaleza del medio.
Por tanto, se podría decir que en When Evening Falls in Bucharest or Metabolism es relativamente fácil comprender cual es su idiosincrasia, y a partir de ese instante aceptarla o no, puesto que el cineasta no renuncia ni por un momento al estilo formal de su propuesta, delineando una reflexión con trazas de atípica comedia que recurre a escenarios comunes sin necesidad de que pierdan su esencia. Una comida entre ese director y la actriz a la que propondrá un desnudo, el ensayo de esa misma escena o la propia introspección que realiza ella entorno a la relación que mantienen son estampas cotidianas a través de las que Porumboiu recoge contradicciones (ese cineasta que quiere a una actriz volcada emocionalmente que no recurra al guión para ensayar sus escenas, pero limita la secuencia temporalmente) y opiniones (el fabuloso diálogo sobre como el uso de una herramienta puede condicionar o no la formulación de un producto) conformando un paraje único y singular en torno a uno de esos títulos necesarios, que cuestionan y reinterpretan la capacidad de un arte que no hace más que evolucionar y que en Porumboiu siempre encuentra un estimulante y sugestivo recoveco para seguir indagando en sus posibilidades.
Larga vida a la nueva carne.