Abel Ferrara sigue siendo ese director insobornable que hace ya bastante tiempo mando a tomar por saco a la industria, justo antes de que ésta lo mandará a tomar viento a él. El director neoyorkino se ha caracterizado por su mal humor, sus borracheras y su cine de trinchera. Como lo describió un amiga cuando lo vimos en Sarajevo hace unos años a punto de liarse a tortas con el público «un mierda de metro cincuenta con acento italonamericano con mucha mala hostia encima. Pero uno de los grandes».
Un tipo único. Irascible y poco simpático, pero con una mirada cruda, negra, pornográfica y poética por igual. No es por nada que una de sus cintas más reconocidas sea esa maravilla conocida como Teniente corrupto (Bad Lieutenant, 1992).
Ahora nos trae la polémica Welcome To New York directa a su estreno online sin pasar por los cines y con mucho ruido mediático encima. Lo cierto es que, como suele pasar, poca polémica puede encontrar uno en la obra. Lo sentimos para quien quería titulares sensacionalistas. Ni machista, ni antisemita, ni una mala película. Simplemente la evolución lógica de alguien que va por libre desde hace tiempo haciendo lo que le da la real gana y sin rendir cuentas a nadie.
Para quien no lo sepa, la obra trata de las orgías que el presidente del FMI Strauss-Kahn se pegaba, con agresiones sexuales de por medio y su detención y posterior caída en desgracia. En la película, el actor Gerard Depardieu se llama Devereaux, pero todo remite directa e indirectamente al proceso vivido por el hasta hace poco considerado como uno de los hombres más poderosos del planeta.
El principio de la cinta, su primer tercio, refuerza el insistente rumor que asegura que el cineasta antes de hacer cine comercial (si es que a The Driller Killer se le puede llamar comercial) era director de cine de entretenimiento para adultos. Nadie ha conseguido a día de hoy rodar el cuerpo femenino con tanta lujuria sirviéndose de bien poco. Una lujuria que no huye de una visión dominante masculina, de poder, de sometimiento. La alta política ya no es una peli de mafiosos como nos venía a decir Constantin Costa-Gavras en El capital (Le Capital, 2012). Es un puticlub con barra libre. El machismo impera en el ambiente, donde las mujeres son trozos de carne conscientes de su pobre función y dispuestas a satisfacer cualquier necesidad donde sea y como sea. Todo adquiere un tono de inicio de peli porno donde sólo falta el butanero y la colegiala que quiere sacar una nota más alta para completar el tópico. Ese es el nivel. No de la cinta, sino de la política. O por decirlo menos escandalosamente, el inicio nos recuerda a una de las escenas más potentes de Teniente corrupto, en la que el policía protagonista se masturba a costa de dos muchachas a las que chantajea.
¿Eso hace que la peli sea machista?
Sólo hay que entender la mirada del director sobre el cuerpo de Depardieu. Hay asco en sus patéticos gritos y movimientos en algunas escenas de cama. Sí, también es verdad que se regodea en ella. Y más perturbador resulta observar como retrata a las amigas del político y las profesionales del sexo. Hay diferencia. Las primeras más casposas, más cutres. Las segundas tienen hasta un halo de erotismo, algo común en su cine (Go go Tales, 2007, tiene una mirada hasta cándida en este aspecto). En suma, las primeras están prostituidas por y para el poder, las segundas hacen su trabajo. Un sexo sin amor, ni siquiera pasión. Depardieu actúa como un animal justo antes de saltar sobre su presa. No es fácil de digerir esa mirada, tan morbosa como tenebrosa.
Luego pasamos a una segunda fase casi documental de los hechos, con la detención y encarcelación del político, un animalillo asustado, que pasa de la cima a la caída mediática casi sin darse cuenta. Se sigue con interés, pero es la parte menos lograda del filme.
Es entonces cuando aparece en escena la actriz. Jacqueline Bisset se come la pantalla con un personaje igual de amoral que el de su marido en la ficción. Devereaux es el monstruo, ella el cerebro de la bestia como ideal capitalista. Si Ferrara no fuera tan punki ni tan “outside” hay quien lo acusaría de antisistema. Anne Sinclair, la mujer en la vida real del político francés caído en desgracia, comenta que la cinta es repulsiva y antisemita. Lo primero es obvio. Lo segundo no hay por donde cogerlo. Simplemente es un ataque a la desesperada para ensuciar la obra y el nombre de Ferrara.
Cuando se enfrentan los dos personajes lo primero que ocurre es que ella se come al actor, que directamente pasa a un segundo plano. Apenas vemos su tez en detrimento de sentimientos y rostros que es ella. Ahora la duda: ¿ella está enfada por que su marido es un violador? ¿por ponerle los cuernos? ¿porque estos salgan a la luz? ¿por echar a perder la apuesta de ella para ponerlo en la presidencia francesa? Puede que haya un poco de todo ello, revelándose como algo terrible para el espectador.
Poco a poco él intenta enfrentarse a ella. Casi lo consigue al final en unos diálogos amorales, como todo lo que muestra el cineasta en la cinta. Poca gente hay que escape a ello, si acaso una chica que trabaja en el hotel y las dos víctimas de Devereaux, la empleada y la periodista. La segunda en una escena bastante fuerte, con un rostro impasible por parte del actor que hiela la sangre. No hay arrepentimiento. Descolocan esos gritos de la periodista intentando huir de su agresor que no emite sonido alguno y sin vida en la cara, sólo el deseo de quien lo quiere todo en cualquier momento y no acepta un no porque nadie puede otorgarle un no. Y la cámara casi fija, sin ayudar a la chica. Aunque no lo parezca hay paralelismo con El capital, de como esas metáforas capitalistas lo quieren todo porque sí.
Tal vez la intención quede subrayada en otra escena, un flashback que a priori puede parecer fuera de lugar. Nuestro protagonista asiste a una exposición de pintura. Aparecen un padre y su hija. El padre le indica a ella que ahí está Devereaux. Se acercan a él. Descubrimos que los dos hombres son viejos amigos. Rápidamente él pone su mirada lasciva sobre la joven muchacha. Se insinúa, la toca. Ella se deja hacer, mientras el padre pasa a segundo termino. Quedan para encontrarse luego. La chica se marcha con el padre, que le pregunta consciente de todo lo acontecido: «y bien ¿Qué te ha parecido?».
Depardieu es un monstruo. Su elección no resulta gratuita teniendo en cuenta su condición física actual. Todo está tan prostituido que el director apenas le presta atención a la más que dudosa puesta en libertad del rostro del capitalismo moderno. Es algo esperado. No hay tensión por ese lado.
No se engañen. Si la machacada por crítica y público 4:44 Last Day on Earth iba de la crisis moral y económica que nos asola más que del fin del mundo, Welcome To New York va del capitalismo atroz más que de una violación. Aunque evidentemente van unidas.
Ni machista, ni antisemita, ni vómito de película. La evolución coherente y personal de quien está de vuelta de todo y dispara desde su trinchera con balas envenenadas y de difícil asimilación. Ferrara en estado puro.