No es la primera vez que el asunto de la homosexualidad es tratado en el cine con seriedad y calidad fuera de los clichés casposos e irritantes a los que estamos acostumbrados en un universo cinematográfico en el que se da siempre por sentado que los personajes son heterosexuales. Visconti, Pasolini, Fassbinder, o más recientemente Almodóvar y Ozon, entre otros, han sabido utilizar esta temática tan impopular con talento, aunque casi siempre no exentos de polémica. Ahora nos llega Weekend, el segundo trabajo como director de Andrew Haigh, cuyo debut Greek Pete ya había sondeado estos temas. El autor británico traza un viaje romántico de un modo sensible e inteligente, presentando una historia de amor agridulce en la que 2 personajes se encuentran, se relacionan y cambian su vida de un modo insospechado, que también nos habla sobre la trascendencia de tomar la decisión correcta en el momento justo. La cinta tiene inevitables puntos de conexión con Antes del amanecer, Lost in Translation e incluso Breve encuentro, pero con la particularidad de que los dos amantes pertenecen al mismo sexo.
La película arranca con Russell, bastante “colocado” tras salir de una fiesta en casa de unos amigos, se dirige a su hogar, pero a última hora decide entrar en una discoteca gay en busca de una aventura sexual esporádica, y conoce a Glen. Ambos se sentirán atraídos y terminarán despertando juntos en la cama de Russell. Las 2 personalidades del dúo protagonista generan un estudio de contrastes muy interesante: Russell aparenta una notoria inseguridad hacia su persona, no parece estar por la labor de mostrar abiertamente su sexualidad salvo a sus amigos más cercanos, y no se fía de las demostraciones públicas de afecto homosexual, mientras Glen es un tipo audaz y tiene una perspectiva más abierta y libertaria hacia su sexualidad que le ha traído como consecuencia la soledad. Glen, que proclama su desinterés hacia las relaciones estables y está crispado con los gais como Russell que no sienten la necesidad de anunciar su homosexualidad al mundo, graba las conversaciones de todos sus encuentros como parte de un proyecto de arte, tratando de captar los deseos individuales de sus amantes para encontrar aceptación por lo que son. Al poco tiempo de conocerse le comunica a Rusell que tras el fin de semana se marchará a Estados Unidos a estudiar durante varios años, poniendo a la relación una fecha de caducidad inminente.
La mayoría de las escenas están rodadas en el interior de una vivienda familiar, decorada con productos con un marcado aire retro, donde presenciaremos cómo va desarrollándose el carácter de los personajes que nos ayudará a comprender a través de sus palabras y actos cómo su pasado ha influido de manera notoria en su forma de actuar en el presente. Los 2 protagonistas son muy conscientes de sí mismos, cuestionándose continuamente sus propias inquietudes y la forma en que son percibidas por el resto. Una de las escenas más logradas sucede en la segunda noche que pasan juntos, en una conversación donde hablan sobre la cultura gay y la forma en que es percibida por la sociedad, para después, compartir abiertamente sus experiencias y sentimientos, pero acaban percibiendo que tienen aspiraciones diferentes en la vida que obstaculizan las posibilidades de una relación estable. Este desencuentro de personalidades otorga mucho carácter e interés a la narración.
El director capta los caminos insondables que unen a 2 personas tan diferentes, marcando el camino de una atracción irresistible de forma valiente, mostrando con sutileza la intimidad y la pasión que inherentes en una nueva relación. Para ello se apoya en algunas imágenes de sexo explícito a las que no estamos muy acostumbrados (que remiten a las escenas más subidas de tono de La ley del deseo de Almodóvar) para comunicar el deseo físico y la conexión emocional existente entre la pareja protagonista, mostrado de una manera que se siente completamente auténtica y sincera. El hecho de que las dos personas no vayan a estar juntas, más allá del efímero fin de semana al que nos hace referencia el título, provoca que se intensifique un encuentro aderezado siempre por la marihuana y esporádicamente por la cocaína.
Andrew Haigh se ampara en unas actuaciones excelentes en la que destaca la química existente entre Tom Cullen y Chris New, un estilo realista que no hace uso del montaje, deudor del ‹cinema verité› y el cine independiente americano de hace unos años, y un guión ácido e ingenioso. Filmada cámara en mano, con un marcado tono semi-documental, la música sólo hace acto de presencia cuando la escuchan los personajes. Haigh opta por la naturalidad de unos diálogos inteligentes mostrando situaciones creíbles, bastante distanciadas de la ligereza de otras películas con la misma temática. La cinta está narrada de forma sencilla, sin artificios ni ornamentos, con un excelente uso de las miradas y los silencios de sus personajes, un uso original de los diferentes ángulos en las tomas, y unos delicados primeros planos y planos detalle de sus rostros que sirven para captar el lenguaje corporal afectuoso durante sus conversaciones más íntimas.
El resultado final es una película extremadamente conmovedora, que retrata las complejidades de las relaciones amorosas, incidiendo en los problemas y complicaciones que surgen con el amor y las relaciones, temas universales que trascienden a las preferencias sexuales de cada uno, en un ejemplo claro de que se puede hacer cine de calidad tratando temas del corazón sin caer en los lugares comunes tan empalagosos del género. Weekend, pese a no ser un filme que pretenda adoctrinar ni aleccionar, ayuda a comprender las dificultades que tienen los homosexuales para seguir una vida íntima tranquila y nos recalca que la liberación sexual sólo se producirá plenamente cuando cualquier persona pueda mostrar su afecto públicamente sin provocar el rechazo que todavía producen estos actos.
Voy loco por verla,me alegro que el tema se muestre de una manera digna y real,fuera de los esterotipos,este tipo de películas ayudan a que la sociedad vaya adaptándose a esta realidad y que empiece por fin a aceptar a los homosexuales,los cuales aún son rechazados por gran parte de ella.
Cierto, no es la primer película que trata la temática gay, sin embargo me gusta como es tratada en esta película, de manera natural y sin prejuicios, es del director Andrew Haigh quien está por estrenar la serie Looking, la cual estoy segura que también será un éxito, pues en los trailers se ve increíble.