Robert G. Putka debuta con We Used To Know Each Other ofreciendo un producto que viene con advertencia oral y visual. Por un lado las propias palabras del director afirmando que quiere ofrecer un producto que resulte incomodo al espectador, por otro un casi inexistente presupuesto que ofrece al film un look muy cercano al cine de guerrilla, a algo casi punk.
Por desgracia Putka parece que no se adscribe al concepto irónico de bueno, rápido y presentable esgrimido en otro film de semejantes escasos medios como One Cut Of the Dead y empaca un producto ambicioso en pretensiones pero desgastado y fallido en su plasmación visual y en su tratamiento argumental.
Y es que por momentos se establece una confusión entre la escasez de medios y creer que todavía estamos en tiempos del Dogma 95. Así la cámara no es dinámica sino más bien nerviosa y con tendencia al desequilibrio, la luz no es natural, es pobre y mal utilizada y, para más inri, no destaca precisamente por una dirección de actores demasiado precisa, como si en realidad, estuviésemos ante una sucesión de malas tomas que, lejos de ser descartadas, se han usado como material principal
Cierto es que la idea de generar una inquietud a través del argumento se nota, esencialmente, en unos actores que pretenden continuamente generar situaciones cuando menos incómodas pero que resultan demasiado obvias, demasiado sobrescritas y teatralizadas como para generar dicha sensación.
Ni tan solo la idea de profundizar en los dimes y diretes de las relaciones de pareja arroja nada esencialmente nuevo e interesante, siendo una sucesión de situaciones entre lo cotidiano y lo extravagante que remiten a una suerte de Woody Allen hiperbólicamente desagradable o a una secuela no declarada de 10.000 Km.
No se puede obviar que hay realmente momentos chocantes, pero parecen operar más como improvisación (la escena del “falso” robo), que como elemento planificado. O eso o directamente se trata de poner en escena algún tipo de sobre explicación argumental y subtexto en el mensaje que aporte algo más que la trama principal del film.
Putka no consigue establecer adecuadamente un ‹background› explicativo ni rellenar ese vacío con un fuera de campo integrante de manera que parece más interesado en imponer su relato y sus intenciones cinematográficas que dejar fluir las situaciones y que se establezca la química necesaria entre la pareja protagonista para hacer creíble su crisis, sus vaivenes emocionales, sus decisiones sentimentales o la ausencia de ellas.
Una imposición esta que ve en detrimento, y contrasta negativamente, con la voluntad naturalista con la que en principio está rodada la película. ¿Cómo vamos a empatizar o reflexionar si lo visto se antoja tan impostado? Esa es sin duda la gran cuestión que Putka debe resolver a la hora de afrontar nuevos restos en su filmografía. Mientras tanto su We Used To Know Each Other se queda en un mero ejercicio de intenciones fallidas, en un trabajo de final de curso cuya calificación no va más allá de un simple necesita mejorar.