Lukas Moodysson, ese cineasta que nos maravilló con películas como Fucking Amal, Lilya forever y, en menor medida, Together, vuelve tras una travesía en el desierto del cine más experimental y una aportación al cine comercial que pasará a la historia sin pena ni gloria (Mamut). Había muchas ganas por saber si el genial cineasta sueco que conocimos tiempo atrás había vuelto a sus raíces o seguía igual de perdido y lo cierto es que su nuevo trabajo es en cierta medida, recuperar las sensaciones que nos dejaba en la mencionada Together.
We are the best! no trata, como pudiera parecer a primera vista, de la formación de una banda de punk por tres chicas sin muchos amigos en los inicios de la década de los 80 en la capital sueca. Aquí, la música es tan sólo la excusa para que la mirada del director pueda detenerse en esas niñas que comienzan a entrar en la adolescencia, empiezan a tener sus primeras borracheras o a salir con chicos. En cierta manera recuerda a aquella otra cinta sobre música punk vista en el festival el año pasado, Good vibrations (Lisa Barros D´Sa, Glenn Leyburn, 2012), pero mientras aquella usaba el contexto político para remarcar y centrarse en la creación musical, aquí ocurre todo lo contrario, siendo la música el instrumento elegido por el director para poder acercarse a la vida de esas tres chicas, resultando una mirada natural y veraz, llena de ternura por los personajes.
Divertida y con espíritu guerrero, lo cierto es que Lukas consigue a la perfección recrear las alegrías, miedos e inseguridades de unos adolescente sin resultar pesado o que parezca la típica cinta sobre el tema. Con una cámara inquieta, llena de reencuadres y de vitalidad, vemos como dos amigas que no tienen ni puñetera idea de tocar un instrumento forman su propia banda de punk para poder quitarles el local de ensayo a unos molestos heavys. Como necesitan a alguien que les enseñe a tocar, eligen a una tercera miembro, una chica que toca la guitarra clásica y asiste los domingo a misa. Pero deciden que si se junta con ellas, saldrá de la mala influencia de la religión.
La progresión del grupo apenas ocupa lugar en la historia, centrándose en la amistad de las chicas, sus primeros romances o sus inseguridades. Es una lástima que algunas subtramas queden en el aire y no terminen de explotarse lo suficiente, como la relación del hermano de una de ellas con nuestra protagonista, o la inclusión del padre ausente de esta última que no aporta absolutamente nada. Aún así nos queda una gran comedia (este año las pocas comedias que asisten al festival me están dejando un gran sabor de boca. Es una lástima que siempre se considere a la comedia como un género menor en los festivales), llena de vitalidad, punki en el sentido más amplio de la palabra, llena de buena música y buenas vibraciones.
Al acabar la película uno tiene ganas de vivir un poco más loco, de dejarse llevar, de volver a ser un poco inocente y recordar la sensación de no tener ni un duro y muchas ganas de pasarlo bien.
Y sí, la canción Hate the sport que crean las chicas, es todo un temazo.