The Days se abre con una escena de sexo mañanero, abstraído, perezoso, en la que la pareja del título se entrega al deseo con cierto ánimo rutinario; es, empero, uno de los pocos momentos de auténtica comunión (no únicamente carnal) que experimenta la pareja protagonista en su discurrir diario, marcado por las dificultades económicas del presente y la incertidumbre del porvenir. El debut de Wang Xiaoshuai, del que sólo recuerdo haber visto hace muchos años su popular La bicicleta de Pekín (estimable ejemplo de neorrealismo de nuevo cuño en los albores del siglo XXI), supone una delicada e interesante reflexión sobre el modo en el que el entorno social, político y económico condiciona la salud sentimental y emocional de cualquier pareja. En este caso, nos situamos en los primeros años de la década de los noventa en una China que iniciaba tímidamente su apertura al exterior, todavía con las traumáticas revueltas de Tiananmén cercanas en el recuerdo y con los influjos del liberalismo económico empezándose a filtrar y condicionar el paisaje socioeconómico del país.
La película, de este modo, parte de lo político para hablar de lo personal, poniéndonos en la piel de un joven artista que lucha por vivir de su arte pese a la ausencia de oportunidades que se le brindan en el Pekín de aquellos años. La imposibilidad de afianzar un modo de vida estable en la ciudad, en el que la necesidad te empuja bien al regazo familiar de las zonas rurales, bien al exilio y la búsqueda de prosperidad en el extranjero, va erosionando lenta pero inexorablemente su relación con su pareja, también marcada por el recuerdo de la represión política ejercida sobre su familia. La grisura del contexto, reforzada por la frialdad de esos días invernales que la cámara de Xiaoshuai capta en un apagado blanco y negro, dan testimonio del desamparo en el que muchos intelectuales desarrollaron (o lo intentaron) su actividad profesional, con poco apoyo del aparato estatal. En todo caso, lo determinante está en el registro pormenorizado del deterioro del sentimiento amoroso, que ya en el momento del inicio de la narración está en un punto muerto cercano al no retorno.
Es en estos detalles en los que The Days se torna más certera y emocionante, en la descripción calmada, con tendencia a un lirismo ‹sotto voce› que le va como anillo al dedo, de la desaparición de la pasión y la instauración del tedio, de un letargo existencial labrado en gestos repetitivos, angustias cotidianas y desesperanza hacia un futuro que se adivina negro e insostenible. Sin embargo, juega en su contra un metraje excesivamente breve. En su condición de pequeña pieza de cámara, la cinta deja a medio cocer aspectos que quizás hubieran ayudado a entender mejor la evolución de esta pareja anclada en el desencanto. Si bien la información que va aportando de su entorno (los breves encuentros con los amigos, con la familia, los conatos de negociación laboral con clientes extranjeros) configuran con bastante tino el paisaje político-social de la China de principios de los noventa, el espectador puede quedarse con ganas de saber más de la propia pareja protagonista, de cómo su relación se gestó en otra época de mayor esplendor quizás no real, pero sí condicionado por una juventud en la que el futuro todavía estaba por escribir y parecía más prometedor y halagüeño.
Sea como sea, The Days es un debut que hace gala de una sensibilidad muy notable, una mixtura de cine social, político y amoroso en la que prima un naturalismo de corte apacible y reposado, pese al desasosiego interior que puedan estar experimentando sus protagonistas, y donde el histerismo dramático no tiene lugar (y se agradece). Es decir, cine cuya sólida dramaturgia va calando en el espectador de forma pausada pero persistente, como una lluvia fina de la que uno acaba saliendo casi calado hasta los huesos. Es, asimismo, una muestra evidente del talento de su director, que con su nueva película parece haber alcanzado, al fin, la estatura de los grandes directores de su país.