Hemos hablado ya, en diversas ocasiones, sobre las estructuras y los ciclos en el cine de Hong Sang-soo. No solo en lo referente a sus elipsis o permutas en sus películas, sino como se suelen agrupar en temáticas y temas de manera que, no solo constatamos su evolución, sino que se acaba configurando un especie de laberinto fílmico cuya forma parece ser la de círculo concéntrico en movimiento. No solo no se puede salir de él sino que, curiosamente, lejos de ser ente pesadillesco, cada vez resulta más acogedor, con más predisposición a invitar a perderse por sus recovecos.
Walk Up parece ofrecer una nueva puerta de entrada (o quizás de salida) al recorrido temático de las obsesiones de Hong Sang-soo. Puede que su estructura, su puesta en escena e incluso su mensaje esté en la línea de sus últimas producciones, sin embargo hay pequeñas y sutiles diferencias que la hacen, si no especialmente destacable dentro de su extensa filmografía, sí remarcable en cuanto a exploración del territorio de la expiación por la vía de un autorretrato más sardónico que irónico, más desencantado que triste.
Aunque su blanco y negro nos remita a un estado de congelación fotográfica es significativo ver cómo, a la par que a los pequeños cambios temáticos y las vicisitudes de su protagonista, hay pequeños matices en la escala de grises, como si se nos indicara que en realidad ningún cambio significa nada más allá de una existencia monótona y un carácter ciertamente miserable. Algo que queda resaltado también en unas escenas donde el minimalismo y la desnudez de la puesta en escena resultan tan parcas como feroces. La palabra pues toma especial relevancia, al igual que unos gestos que muestran una profunda lucha para salir de un bucle existencial que, por supuesto, nunca consigue encontrar escapatoria.
Pero quizás, dentro de todo este artefacto de la repetición variable, lo que llama más la atención es que después de una serie de películas donde el foco estaba puesto en lo femenino, el director vuelve de alguna manera a sus orígenes, plasmando la crisis emocional y vital de un cineasta solitario. No obstante, si en sus inicios estos personajes cargaban con su dosis de inmadurez contra lo femenino, haciendo de la mujer la culpable de sus desdichas, en este caso encontramos que la intencionalidad de la voz masculina es reducirla al ridículo, a mostrar como el paso del tiempo hacia una edad madura no ha cambiado en absoluto ni la misoginia encubierta de tristeza, ni la inmadurez. Solo que, lo que antes podía parecer producto de juventud ahora se revela como elemento intrínseco de la masculinidad y, por tanto, como muestra de una fragilidad patética.
Se podría decir pues que el protagonista de Walk Up no deja de ser un compendio, un resumen de todos los personajes masculinos de la filmografía de Sang-soo. Pero, al mismo tiempo, es un espejo, una propuesta que pone a examen toda una idea sobre lo masculino y sobre la incapacidad de muchos hombres de evolucionar. Algo con lo que Sang-soo parece que quiere cerrar un círculo de revisión interna y dar carpetazo de una vez por todas a su propia visión inicial de las relaciones entre géneros. Sabemos que no será la última, pero desde luego Walk Up sería un perfecto cierre de carrera si así se lo propusiese.