Cuando hablamos del cine del maestro Andrzej Wajda, estamos entrando en la visión más realista, fría y social de Polonia. Su carrera cinematográfica es tan concreta y prolongada en el tiempo que cuando sale de los estandartes a los que nos tiene acostumbrados, nos chirría. Para quien no tenga referencia, Wajda es una de las mayores figuras del cine mundial y de la Europa del este. Ganador de la Palma de Oro en el Festival de Cannes (1981), recibió el premio honorífico en los Óscar del año 2000 y como reconocimiento a toda su carrera fue merecedor del Oso de Oro en el Festival Internacional de Cine de Berlín (2006). Por lo tanto, no estamos hablando de un cineasta cualquiera. Ahora Wajda no sale de la línea que tanto reconocimiento le ha brindado y nos muestra algo más de una década en la vida de Lech Wałęsa, trabajador de los astilleros de Gdansk, el cual será cofundador del primer sindicato libre en el Bloque del Este ‘Solidaridad’, Premio Nobel de la Paz (1983) y presidente de Polonia durante cinco años.
Wajda coge la biografía de Wałęsa y nos la relata durante dos horas. Se trata de una película social y reivindicativa, en la que el personaje lucha contra el gobierno comunista a través de las huelgas de trabajadores y, posteriormente, creando el sindicato revolucionario que le convertirá en todo un referente. La figura de Wałęsa es interpretada de manera magistral por Robert Więckiewicz. La caracterización del personaje, un hombre con semblante rudo, defensor de los derechos de la clase obrera y fumador empedernido es el punto fuerte del biopic. La mimetización es admirable tanto en la gesticulación como en la forma de hablar del protagonista, pues recordemos que estamos hablando de un personaje político que hoy en día sigue dando tumbos, y las comparaciones son odiosas.
El acierto de comenzar la cinta con la famosa entrevista que le hizo la periodista y activista italiana, Oriana Fallaci, nos ayuda a entender y seguir paso a paso y de manera cronológicamente correcta los sucesos acaecidos. En última instancia, la longitud del tiempo que se intenta plasmar puede suponer un punto de reflexión y confusión en el espectador, pues el transcurso de los acontecimientos relatados tiene un margen significativamente extenso en el tiempo.
Se nos impone una dualidad entre la actividad sindicalista de Wałęsa y su vida familiar, quedando esta última en un puesto secundario, como secundario es el papel de la mujer del líder, Danuta. Su intervención no requiere relevancia como no lo requería la mujer en este período de la historia polaca. De todos modos, la interpretación de Agnieszka Grochowska, así como la química con Więckiewicz (pudimos verles juntos en In Darkness de Agnieszka Holland), es muy válida dado el difícil papel tan poco carismático que le fue asignado.
La ambientación lograda plasma escenas de la Polonia más gris y fría, que se intercalan con las imágenes de archivo que, en ciertas ocasiones, hacen pecar a la película de documental, si no fuese por la manía de entrometer y colocar a base de croma a los personajes en las escenas reales, restándole credibilidad. No obstante, podemos disfrutar de las manifestaciones activistas originales con una banda sonora perfectamente elegida que no pasa desapercibida. Mezcla las escenas con temas de rock de temática reivindicativa e inconformista, dotando de energía a la imagen; como la canción Wolność (Libertad), la cual se introduce en tu mente y permanece en ella una vez que ya has abandonado la sala.
La sensación que Wałęsa, la esperanza de un pueblo deja en el espectador es la de un biopic bien elaborado, correcto en forma y contenido; sin embargo, dado el tremendo carácter del personaje, la sensación de no querer contarlo todo permanece en el aire, pues el aparente homenaje que el director ha querido hacerle a Wałęsa no permite exponer en la cinta alguna de las polémicas suscitadas por el político polaco: su ferviente actividad católica o el rechazo hacia los homosexuales, a los cuales considera una minoría.
