Una película llamada The Childhood of a Leader apareció de la nada, por sorpresa, en la sección Orizzonti de Venecia del año 2015 y acabó recibiendo el premio a Mejor dirección de esa edición al mismo tiempo que el de Mejor ópera prima. Sin ningún prejuicio se me presentó, por azar, durante el Atlantida Film Fest de 2016, y acabó resultando seguramente una de las más gratas sorpresas que se me han revelado nunca. Aquella película exponía los primeros síntomas del surgimiento de un futuro dictador, la ascensión del fascismo como consecuencia de la violencia experimentada en la infancia de un niño. Un terrible y brillante experimento.
Parece pues que Vox Lux, su segundo film, explora también la oscuridad y/o la maldad acercándose a su ópera prima, pero en otro ambiente, otra sociedad, diferentes siglos. Su nuevo largometraje interpretado excepcionalmente por Raffey Cassidy y Natalie Portman es sin nuda otra investigación sobre cómo el pasado, un conjunto de violentas casualidades encadenadas, influencian nuestra forma de ser y sentir.
Es el interés por la representación duplicada de un mismo hecho. En The Childhood of a Leader nos adentramos en la mente y los sucesos en el periplo de un niño, para explicar la historia de una sociedad en una época al borde del totalitarismo bélico y moral. En Vox Lux vivimos los terribles hechos en torno a una estrella de pop y cómo estos afectan a su vida, para contarnos los diferentes ataques terroristas que nuestra sociedad ha sufrido, desde la violencia bélica en las aulas, pasando por el atentado de las Torres Gemelas, a la matanza de grandes masas, como los sucesos acontecidos en la discoteca Bataclan. Partir de una historia personal para abarcar toda una generación.
Tres incidentes condicionan y modifican a esta estrella de la música, así como el comportamiento de una sociedad. El asesinato de toda una clase ejecutado por un compañero de instituto, el atentado en las Torres Gemelas y la carnicería en una playa por un grupo terrorista armado. Actos que permanecen en la memoria y que de forma u otra transforman a la famosa cantante Celeste. En una importante escena, la joven Celeste, única superviviente de la matanza escolar, canta una pieza en el acto de homenaje a las víctimas en lugar de dar un discurso. De repente, este acto y su voz conmocionan a toda una comunidad. Tiempo después, esta joven se encuentra grabando su primer álbum musical. La explotación de una persona por el bien mediático, probablemente.
De esta forma, es de vital importancia pensar en Vox Lux como una obra construida a partir de las elipsis. La película, divida en un prólogo y tres partes, utiliza este código para contemplar la evolución de la actitud del personaje mediático. Casi parece como si el tiempo cinematográfico fuera mas veloz que la posible reflexión de una chica que se encuentra de repente en un ambiente superficial, sin haber sido consciente de ello. Pasan 15 años y ella (ahora interpretada por Natalie Portman) parece haber destruido esta inocencia presente en su pasado y afrontarla con un comportamiento más radical y rígido.
Como espectador te ves interpelado por ella y por sus casualidades, reflejado en la confrontación, asociándola a tu experiencia como observador y víctima de unos hechos que afectan a nuestra sociedad occidental. Con este andar nos aproximamos a su clímax, el concierto y en su mirada percibimos la maldad, un rostro afectado por una sucesión de eventos impredecibles. Finalizamos exhaustos y, a pesar de sus errores, que son bastantes, podemos entrever un potencial creativo que ya intuimos en su ópera prima. Un director que sigue el curso y la ambición de otro también presentado este año en Venecia, László Nemes. Dos directores que recurren a la oscuridad para potenciar una reflexión a partir de una belleza estética indudable.