La primera reacción que tuvimos al ver la nueva película del director madrileño David Trueba, Vivir es fácil con los ojos cerrados, fue el pensar de dónde venía ese toque de deja vu que nos recorría el cuerpo, al fin y al cabo las road movies no son algo tan frecuente en el cine español (como casi todo el cine de género por otra parte) pronto recordamos Los años bárbaros, aquella película de Fernando Colomo, creador junto a Fernando Trueba (hermano mayor de David) de lo que se llamó, allá por los liberales 80, la comedia madrileña. En la película de Colomo se tomaba como anécdota argumental un hecho histórico (la huida a Francia desde la España franquista de Manuel Lamana y Nicolás Sánchez Albornoz) y se reciclaba a gusto del autor con una intencionalidad concreta: revertir el drama en comedia. Descontextualizando aquel oscuro país, caricaturizando la Guardia civil etc, se intentaba exorcisar un pasado traumático a golpe de carcajada (o de sonrisa cómplice al menos) y al mismo tiempo compararlo con nuestro ahora. Parecido camino es el que sigue el film que nos ocupa.
Tomando unos elementos clásicos en el género: unos personajes en un momento de ruptura, un entorno opresivo y alienante que invita a la fuga, la oposición de juventud y madurez, etc. David Trueba recorre el paisaje de los 60 usando a los Beatles como símbolo de renovación frente a un país ensimismado y endogámico, trazado con unos colores demasiado primarios para resultar del todo creíble, el cineasta nunca esconde sus filias y sus fobias, algo no necesariamente malo pero que, en este caso, nos parece quizás demasiado cercano a la mera caricatura en personajes como el autoritario padre al que da vida un bigotudo Jorge Sanz o en los agresivos campesinos de Almería, de los que no se termina de entender su animadversión congénita con los protagonistas. Vivir es fácil con los ojos cerrados es una comedia, sí, pero en ningún momento deja de verse su perfil doctrinario.
Este perfil no se manifiesta sólo en su mirada al pasado sino que Trueba inserta unos mensajes claramente destinados a la juventud de hoy en día, animando al optimismo, al humanismo y a la rebelión personal frente a todo lo deprimente que nos rodea. Este tono discursivo tampoco tendría que ser perverso per se, el problema surge cuando no existe la sutileza que requiere como condición necesaria la comedia de altura y los hilos que se manejan son claramente visibles por el espectador atento, no es el “qué” sino el “cómo” y esto resulta especialmente gravoso en alguien que, como el autor, es fundamentalmente un guionista que hace películas y al que se le supone un mayor dominio de estos recursos.
Dicho todo esto se podría pensar que Vivir es fácil con los ojos cerrados es un producto desdeñable y no sería cierto, ayudan a que el tema salga adelante unos actores en estado de gracia y estupendamente dirigidos, desde un Javier Cámara entrañable y reconocible en su rol de profesor beatlemaniaco y bonachón hasta un Jorge Sanz que, pese a lo esquemático de su papel, resulta un completo acierto de casting. Pero quien brilla por encima de todos es la casi debutante Natalia de Molina que en su interpretación esconde (como reflejo de casi todas las chicas de la época, supongo) bajo la necesaria apariencia de modosita, una chispa de pasión que enamora y convence. Ella es, junto a ciertos momentos de comicidad francamente bien conseguidos, lo mejor de un film que dejará satisfecho y con buen sabor de boca a casi cualquier espectador que se acerque a sus imágenes y claro, escuchar a los de Liverpool lo hace todo más fácil.