Cuando una película es reconocible en sus esencias y formas, cuando pasan cinco minutos y ya sabes qué vas a ver y cómo te lo van a contar, no hay dudas, estamos ante una obra de autor. Pero, ¿Y si estamos ante algo genérico? Esta duda siempre surge a colación cuando hablamos de John Carpenter, ¿Un autor reconocible o un maestro del género sin pretensiones? La respuesta políticamente correcta sería que estamos ante un espacio nebuloso donde los clichés cinéfilos no sirven al 100%. La otra forma de decirlo sería que todo esto a John Carpenter le importa tanto como las etapas llanas del Tour de France al espectador sesteante medio.
Carpenter hace películas de Carpenter, algo similar a lo que hacía Hitchcock con la diferencia que mientras que Sir Alfred estaba realmente interesado en su audiencia, en sorprenderla cada vez; al tío John lo que le motiva es la película en sí misma. Resumiendo, Carpenter hace lo que quiere cuando quiere por la sencilla razón de que un asunto le interesa aunque sea a base de, aparentemente, marcarse un remix de alguna de sus antiguas producciones.
En el caso que nos ocupa, Fantasmas de Marte, parece evidente que se retoma el concepto de Asalto a la comisaría del distrito 13, sin embargo muchas son las diferencias que las separan más allá de la introducción del elemento sci-fi y la idea de lo extraterrestre como sobrenatural.
Esencialmente lo que Carpenter pretende en su cinta es dejar de lado la intención política de Asalto y convertir Fantasmas de Marte en un film de badass action. De esta manera lo invisible de la amenaza, la lateralidad del invasor, solo se mantiene en un plano secundario, combinándolo con la visión interpretativa desde varios puntos de vista de los protagonistas, lo justo para crear expectativa, tensión. Curiosamente la fórmula posterior consiste en crear un espéculo con Asalto a la comisaría. Si allí la amenaza se hacía tangible, física y por tanto eliminable, aquí su aparición revela su propia condición de eteriedad, de invulnerabilidad a lo humano.
Claro está que para que esta condición se ponga de manifiesto hay que asistir a escenas de acción. Escenas estas quizás algo deslavazadas pero que ponen de manifiesto el propio desconcierto de los protagonistas. Una confusión que se va disipando en tanto se establecen lazos de hermanamiento imposibles a la vez que se asume la idea de destino inevitable, de huida hacia adelante pero no en modo cobarde sino, más bien en asunción de lucha a cara de perro aun conociendo el resultado (la derrota de antemano).
El matriarcado resulta también relevante, más teniendo en cuenta que estamos ante una ola de cine presuntamente feminista que consiste en poner mujeres en roles habitualmente destinados a lo masculino. Huyendo de todo ello, y demostrando por ello que estamos ante un auténtico avanzado a su época, la presencia de lo femenino como poderoso se revela a través no solo de dar protagonismo, sino de reducir (y así parodiar al tradicional cine hollywoodiense) al elemento masculino a estereotipo sexista y simplista. Carne de cañón prescindible que se superada por la capacidad de reflexión, profundidad y decisión de las mujeres en la cinta.
¿Estamos pues ante un film feminista? Sí y no. Si entendemos esto como la superioridad de un género sobre otro la respuesta es negativa, porque, aun teniendo en cuenta lo dicho anteriormente, Carpenter pone en liza a un auténtico personaje icono como Desolation Williams que se equipara sin problemas a lo femenino. Por eso Fantasmas de Marte es feminista en tanto que pretende poner en un plano de igualdad lo femenino y lo masculino. Por ello quizás la palabra más precisa sería hablar de un film reivindicativo e incluso idealista.
Pero no nos engañemos, aunque todo el componente subtextual está ahí presente, Fantasmas de Marte no deja de ser un divertimento, una gamberrada disfrutable repleta de mala baba, humor negro, sangre y cabezas cortadas. Un deleite kitsch, si se quiere, que permite visionarlo en todos los niveles que uno quiera o le plazca. Puede que deje poso o no, pero desde luego la sensación es que todo el mundo disfruto de lo lindo rodándola, un hecho que puede parecer baladí pero que impacta de forma indiscutible en el espectador, dejando ese sabor de sci-fi a la vieja usanza, de serie B cachonda con mucho a escarbar en su interior.