¡Ostras, pues no sé qué pensar!
Me falta mucho mundo para entender lo que aquí he visto, creo yo. O eso, o no he visto nada, pero he visto varias cosas a las que sé dar un sentido, pero que, en cualquier caso, me dejan un poco en medio de ninguna parte en cuanto a sentimientos.
Claro, dicho así parece que haya visto una película muy rara, y no es verdad. Villa Touma es muy normal. Una especie de La casa de Bernarda Alba, a la palestina, con unas hermanas cristianas, ya de cierta edad, todas solteras, viviendo juntas en la misma casa, bajo unas órdenes estrictas, unas normas, unas rutinas y una riqueza que se agota (si es que existe) mientras intentan mantener la clase y la imagen socialmente establecida (de cristianas bien posicionadas).
Quizá sea sólo eso. Una historia sobre el amor y la familia, o sobre los roles familiares. Sobre la importancia de todo ello a la hora de sustentar las relaciones personales, de ser felices o de no reconocernos ni siquiera en los espejos. Es como un sentido del deber que (casi) todos llevamos dentro. Hemos de elegir, en muchos casos, entre la familia y lo demás; la vida que se nos presenta por delante, o la vida aparecida de la nada; las obligaciones no contractuales que se firman con la mente entre todos los sujetos constituyentes.
Y los rencores que nacen de esto mismo y que se deben ocultar para mantener las cosas en su sitio, sin salirse del tiesto y que alguien piense que estás loco, o peor, que eres un egoísta familiar. Pero también puede que trate de la comprensión, de que si la familia crece unida permanece unida para siempre. De los lazos invisibles que nos atan, unos lazos que se resienten como nuestros propios sentimientos, siempre resentidos, por saber quién dio más de su tiempo y de su esfuerzo en mantener a la familia fusionada.
Pero puede que esté equivocado, y puede que no haya aquí nada de esto, en Villa Touma, que lo he pensado porque sí. Puede que aquí sólo haya apariencias que mantener, porque todo es apariencia. Porque el golpe final que da Suha Arraf (directora y guionista) es duro y perdura en el recuerdo por un tiempo. No sólo plantea una situación, un contexto, un microcosmos comprensible dentro de un mundo desconocido, también le da vida a través de la muerte. La muerte del padre, la madre, pero nunca la hija.