Víctima imperfecta (Delphine Girard)

Una de las cosas más graciosas que estoy viendo últimamente en algunas películas escritas y dirigidas por mujeres es lo bien que muestran cierto victimismo masculino que explota definitivamente a una determinada edad. No porque antes no existiera —casi todos lo tenemos— más o menos, claro (y puede que no venga ni por sexo, género o edad sin más), pero que a veces coincide con lo que se ha dado en llamar la crisis de los 40 y puede variar —me cuento aunque aún no llegue ahí— según estado laboral, conyugal y edad de los hijos. Si encima son adolescentes, al padre se le puede juntar todo, desde algo de complejos por la falta del vigor habitual, a un poco de rabia por la desatención en casa y hasta una clara pérdida de la autoestima si las cosas van mal dadas también fuera del hogar. Todo ello puede contribuir al malestar general, a la amargura y el enfado, y todo ello, a su vez, puede acabar en una agresividad y un odio hacia los que ellos consideran de culpables. Esto, que antes achacaba simplemente a todo lo que ya he contado, parece no ser solo cosa de la edad. El victimismo, digo, y sus consecuencias, si bien estén a lo largo de nuestras vidas ocultados tras una apariencia y personalidad encantadoras. Y, al menos en términos cinematográficos, esto no tiene por qué estar racionalizado, ni siquiera tiene por qué ser algo explícito o que se quiera mostrar en dichas películas, pero es algo que está. Y eso es lo gracioso, porque para los hombres todo lo que he mencionado puede sonar a disculpa tras algún momento de “tensión” (las varas de medir me obligan a las comillas). Como la de Feijoó cuando dijo que el candidato de Vox Carlos Flores Juberías tuvo «un divorcio duro» para justificar su condena por un «delito de violencia psíquica habitual y 21 faltas de coacciones, injurias y vejaciones».

En Víctima imperfecta, película protagonizada por Veerle Baetens (Alabama Monroe), Selma Alaoui y Guillaume Duhesme, lo importante de verdad está en cómo se siente la mujer tras ciertos hechos, pero no se olvida de mostrar al hombre y, en ambos casos, hacerlo intentando alejarse en lo posible de los arquetipos y los tópicos más esperables en este tipo de cine. Un cine en todo momento dramático, que empieza siendo un thriller que te mantiene al borde del asiento, evoluciona en forma de película de intriga con algunos toques policiacos y de misterio sobre el asunto que nos involucra a todos, y termina con una pizca de drama judicial. Entre medias, seremos testigos de lo que de verdad ha ocurrido con determinados ‹flashbacks› que irán dejando caer las gotas suficientes de verdad para que el espectador pueda ir formando su opinión. Como en Anatomía de una caída, pero con los abusos sexuales como tema central.

Y saco a relucir Anatomía de una caída porque justo ayer una amiga me escribió para decirme que necesitaba saber si tenía un final cerrado y se conoce la verdad después de verla. Si no era así, me dijo que la quitaba ya mismo, aprovechando que llevaba solo 20 minutos y que, textualmente, no le apetecía pensar más. Como si pensar fuese algo a lo que te obligara el hecho de tener un final muy ambiguo o poco claro. Como si en el resto del metraje no te dieran suficiente material para “pensar”, incluso sin tener final ambiguo. Eso es algo que demuestra la directora y guionista Delphine Girard en Víctima imperfecta, una película que deja bastante claro en qué consiste el consentimiento, pero que aun así prefiere desarrollar el “acontecimiento” sin ambigüedad y en dosis muy pequeñas hasta llegar a su final. La solidaridad con la víctima de la agresión sexual es casi instantánea gracias a los 16 primeros minutos de metraje, pertenecientes al corto A Sister (2018) que dirigió Girard y que contó con los tres mismos protagonistas de Víctima imperfecta, pero la aparición de ciertos ‹flashbacks› permite que conozcamos algo que acaba siendo esencial y enormemente bien escrito y expresado por el personaje de Baetens en un momento dado (hacia el final). De hecho, lo interesante de la falta de ambigüedad que queda aquí es que, a pesar de eso, siguen surgiendo más dudas, como por ejemplo la de qué habría ocurrido si, tras la llamada con que empieza la película, la víctima no hubiese conseguido que la policía la encontrara.

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