Segundo de Chomón fue uno de los primeros genios de la historia del cine. Sus estudios de ingeniería fueron la plataforma perfecta para descargar en la pantalla grande una creatividad única y especial. Como todo buen ingeniero su obsesión estaba focalizada en alcanzar la perfección insertando en sus historias unos trucos y efectos cargados de fantasía. Fue el cine fantástico por tanto el género donde mejor se desenvolvió el aragonés, hecho que propició que fuera comparado, no cabía de otra manera, con el maestro Georges Méliès, suceso que tachó injustamente al arte de Segundo como una especie de sucedáneo del ideado por el genio francés. Cierto es que se nota que Méliès fue un claro referente para Chomón, pues algunas de sus cintas absorbían el aroma que desprendían los noveles filmes creados por el autor de Viaje a la Luna. Que fuera contratado por la Pathé como principal candidato a competir con las piezas ideadas por el mago Méliès, fue un punto que se volvió en contra del turolense.
Sin embargo Segundo de Chomón cultivó su propio repertorio. Así, se le considera el padre del Stop Motion gracias a obras como Eclipse de Sol o El hotel eléctrico. Entre las técnicas que desarrolló se hallan el trabajo con diversas paletas de colores estrujando el potencial que le ofrecía Pathé, la explotación del movimiento a través de novedosos travellings y planos circulares que venían a romper la rigidez del típico plano fijo empleado por los pioneros del cine, el uso de la magia como un recurso onírico en sus relatos y también el añadido de ingredientes como los fundidos, las sobreimpresiones y esas pequeñas explosiones pirotécnicas que ya habían sido abordadas por Méliès en algunas de sus mejores obras y que fueron depuradas por el maestro español.
De entre el inmenso catálogo que adorna la filmografía de Segundo he decidido rescatar una pieza que bien podría ser encuadrada como un remake del gran clásico del cine primitivo Viaje a la Luna, pues este es un film que bebe con claridad y algo de alevosía del imaginario creado por Méliès en su obra maestra. En este sentido la consideración de imitación podría restar algo de valor a una obra que merece ser evaluada en su justa medida, sin referentes que resten nota, pues en Viaje a Júpiter se aprecia la épica singular y diversa del autor de Jim, el escurridizo. Una prosa que se beneficiaba de la fantasía y los trucos de magia para inspirar unos cuadros humanistas donde se representaban los principales valores y miserias que denotan el alma humana.
Segundo la filmó siete años después de Viaje a la Luna y en ella son reconocibles algunas innovaciones lanzadas por su antecedente. Sin embargo la principal señal que permite diferenciar la obra de Segundo de la de Méliès es su tratamiento narrativo, pues en Viaje a Júpiter el aragonés introdujo un recurso onírico que cobra todo su sentido merced a la imaginación sin límites de la que hacía gala la mente del creador de La casa embrujada.
Lo primero que llama la atención del cortometraje es su aspecto visual, pues a la belleza de los escenarios y paisajes hay que añadir el aprovechamiento de unos tintes absolutamente fascinantes y sensoriales. Unos pigmentos de tonalidad muy viva que se asientan en el ojo desplegando todo su poder embaucador. Asimismo sus tiernos trucos de magia que embellecen la pantalla (como esa cara animada del planeta Júpiter mucho más humana y dulce que la tez amenazadora y engreída de esa luna engendrada en Viaje a la Luna, o ese libro de astronomía que exhibe unas escaleras que deben ser escaladas hasta arribar al ansiado planeta, un trayecto más sencillo y cercano que el cohete con forma fálica al que montaban los aventureros protagonistas de la pieza referenciada). Finalmente el alucinante viaje emprendido por el principal intérprete del corto que se eleva como la cumbre innovadora de Viaje a Júpiter mediante un sublime travelling que revela el ascenso por la escalinata desde la tierra a Júpiter y la llegada del protagonista a los montes y volcanes del planeta del anillo, con sus beligerantes moradores intimidando la presencia del recién llegado el cual se defenderá a golpe de mandobles que culminarán en la explosión pirotécnica (de nuevo Viaje a la Luna presente) de los hostiles adversarios.
La sinopsis del film se resume con facilidad. En un viejo castillo medieval un astrónomo se halla inmerso en el estudio y la observación del planeta Júpiter patrocinado por un noble (pudiera tratarse de un Rey) que irrumpirá en la habitación acompañado con su bufón para averiguar los progresos de la investigación. A través de un telescopio el astrónomo y el noble contemplarán las caras de Júpiter, también sus vigilantes (una bella mujer, un anciano ataviado con unas tijeras y finalmente el supremo Dios que todo curiosea). No contento con lo examinado, el noble descansará sobre el lecho de su cama todas sus inquietudes, si bien repentinamente su cuerpo despertará en medio del Universo en las orillas de los escalones que se dirigen hacia Júpiter, decidiendo iniciar la escalada para alcanzar su meta, debiendo para ello sortear todo tipo de peligros y contrincantes que no le pondrán nada fácil su expedición hacia lo desconocido.
Viaje a Júpiter es un regalo para los sentidos. Un cortometraje que a pesar de que pueda resultar no muy original se manifiesta como una joya del Stop Motion y del cine fantástico. Una obra precursora que continuó esa evolución necesaria que germinó en los orígenes del séptimo arte y que gracias a la aportación pionera de diestros mentores como Segundo de Chomón y Georges Méliès daría lugar al principio del cine moderno de ciencia ficción. De entre sus muchos méritos destaco su enigmático color, sus majestuosos trucos de magia (como el ya comentado del libro de astronomía me parece un portento o esa infinita subida por esas escaleras plagadas de comprometidas trampas dibujadas como si fuéramos presa de una alucinación lisérgica), su poética trama que vierte su acción hacia una deriva onírica e irreal que le viene como anillo al dedo al cuento narrado y finalmente su tramo final donde la acción, la magia y la fantasía se dan la mano para transformar la novela expuesta en un cómic delicado y terriblemente zalamero que hará las delicias de los entusiastas de la prehistoria del celuloide sobre todo con la presencia de esos habitantes de Júpiter con ganas de liarla parda para dar una lección a ese intrigante aventurero que ha osado traspasar los límites de la cordura. Sin duda una película formalmente impecable que se alza como una de las cumbres del cine de ciencia ficción que debe ser premiada con el cariño de todos los cinéfilos.
Todo modo de amor al cine.