Giuliano Gemma fue una de las estrellas del cine italiano del siglo pasado. Focalizó su carrera mayoritariamente dentro del ‹cinemabis› europeo, siendo uno de los rostros más reconocibles del ‹spaghetti western›, corriente en su día imperante del cine de consumo popular del país transalpino. El actor, fallecido en 2013 a causa de un accidente de tráfico, tuvo dos hijas, Giuliana y Vera. Esta última se convertiría en un personaje de cierta celebridad en el país, con una errática carrera como intérprete pero siempre bajo el manto de fama que otorga el llevar el apellido de uno de los actores italianos más populares del pasado siglo. La dupla creativa formada por Tizza Covi y Rainer Frimmel se quedaron tan entusiasmados con Vera Gemma que ahora le dedican el protagonismo de su última película, con un punto de partida ambicioso: Vera se interpreta a sí misma, respetando su entorno, amistades y cotidianidad diaria, dentro de una historia de ficción.
A medio camino entre el documental y el relato de ficción (con leves inspiraciones reales, según afirman Covi y Frimmel), se nos presenta una persona como Vera; de arrolladora personalidad y trasfondo fascinante, es una mujer que rápidamente se puede adscribir a ciertos estereotipos, los mismos que la película pretende dinamitar a través de su puesta en escena. Cogiendo el espíritu del documental (género que apuntala el garbo creativo de la pareja de cineastas), la cinta se dedica a perseguir a Vera por cada una de sus actividades diarias, como forma instantánea de conocer al fondo de la persona, las cavidades subterráneas del personaje. La cámara de Covi y Frimmel aportan el vehículo para que su protagonista alimente la película: melancolía, aflicción y un viaje vital a través de su idiosincrasia son los elementos que inspirarán al espectador mientras la observe yendo a castings, visitando a familia y amigos (Giuliana Gemma o Asia Argento aparecen, también interpretándose a sí mismas), o sufriendo un percance que la entrometerá en una familia desestructurada de la periferia de Roma. Carente de afecto, y con la cámara de Covi y Frimmel únicamente como vehículo conductor, Vera es un personaje que irá componiéndose a medida que avanza la narración, conociendo además aspectos de su pasado que darán aún más entereza a su carácter; la gloria pasada, con la sempiterna losa en cuanto al estereotipo por ser hija de una celebridad como Gemma, algo que Vera también anexa a su fracaso como artista.
En Vera confluyen dos convergencias dramáticas de manera natural: Vera como un personaje vacío, ahogado por una sociedad egoísta y anclada en el estereotipo, que niega a caer en cualquier tipo de convencionalismo y ser sólo fiel a unos principios que veremos en sus largos paseos por Roma, e incluso en las conversaciones con su chófer Walter; pero, también, la cinta no ignora el inspirar de manera natural cómo Vera intenta suplir ese vacío con una especie de viaje retrospectivo en el que analiza su idiosincrasia en una etapa muy relevante su vida. El halo que envuelve la coyuntura a reflexionar sobre la el dardo envenenado de la fama para los descendientes de aquellos que logran la popularidad; la escena en un cementerio de Roma, con Vera junto a Asia Argento (también de hija de toda una institución cinematográfica italiana, Dario Argento) acerca de la resignación sufrida a la hora de vivir a la sombra de un padre famoso, es clave en la película a la par que evidente; no es casualidad que ambas confiesan sus sentimientos delante de la tumba del hijo de Goethe.
El mayor acierto de Vera es construir un personaje sobre el que se vislumbra una clara ambigüedad en cuanto a la verosimilitud respecto a la persona real; se deja al espectador que sea él mismo el que reviente las líneas entre ficción y realidad, ante el aquí esperado estilo de Covi y Frimmel versado en fundir el lenguaje cinematográfico entre el más puro documental y la ficción dramática, mecanismo perfecto para el objetivo de esta cinta: derrotar al estereotipo, reflexionar sobre el reverso menos conocido de la popularidad, y componer un retrato de aparente realismo de alguien que se esconde muchos más valores que el de llevar un apellido tremendamente popular.