Veins of the World (Byambasuren Davaa)

Mucho antes de que aparezca explícitamente el mensaje de Veins of the World (Byambasuren Davaa, 2020) en un texto previo a los créditos finales —en el que se explica el riesgo ecológico que corre Mongolia respecto a los intereses de las grandes compañías mineras, por la disposición de su gobierno a permitir la extracción de oro de una gran parte de su territorio—, la película ha dejado claras sus intenciones abiertamente a los espectadores. La sutileza discursiva no forma parte de su narración, que arranca de una premisa muy evidente: en una región de la estepa mongola un grupo de habitantes ve amenazada su forma de vida nómada por la llegada de las grandes empresas que van en busca del preciado metal. Entre ellos está la familia de un niño, Amra (Bat-Ireedui Batmunkh), cuyo padre Erdene (Yalalt Namsrai) lidera la resistencia a abandonar sus tierras a cambio de la compensación económica que les ofrecen. Amplios planos generales muestran el bellísimo paisaje en el que pastorean animales y sitúan sus características casas móviles, las yurtas. Continúan un legado de siglos de tradición, mientras irrumpen grandes máquinas de excavación y gigantescos camiones con su molesto ruido.

Se establece así desde el comienzo una contradicción irreconciliable entre el supuesto progreso que traería la explotación de los recursos naturales, típica de una economía extractivista, y el equilibrio ambiental y la relación respetuosa con el ecosistema que mantienen los nómadas en un país de los menos densamente poblados del mundo. La rutina cotidiana de la familia de Amra estructura el filme, con las tareas domésticas de su madre Zaya (Enerel Tumen), la fabricación artesanal del queso de cabra que comercializan, la escuela y sus sueños de triunfar en la edición nacional de Got Talent. El dilema entre la modernidad —de las esperanzas de una vida mejor integrada en la sociedad contemporánea— y la tradición ocupa parte de los anhelos del pequeño Amra, que se expresa con su intención de participar en el concurso de talentos cantando una canción que habla de los peligros de la avaricia por extraer el corazón de oro de la Tierra. La muerte de su padre en un accidente de coche al regresar de la audición del programa le genera un profundo sentido de culpa. La encrucijada central de la cinta se manifiesta cuando, por un lado, se ve obligado a continuar el legado paterno de la lucha por mantener su cultura y, por otro, pretende obtener el sustento de su madre y su hermana, de quienes se siente ahora responsable.

El boicot planificado de las máquinas da un respiro momentáneo, pero no soluciona la falta de ingresos. La necesidad familiar le lleva a trabajar junto a los adultos en una de las precarias perforaciones donde algunos hombres intentan ganarse un sueldo en el día a día. La pobreza se perpetúa así incluso con estas novedosas alternativas de producción de riqueza, que solo benefician significativamente a quienes más tienen mientras destruyen el medio natural. Esta salida al mundo de Amra, a exponerse a sus peligros y a la adultez, se contrapone al empeño de su madre en que continúe siendo un niño dentro del hogar. Un conflicto que acaba por construirse visualmente en un destacable plano completo frontal desde el interior de su casa que utiliza el umbral de su entrada como reencuadre mientras madre e hijo interactúan fuera —evocando ineludiblemente a The Searchers (John Ford, 1956)—. Su actuación en el concurso televisivo es la que finalmente simboliza la unión colectiva de todo el asentamiento, a través de un medio de comunicación de masas, difundiendo el poderoso discurso de la sabiduría milenaria encerrada en una canción que provoca el hermanamiento de toda la región. Al mismo tiempo que alerta sobre este grave problema, Veins of the World postula la importancia de aprovechar todos los recursos del progreso para difundirlo y crear conciencia. Algo que alcanza —a modo de metacomentario autorreflexivo— a la propia razón de ser del largometraje y de sus posibilidades de proyección internacional.

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