Muchas veces los finales de las películas sirven para marcarlas, pues normalmente es lo que sigue presente en la mente del espectador cuando abandona la sala. El arte de hacer finales resulta complejo por el hecho de tener que cerrar la historia de una manera que resulte consecuente y satisfactoria. Y, por desgracia, algunos directores jamás consiguen hacer suyo este arte.
Es el caso de Steven C. Miller, que en los últimos diez minutos de Under The Bed acaba por destrozar una historia que, pese a arrancar bien, no termina de decidir su camino en ningún momento, resultando una pieza delirante y absurda que no contentará ni a los que busquen fantasía ni a los que busquen terror.
Partiendo de esa premisa infantil del monstruo nocturno que acecha bajo la cama, de los terrores nocturnos que se sufren en una fase de la niñez y que son ignorados por los pragmáticos y racionales adultos, el largometraje nos cuenta la historia de Neal, un adolescente que, tras pasar dos años en Florida, vuelve a una casa a la que parece tener miedo. Se reencontrará con su hermano pequeño, Paul, y pronto descubrirán que las pesadillas que dejó atrás siguen en su mismo cuarto, y ahora persiguen también a su hermano.
Como ya hemos mencionado, el comienzo resulta muy alentador. Jonny Weston, lo mejor del film, lo borda en su interpretación del adolescente hosco y paranoico encerrado en su mundo interior. Gattlin Griffith, el niño coprotagonista, hace también un buen contrapunto con su interpretación. Aunque la película peca de utilizar los recursos manidos del género (luces encendidas que se apagan, juegos telequinéticos a lo Poltergeist, búsqueda del susto fácil) no acaba de definir su estilo entre el terror puro, el thriller psicológico y el suspense.
Tenemos que ir haciendo un esfuerzo a medida que avanza la película para tratar de entender la historia, pues Miller juega con esta falta de datos para mantener la intriga. Lo sobrenatural está presente en la forma del monstruo bajo la cama, pero lo cierto es que durante más de una hora nos dedicamos a rascar la superficie, a intentar mantener los nervios de una forma bastante infantil.
Y cuando los bostezos comienzan a invadir la sala y nos preguntamos cómo será el director capaz de resolver el embrollo en el que se ha metido, porque como ya he dicho, la coherencia en la historia brilla más bien por su ausencia, nos enfrentamos a unos últimos diez minutos demenciales, que rompen el guión de todo lo que hemos visto antes. Un monstruo que sería demasiado cutre para la más barata de las producciones de series B (sin relación con la cama ni nada, ya, que eso solo queda bien para el título), portales a otros mundos en su misma habitación, cortesía de Narnia (con su dosis abusiva de imágenes generadas por ordenador) acabando con toda la colección de clichés clásicos de las películas americanas.
En estos momentos uno no sabe si reírse, llorar, o exigir que le devuelvan el dinero de la entrada. Pese a todas las expectativas que pudiese levantar, Under the Bed acaba por revelarse como una película infantil, incongruente y con unos fallos tremendos de guión. Al menos los actores si se toman en serio sus papeles y nos ayudan a pasar el trago (pese al histrionismo exagerado de Peter Holden). En cualquier caso, ninguna persona adulta con un poco de carga cinematográfica podrá pasar por alto los numerosos errores de un film que promete acabar siendo carne de sobremesa un domingo en alguna cadena televisiva.