Cerramos esta edición tan ‹sui generis› del D’A de la mejor manera posible. Bueno, podría ser, en cierto modo, de la peor, pero al fin y al cabo, una edición como esta, marcada por el confinamiento y la obligatoriedad de realizarse vía streaming, merece una buena dosis de buen humor, al menos por parte del espectador. Así pues, el título escogido, Una vez más de Guillermo Rojas, viene a sustituir a un habitual del certamen como Jonás Trueba. Uno de esos directores al que desde Cine Maldito nos sentimos compelidos a visionar sí o sí. Puede que sea masoquismo o la esperanza de que nos sorprenda para bien, pero en todo caso sus películas nunca dejan indiferente, ni que sea como ejemplificadoras de esos memes de twitter con el mensaje “en su cabeza era espectacular”.
Es evidente que para Rojas esto no es así, de hecho queda más que patente que Trueba, junto al Linklater de la trilogía Antes de…, son sus referentes tanto temáticos como formales. Es por eso que nada es sorprendente en el film ni tampoco lo pretende. Ofrece exactamente aquello que se esperaba. Es en este sentido que podemos hablar de un film zapatilla vieja en cuanto a la comodidad de lo familiar, de la ausencia de sobresalto. Sin embargo no podemos calificar esto como algo positivo. Un film que versa sobre conflictos emocionales de jóvenes no puede ni debe ser cómodo, ni familiar, ni viejuno. Un film como este, que busca ante todo una empatía generacional debe aspirar a sacudir algo y no ser un mero catálogo de referencialidad y pleitesía a sus autores predilectos.
No se puede negar, no obstante, la sinceridad manifiesta de Rojas en poner las cartas sobre la mesa: Paseos interminables, diálogos impostados de referencias literarias, conciertos al aire libre donde siempre, curiosamente, hay una canción que refleja y subraya el estado de ánimo de los protagonistas, silencios, deseo contenido y reproches son los platos que componen este menú servido desde la óptica de la presunta trascendencia de los dramitas del primer mundo de treintañeros recién cumplidos en crisis. Una historia que es innegable que puede ocurrir, y de facto ocurre, cada día y con la que podríamos sentirnos identificados sino fuera por la superficialidad de su tratamiento.
En realidad, a Rojas parece que no le importan tanto sus personajes como rendir pleitesía a los de Jonás Trueba. Es significativa la escena en que sus protagonistas acuden a ver La reconquista y se sienten reflejados por lo que ven en pantalla. Con ello los desdibuja al nivel de meras sombras, de ‹wannabes› de una película de Trueba con el añadido de que estos ya eran así mismo sombras de los personajes de Linklater.
En defintiva, Una vez más resulta no ser una película de (des)amores y (des)encuentros generacionales, sino un tributo, una carta de amor de Guillermo Rojas hacia ese cine que admira, copia sin tapujos, pero del que es incapaz de extraer las lecciones necesarias para enmendar sus errores y apuntillar sus aciertos. Un trabajo que jonasea por encima de sus posibilidades facilitando que su audiencia no tenga ni que hacer el esfuerzo de buscarle las costuras.