Un rellano, dos viejos conocidos interpretados por actores de relumbrón, y una situación dramática al romper uno de los dos en llantos. En la superficie, uno podría pensar que está viendo otro drama de cine social patrio aderezado con la típica escena dramática de turno. En el fondo, lo que estamos percibiendo es otro mosaico por parte de la mano maestra de Cesc Gay, que gira entorno a esa atípica situación para terminar transformando lo negro en blanco, y lo blanco en negro, hablándonos a través de una secuencia tan sencilla como deslumbrante sobre relaciones humanas pero, en especial, acerca del orgullo, hombría, virilidad o como queramos llamarle.
Siendo simplistas se podría acusar a Cesc Gay de realizar un retrato pormenorizado e interesado que levantará las irás de más de uno precisamente por todo lo contrario, ser certero y complejo. Y es que el lienzo que tiende el catalán al espectador contiene multitud de capas que conviene analizar en frío por la valía de una perspectiva que prefiere no pararse a analizar o juzgar a sus personajes: aquí quien debe tomar esa decisión y tiene entre manos odiar u amar a los personajes es el propio público que percibe con curiosidad cada retal que Gay entrega de su historia.
Lejos de lo que pudiese parecer, su forma no condiciona el funcionamiento de un film que teniendo estructura episódica no necesita recurrir a la disposición de historias cruzadas. Sí, es cierto, algunos de sus personajes se conocen, pero no hay necesidad de enlazar relatos que funcionan por si solos y dotan de una inusual solidez a la obra, en especial teniendo en cuenta lo difícil que es ya no configurar un mosaico en el que el espectador se tope con tantos personajes y tan distintas historias, sino que estas no confluyan entre ellas como único motor para seguir el avance de la película con mayor interés.
Ni siquiera necesita Cesc Gay situaciones que se salgan de lo cotidiano, pues es en esa cotidianidad donde hallamos quizá el mejor nexo entre sus distintos personajes y el público. Todo ello se logra gracias a un guión que resulta casi milagroso y que es manejado con tenacidad, haciendo de su modo de plantear esas distintas realidades, de incorporar cada pequeño giro de guión o de enfocar conclusiones siempre razonables una de las principales armas de una cinta que sabe obtener una amplia escala de grises para retratar a unos personajes que tan pronto se encuentran derruidos anímicamente como ven herido un orgullo que casi siempre actúa como elemento desestabilizante y catalizador para encontrar un conflicto no desarrollado entre todas esas relaciones.
De hecho, hay un momento muy revelador en el que seguimos dos conversaciones paralelamente (el único momento del film donde se emplea el montaje en paralelo, aunque incluso de modo justificado y coherente) que enmarcan a una mujer que se ha encontrado con la pareja de su amiga y a la inversa, y en la que ellos van descubriendo como esa amistad que creían férrea y sólida se ve traicionada al conocer aspectos de la relación de su amigo que ya creían conocer. Al finalizar la secuencia, Gay los cita casualmente y con habilidad en el rellano del piso, esperando el ascensor. Tras no dar crédito durante sus respectivas conversaciones a lo que oían, el silencio parece su última respuesta en ese momento.
El manejo del espacio es otro de los puntos claves de la obra, que sirve al cineasta catalán para emplazar lugares y desarrollar casi la totalidad de sus secuencias haciendo uso de un magnífico montaje, y es que el cine de este hombre parece tocado por una varita a juzgar por la naturalidad y tacto que desprende Una pistola en cada mano. Una naturalidad que se traslada a un elenco en el que incluso intérpretes más flojos como Eduardo Noriega cumplen a la perfección con el rol asignado, y que completan una de esas obras que no hay que perderse, donde la pericia y el pulso de Cesc Gay se dan cita para hacer fácil lo difícil, y dar cierre con una secuencia que, por comedida, resulta deslumbrante génesis de un film donde las conclusiones no se cierran con la aparición de los títulos de crédito. Como debe ser.
Larga vida a la nueva carne.
Tiene muy buena pinta!
Me recuerda un libro que leí hace poco que trata precisamente sobre los hombres. Saludos http://terapiapsico-corporal.blogspot.com.es/2012/09/ser-o-no-ser-hombre-viaje-la-esencia-de.html
No dudes en acercarte al cine, si puedes! Yo lo hice y no me arrepiento en nada. Muy interesante el enlace que dejas, un saludo :)