En su segundo largometraje, la directora y guionista tunecina Leyla Bouzid sigue los pasos de Ahmed, un joven francés de ascendencia argelina que acaba de entrar a estudiar Literatura en La Sorbona. Al conocer en la facultad a Farah, una joven tunecina recién llegada a París, no tarda en darse una fuerte atracción mutua, pero la forma de vivir la sexualidad de ella genera sentimientos contradictorios en él que le cuesta gestionar.
Fundamentalmente, Una historia de amor y deseo habla del despertar sexual de un protagonista que ha crecido con una forma de ver el sexo muy cerrada y ceremoniosa, en un entorno tradicional que mira con malos ojos a las mujeres que viven su sexualidad de manera más libre. El choque con la forma de comportarse de Farah se hace evidente y con ello se complica una relación en la que él siempre se muestra receloso, rehúye o le dan arranques desagradables que evidencian su posición y trasfondo eminentemente conservadores, con un entorno de amistades que refuerzan esos puntos de vista e incluso le invitan a que controle a su hermana porque su promiscuidad está generando mala prensa a su familia.
Al mismo tiempo, el deseo comienza a hacerse un lugar en sus pensamientos diarios, siempre a través de la atracción que siente por su compañera de clase. El impulso de querer entenderla y estar con ella hace que comience a identificarse y obsesionarse con los poemas eróticos árabes que investiga como parte de su programa formativo. Pero este cambio es lento y al principio Ahmed intenta acomodar sus nuevos conocimientos y experiencias a lo que ya forma parte de él: es llamativa en ese sentido la presentación que realiza para clase insertando su propia perspectiva en las conclusiones, e interpretando los poemas como una suerte de abstracción que sólo tiene sentido si el deseo nunca se logra consumar.
Bouzid trata este desarrollo con un respeto a los tiempos muy encomiable, planteando el escenario como una suerte de choque de trenes cultural al principio que aturde a su protagonista, pero que poco a poco va formando una estructura coherente para él y que llegará a su culminación cuando entienda y alcance la plenitud de su deseo. Pero la sexualidad es para la historia un vehículo para narrar algo más complejo, una necesidad para Ahmed de encontrar su sitio entre entornos sociales distintos para él, con una gran diferencia en sus valores éticos. A través del descubrimiento erótico, reflexiona sobre las limitaciones autoimpuestas por las normas éticas con las que ha construido su personalidad, sobre su propia identidad y su lugar en la sociedad. Su incomodidad, su recelo a ser observado y juzgado, su dificultad para comprender y aceptar cómo otros pueden vivir sus vidas de un modo distinto; forman todos ellos parte de un aprendizaje que, errático pero continuo, avanza decididamente a lo largo de toda la película.
Una historia de amor y deseo es una obra que como muchas otras trata temas adyacentes a la juventud, como son la definición de la identidad cultural y el despertar sexual. No ofrece una perspectiva realmente novedosa o radical, por lo que sus méritos derivan particularmente de la comprensión intimista hacia su protagonista. Y en este aspecto la mirada de Bouzid es cuidadosa y llena de empatía, sintiéndose lo suficientemente cercana a las emociones privadas sin traspasar líneas que resultarían invasivas, algo que se vuelve especialmente delicado en una narración en la que la sexualidad y su expresión física y emocional tienen un peso tan importante. Esto se logra no solamente poniendo un foco adecuado en el propio protagonista, sino también en su entorno, en su familia y amigos, y también en la propia Farah, que sufre y responde a su modo a las indecisiones que rodean a Ahmed.
En cualquier caso, tal vez le falte un poco de empuje para resultar más memorable. Pese a que permite formarse un cuadro claro y más o menos completo de la situación emocional de Ahmed, no creo que hubiese hecho ningún daño explorar más a fondo los puntos de vista que le rodean, de sus amistades y sus compañeros de trabajo, del trasfondo familiar o de su rendimiento académico. Pero es decisión de Bouzid dirigir la atención fundamentalmente a cómo este y Farah crecen como pareja, y en lo que se queda más corta la película se puede comprender, aunque no sentir con el mismo énfasis. Esta suerte de compromiso siempre va a aparecer cuando se quiera dar protagonismo a un aspecto en detrimento de otros, y es por ello por lo que el más que satisfactorio resultado no se siente por completo redondo.