El nombre de Ringo Lam es, por derecho propio, uno de los esenciales de la cinematografía de su país. Cineasta capital en la evolución de un género como la acción en Hong Kong, que con la aparición de un título ineludible, A Better Tomorrow de John Woo, y gracias al particular estilo tanto del cantonés como del propio Ringo Lam, estableció una mirada que se convertiría en referencial a partir de aquel momento, llegando a marcar a toda una generación de cineastas que aún perdura a día de hoy.
Lam inició su periplo a principios de los 80, con films cuya relación con su trabajo posterior se podía dirimir en algunos apuntes estéticos, pero cuyo tono —marcado por un humor muy en boga por aquellas fechas— difería de lo que vendría después, aunque en la secuela que rodó para la saga Mad Mission —mítico título dirigido por Eric Tsang apenas unos años antes— ya se podía advertir su propensión por un cine de acción al límite, sin ningún tipo de complejos.
No sería hasta 1987 cuando, en una colaboración doble con el que se convirtió en la horma de su zapato, un Chow Yun-Fat que le acompañaría en algunos de sus grandes éxitos, se empezaba a atisbar el sello inconfundible de un autor capaz de realizar films tan semejantes pero, en cierto modo, dispares como Prisión en llamas y City on Fire. El primer largometraje, ambientado en una cárcel, donde también contaba con la presencia del mítico Tony Leung —quien volvería a repetir más adelante—, ya establecía las bases de esa camaradería presente en el llamado ‹Heroic Blodshed› —cuya huella es bastante evidente, además de en la obra del ya mentado Woo, en otros autores coetáneos como el gran Johnnie To—, aferrándose a la faceta más humana de unos personajes que, sobrepasados o no por las verticales y poderosas escenas de acción, siempre otorgaban un cierto halo emotivo. City on Fire, que por otro lado se revelaría más adelante como uno de los gérmenes del Reservoir Dogs de Quentin Tarantino, descubría algunas de las claves que dominarían la filmografía de Ringo Lam, en especial esa explosividad tan característica de sus trabajos, una atmósfera trazada con un pulso indiscutible y el contrapunto salvaje que emergería especialmente a través de la figura de Yun-Fat, alcanzando su cumbre años más tarde.
Después del disparadero que supusieron ambas propuestas, el cineasta cerraba su personal trilogía sobre Hong Kong con School on Fire, trazando así un adusto mosaico al que seguirían nuevas colaboraciones con Chow Yun-Fat como Wild Search o un film que también cosechó cierto éxito como Hong Kong War —también conocida por el título Undeclared War—, todo ello justo antes de rodar la segunda parte de Prisión en llamas, y a las puertas de los que serían sus años de mayor notoriedad.
Así, a inicios de los 90 y tras Prisión en llamas II, llegaría su cooperación con otro de los nombres clave del panorama, el director y productor Tsui Hark, junto al que filmaría Twin Dragons, una de esas cintas a imagen y semejanza de Jackie Chan, que tuvo tras de sí a una compañía como Dimension Films. Sólo un año más tarde, Ringo Lam repetiría con Yun-Fat —en un film donde también se encontraban actores como Simon Yam y Anthony Wong— en la que es considerada una de sus obras capitales, Full Contact, donde reunía el carácter inherente de un cine capaz de resultar trepidante y espectacular sin por ello olvidar el lado humano de sus personajes, incluso ante la desvergüenza de su protagonista, transformado por mérito propio en uno de los iconos del género.
A aquel ‹boom› sucederían Burning Paradise —su único trabajo dedicado a las artes marciales— y The Adventurers —en la que encontraríamos, además, a otro intérprete indispensable como Andy Lau—, justo antes de dar el salto a Hollywood, que arrancaría con Al límite del riesgo, primera de las tres películas que filmaría junto a un Jean-Claude Van Damme que a buen seguro veía en el hongkonés la posibilidad de reflotar una carrera que empezaba a dar síntomas de agotamiento —no olvidemos que dos años antes rodaba la inenarrable Street Fighter—, y con el que realizaría una película a destacar por la ya conocida adrenalínica acción de Lam aunque a nivel de relato no trascendiese pese a los intentos del cineasta por dotar al film de una naturaleza distinta desde su faceta más psicológica.
Después de aquello, volvería a su país para firmar algunos títulos reivindicables como Full Alert, en la que recuperaba su sello dejando portentosas secuencias en las que destacaban tiroteos y persecuciones tan de la marca de la casa, o Victim, donde la violencia ya habitual del realizador se volvía a encontrar con una vertiente ambiental más presente en sus primeros trabajos; todo ello sin olvidar una The Suspect tras la que años más tarde llegaría quizá el mayor fiasco del asiático con Replicant, segunda cinta junto a Van Damme, que devendría un ejercicio fallido pese a intentar recurrir a ciertos aspectos preponderantes en su obra que no la salvarían del fracaso. Pero no terminó ahí la contribución a la carrera del belga, que con Salvaje firmó probablemente uno de los mejores trabajos de un intérprete ya en decadencia, que cinco años después decidía redimirse a través de JCVD. Ese mismo año, llegaría un film testimonial como Looking for Mr. Perfect, que supondría el parón definitivo de Lam hasta 2007, cuando volvería en una cinta episódica junto a los nombres de Tsui Hark, con el que repetía, y Johnnie To, en Triangle, un título que reunía a estos tres maestros y apelaba a la recuperación de algunas constantes, pero conectaba más con la vertiente de thriller contemporáneo con tintes humorísticos, marañas y alguna que otra secuencia espectacular para rematar.
Ya en 2015, después de una ausencia de casi una década, volvía a sus llamativas persecuciones e inconfundibles tiroteos en Wild City para, un año más tarde, cerrar su obra con otro thriller, Sky on Fire, que ni siquiera tuvo una gran repercusión internacional. No obstante, nos encontramos ante una de esas figuras que se antojan imprescindibles para un panorama que se renovó a partir del prisma de un autor inconfundible cuya mirada humana y acción tan espectacular como violenta y, en ocasiones, áspera, quedará forjada en la retina. Descanse en paz.
Larga vida a la nueva carne.