Cualquiera que haya formado parte, de una manera u otra del Festival Internacional de Cine de Cannes, estará dispuesto a conceder que no es el riesgo, precisamente, su característica más definitoria. Asumiendo su definición como escaparate del cine de autor internacional, la muestra ‹cannoise› tiende a repetir, de forma habitual, los nombres de los cineastas que han hecho del Séptimo Arte actual lo que es… o al menos esa parte más domesticada de ese cine con firma personalizada, el más alejado de ciertos clichés de la factoría hollywoodiense.
Por supuesto, cualquier afirmación generalista puede ser refutada en parte por hechos que la desmienten, y Cannes y su festival no son una excepción, al menos en lo que respecta a esta definición que subraya su carácter acomodado: ¿podrían ser Mati Diop y su Atlantique el modelo de riesgo en la competición oficial de la 72ª edición del Festival? El primer trabajo de la directora francesa, Mille soleils, nos abre una puerta a la esperanza al respecto.
En cualquier caso, reconforta ver un nombre de mujer en una Competición dominada mayoritariamente por el género masculino. La austriaca Jessica Hausner, muy esperado su retorno a Cannes tras la magnífica Amour Fou, y las francesas Céline Sciamma y Justine Triet (Sibyl, trailer) son los otras firmas femeninas en un universo donde las políticas de género parece que aun no son tenidas en cuenta a la hora de elaborar la programación.
Lo que no faltan, desde luego, son los sospechosos habituales en este mayo francés, el ‹working class hero› británico Ken Loach, dos veces ganador de la Palma de Oro, las mismas, por cierto, que lo han conseguido los belgas Hermanos Dardenne. Con su nuevo filme, Young Ahmed [trailer], intentarán batir el récord histórico y conseguir su tercer trofeo máximo, aquí en la Costa Azul. Algo que, hasta el momento no ha logrado nadie más. Junto a ellos, otros nombres clásicos de la muestra ‹cannoise› como Pedro Almodóvar, Terrence Malick, Quentin Tarantino o el ‹enfant terrible› Xavier Dolan.
En la segunda división del Festival, conocida por aquí como Un Certain Regard, destaca la participación española con dos títulos seleccionados para la alineación definitiva: el del gallego Oliver Laxe y su Lo que arde, y el del catalán Albert Serra, que intentará conquistar al jurado presidido por la libanesa Nadine Labaki con Liberté. Junto a ellos, Kantemir Balagov, Bruno Dumont con Jeanne [trailer], Christophe Honoré o Midi Z con Nina Wu [trailer] conforman una “sección oficial B” de enorme atractivo, el de mayor en los últimos años del certamen, si nos dejamos guiar solo por los nombres que la conforman.
Si nos movemos a las secciones paralelas, algo no tan habitual entre la prensa destinada a este evento cinéfilo, nos encontramos con opciones tan apetitosas como la nueva (y monumental) obra del realizador filipino Lav Diaz, The Halt, que promete cinco horas de imágenes apasionadas (una duración habitual en el cineasta tagalo), los delirios genéricos del japonés Takashi Miike y del estadounidense Robert Eggers (variados en su forma pero igualmente venerados por los fans del terror), o la del francés Bertrand Bonello, Zombi Child, con la que viajaremos al misterioso Haití del siglo pasado, un paisaje a contemplar por el siempre estiloso tamiz que es la cámara de Bonello. Todo este pack lleva el sello de la Quincena de los Realizadores, el espacio paralelo al oficialismo ‹cannoise› que también contará con una ‹masterclass› a cargo de Robert Rodríguez.
Las secciones paralelas del certamen también tienen un hueco para los artistas primerizos. En lo que se refiere al largometraje, este espacio es la Semana de la Crítica. Allí podremos ver los debuts en formato amplio de autores como Jérémy Clapin (recuperen inmediatamente el cortometraje Skhizein si no lo han hecho ya, para tener una idea de su talento) que trae J’ai perdu mon corps [trailer], la argentina Sofía Quirós y su Ceniza negra, adaptación al largo de su premiado cortometraje Selva, o la confirmación cinéfila del islandés Hlynur Pálmason tras su debut con la impactante Winter Brothers.
Como ven, opciones no faltan para cubrir cinematográficamente esas dos semanas a mediados de mes de mayo que definen, artísticamente, lo que nos queda de año. Pese a sus querencias por lo estático, a su lamentable política de prensa y comunicación, o a su poca conexión fílmica con una ciudad más preocupada con las fiestas que con los fotogramas, siempre hay algo que ver en Cannes.