Un minuto de silencio (Ferdinando Vicentini Orgnani)

La política siempre ocupa un lugar destacado en los corazones de algunos hombres. Ese profundo interés por el ejercicio del poder de acuerdo a las distintas circunstancias de cada lugar y territorio mueve el mundo, y nunca mejor dicho, y también hay cineastas que intentan racionalizar este ejercicio, explicárselo al mundo y compartir su pasión. Es el caso de Ferdinando Vicentini Orgnani, quien ya fue productor del documental Viva Zapatero (que, pese a su título, explora la figura de Berlusconi) y que se pone tras las cámaras para centrar su nuevo trabajo en la historia reciente de un país como Bolivia.

Un minuto de silencio toma su título de una frase sacada del discurso de investidura del presidente Evo Morales, que sirve como preludio para vender la defensa del Medio Ambiente y los derechos de los indígenas, para hacer un repaso de la llegada al poder del de Orinoca. Para ello, cuenta con una serie de invitados de lujo: el ex-presidente Gonzalo Sánchez de Losada y la mayoría de su equipo de Gobierno: Carlos Mesa, Víctor Hugo Cárdenas… también el actual Vicepresidente boliviano, Álvaro García Linera, y otros personajes destacados, como el líder indígena Felipe Quispe, o consultores y estrategas políticas como Jeremy Rosner y Stanley Greenberg sirven para analizar los acontecimientos de las últimas fechas del país y dar una visión bastante global de todo.

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De este modo, encontraremos dos partes diferenciadas en el metraje: por un lado, se explica lo que pasó durante los dos gobiernos de Sánchez de Losada, el comienzo del cambio. Los propios hombres que, para bien o para mal, sin juicios de valor, cambiaron el curso de los acontecimientos analizan sus aciertos y sus errores, dan una visión de lo que querían y lo que consiguieron, o lo que no consiguieron, y lo que perdieron y ganaron en el intento.

Por supuesto, estamos ante una pléyade de enormes comunicadores, empezando por el ex-presidente, cuyo carisma en pantalla es indudable, que de forma amena y didáctica permiten comprender la realidad del país. Lo malo es que, en el fondo, son políticos, y se les nota la deformación del oficio, con lo que uno no sabe hasta qué punto están representando un personaje o tienen la información medianamente oculta.

Este curso de los acontecimientos se concatena con la llegada al poder de Evo Morales. A partir de aquí la cinta toma otros derroteros. Aunque son otros personajes los que degradan de algún modo la figura de Morales (especialmente interesantes resultan las entrevistas con Felipe Quispe), la cinta deja de ser un compendio objetivo e interesante para ser un ataque contra determinadas promesas incumplidas del líder boliviano, a saber, las mentiras sobre el medio ambiente, representadas por el crecimiento de las plantas de coca, y el poco respeto a los derechos indígenas, representado por los disturbios relativos a la protesta indígenas del parque del TIPNIS.

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En defensa del director, da la oportunidad de defenderse al gobierno a través de su vicepresidente, Álvaro García Linera, pero este, como si estuviera en un mitín, no pasa de soltar un discurso tan precocinado como poco creíble. En definitiva, y uno no se mete en si es con razón o no, la segunda parte del metraje es un ataque contra el presidente sobre promesas electorales incumplidas, posicionándose claramente, en contraposición a los primeros minutos. Por esto se puede decir que el film va de más a menos.

También se puede decir que Orgnani trata de esbozar el carácter boliviano entre declaraciones y declaraciones. La bellísima fotografía, muy bien seleccionada, habla de momentos de la gente del pueblo llano, por decirlo así, pero en realidad, aunque cuenta en muchos momentos como las necesidades sociales han cambiado, no podemos imaginarnos esas necesidades, no se araña apenas la superficie.

En cualquier caso, sólo por la primera parte, ya merece la pena verlo. El gran acierto de Un minuto de silencio es analizar los acontecimientos de un país, diseccionarlo de forma clara y comprensible. Dicen que conocerse a uno mismo es lo más difícil, pero sin duda es también el primero paso para conseguir un cambio, y, por qué no, una mejora.

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