Así como el arte de la fotografía posee una gran parte de belleza y de utilidad (sobre todo para evocar instantes del pasado), también existe el peligro de que se torne en una vía para invadir la intimidad de los demás. ¿Hasta qué punto es ético fotografiar a cualquier desconocido por la calle? Algo así es lo que pasa con Antoine, el protagonista de esta historia, que vive por y para la fotografía, pero que no duda en retratar a individuos incluso cuando éstos se encuentran en su domicilio. Exactamente eso es lo que hace con Elena, una joven vecina suya que toca el piano de manera maravillosa y que queda inmortalizada por la cámara de Antoine. Ahí comienza realmente una película cuyo epicentro argumental se sitúa en la redención personal y el encontrar motivos para justificar el seguir viviendo en este mundo. Es decir, encontrar Un lugar en la Tierra (Une place sur la Terre), como reza el título de la obra.
La francesa Fabienne Godet dirige y co-escribe esta película, que tiene al belga Benoît Poelvoorde como protagonista. Sorprende tal designación, puesto que este actor ha dedicado casi toda su carrera a la comedia y con bastante tino en sus interpretaciones en muchos casos (por mencionar dos ejemplos recientes: Tímidos anónimos y Nada que declarar), pero aquí lleva a cabo un papel diametralmente opuesto: el de un personaje que siente que su vida no avanza, tiene una edad a tener en cuenta y prácticamente está solo, sin motivaciones más allá de su dedicación a la fotografía. Todo ello, por supuesto, bajo el aura de una obra oscura, alejada de cualquier atisbo de buenrollismo y giros de guión que tornen al hombre en una persona totalmente diferente a la que creíamos que era.
Esta es la tónica general de Un lugar en la Tierra, trazar una atmósfera realista en la que pocas cosas increíbles tienen cabida. Como es obvio, Godet se toma su tiempo para desarrollar la historia; los 100 minutos de metraje que posee la obra, a muchos les parecerán 200, ya que el ritmo es considerablemente lento y alejado de efectismos. Una postura radical la comentada, ciertamente, ya que es indiscutible que tal historia precisaba de un desarrollo comedido y sin giros de guión demasiado bruscos. Pero sí es verdad que por momentos se echa en falta algo más de agilidad, hay escenas que se mastican en exceso y, pese a que gozan de un peso específico cara al resultado final, se podrían haber resuelto con menos alardes.
En cualquier caso, es notable la habilidad de Godet para ir otorgando a la historia un interés que a veces parece que se va a diluir. Es sencillo conectar con el protagonista y más aún con el personaje de Elena. Entre ambos se hilvana una relación que mostrará momentos buenos y otros no tan agradables, todos ellos perfectamente plausibles en la vida real pero con un toque de casualidad cinematográfica que le confiere un particular atractivo. Depende de la personalidad y predisposición de cada espectador el que le enganche o no la historia, pero está claro que, de hacerlo, la obra termina resultando bastante satisfactoria.
Poco más se puede añadir sin caer en el terreno del spoiler, ya que Un lugar en la Tierra posee varios momentos clave que ayudan a definir la relación entre sus personajes. La notable actuación de sus intérpretes principales, la más que atractiva fotografía y el mérito que esconde crear una historia que se acerque a lo veraz sin resultar pretencioso son las virtudes principales de una película enmarcada en el evento anual My French Film Festival, festival de cine online. Una muestra más de un cine francés que, lejos de tópicos y éxitos de cartelera, esconde una variedad de registros muy amplia. En este caso, un drama existencial que se toma en serio a sí mismo y al que sólo el temor de enfrentarse a un desarrollo lento puede socavar la buena impresión que a muchos dejará tras el fundido en negro.