«Un homme est mort», repetía una y otra vez el poema que en 1944 Paul Éluard dedicó al héroe de la resistencia francesa Gabriel Péri, ejecutado por los nazis en 1941. El poema fue usado como inspiración por el cineasta René Vautier para realizar un film documental, hoy perdido, sobre los hechos de Brest de 1950.
El film desaparecido de Vautier fue el punto de partida de Un homme est mort, cómic de Étienne Davodeau y Kris adaptado ahora a largometraje de animación. Dirigido por Olivier Cossu y presentado en la edición de 2018 del Festival de Annecy, Un homme est mort es la historia de las revueltas de los trabajadores encargados de la reconstrucción de Brest tras la Segunda Guerra Mundial, en las que la policía mató a un dirigente de la CGT. El protagonista del film es P’tit Zif, un joven y combativo miembro del sindicato, quien junto a su amigo Désiré y el cineasta René Vautier logran hacer un film documental sobre la protesta y llevarlo de un pueblo a otro para exhibirlo ante otros miembros del sindicato.
Realizado por el estudio Les Armateurs, responsable de films tan inolvidables como la serie Kirikou o Les triplettes de Belleville, la película de Cossu se introduce en los entresijos del mundo obrero, ofreciendo una imagen estática de un lugar, Brest, y una época, la postguerra. Más cercana al cómic filmado que al cine de animación, Un homme est mort basa su propuesta en su sencillez, con una economía de planos y movimientos que sin embargo son capaces de transmitir una gran emoción. Los personajes, en especial P’tit Zif, parecen construidos a partir de la rabia y la desesperación, algo que el film se encarga de subrayar, con una predominancia de colores sepia y una banda sonora de tono melancólico. A diferencia del cómic, la película intenta poner el foco también sobre las mujeres, tratando de hacer justicia con su importancia en las protestas, aunque consiguiendolo solo en parte.
Pese a que su guion del film, algo explicativo, lo pone en línea con el cómic histórico, Un homme est mort es una oda a la capacidad del cine para denunciar ante las masas injusticias complejas de una manera simple y directa. La película habla de ello a través de la figura de Vautier, mítico cineasta francés dedicado durante toda su vida a documentar movimientos de liberación, ya fueran obreros, pacifistas, ecologistas o antirracistas. Sus films, desde Afrique 50 (prohibido durante 40 años en Francia) hasta Hirochirac, pasando por Classe de lutte, son privilegiados documentos históricos que permiten trazar una cierta historia del siglo XX.
Su corta duración (66 minutos) y la inclusión de una trama romántica del protagonista puede dejar la impresión de que estamos ante una película ligera, una lección en imagen animada de unos determinados sucesos históricos. Pero si rascamos un poco más, encontraremos un film emocionante y sincero que nos permite reflexionar sobre el poder de las imágenes como un arma que muestre «aquello que la gente es y sueña», que diría Vautier.