Mucho se ha escrito acerca del famoso episodio protagonizado por el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en Turín, cuando a finales del siglo XIX, intervino para proteger a un caballo de los golpes de su cochero. Las diferentes versiones acerca de lo ocurrido coinciden, al menos, en que tras abrazarlo, se derrumbó —mentalmente— y no fue capaz de recuperarse. Moriría diez años después, preso de la demencia y la depresión. La fuente de dicho relato no está clara, pero su evidente atractivo simbólico fue más que suficiente para seducir a Béla Tarr que, junto a Ágnes Hranitzky, imaginó qué fue de ese caballo que Nietzsche abrazó en la plaza Carlo Alberto, en la extraordinaria The Turin Horse. Una obra monumental que parte la imagen del animal como reflejo de la inocencia, cualidad imposible de conservar por el hombre moderno, absolutamente consciente de su mortalidad, cuya única salida es, irremediablemente, abrazar lo inexorable de su finitud.
De ese mismo germen podría decirse que nace Un héroe singular, ópera primera de Hubert Charuel, que fue presentada en la edición del pasado año del Festival de Cannes. La película se construye alrededor del ‹pathos› de su protagonista, Pierre, un granjero francés, que dedica su vida al cuidado de sus vacas. En primer lugar, se nos introduce en su día a día. Guiado por una devoción casi obsesiva, realiza una rutina interminable que le mantiene apartado de cualquier tipo de vida social; a excepción de sus padres, con quienes convive en la finca y Pascale, su hermana y veterinaria habitual.
Tanto en su inicio, con una reveladora secuencia onírica, como en su trágico final, Charuel señala los límites de la granja como los de la propia mente de su personaje. Rayano en lo solipsista, verá cómo todo su mundo se tambalea cuando una extraña enfermedad afecte a uno de sus animales, poniendo en peligro la vida de todo su ganado.
En su primera mitad, el filme retrata sus quehaceres en la granja, como una suerte de liturgia, dejando que el realismo marque el ritmo y el naturalismo fotográfico se imbuya del romanticismo de la campiña bretona: los enormes prados colindantes, la inocente belleza de sus queridísimas vacas y los detalles de las manos de Pierre acariciándolas para dirigir su deambular. Sin embargo, tras la terrible noticia, el protagonista se verá superado por las circunstancias y la película coqueteará con las formas del thriller de perfil bajo, en una escalada de tensión que, al margen de algunos estallidos de violencia, se limitará a evidenciar la impotencia de un personaje, que cargará contra todo y contra todos, antes de aceptar el destino que tanto tiempo había tratado de evitar.
En su superficie, Un héroe singular puede que trate sobre las dificultades de supervivencia en el medio rural en la actualidad y, concretamente, se centre en el aislamiento de un personaje sobreprotegido por su familia y, por ello, preso de la paranoia hacia el gobierno y las autoridades. En su fondo, Charuel conecta el solipsismo contemporáneo, heredero del nihilismo nietzscheano, con la dependencia de un granjero para quien las vacas sirven como víctimas inconscientes a las que, en última instancia, no podrá salvar, viéndose frente a frente con el dilema de buscar sentido a una realidad completamente ajena.