Desde su nacimiento en el año 1980 del siglo pasado, la Mostra de València-Cinema del Mediterrani se estableció en base al compromiso con la creación cinematográfica procedente de los países bañados por el mar Mediterráneo. Se trataba de poner en valor unas cinematografías periféricas, entre tantas otras, con limitadas posibilidades de difusión entre el público mayoritario y que evidentemente compartían unos lugares comunes con la producción parida en estas tierras. Sin embargo, el certamen se fue desviando del camino establecido, en pos de una notoriedad mediática discutible, que se sustentaba en la presencia de celebridades más o menos relevantes, mientras sus esencias fundacionales se iban desvirtuando, hasta llegar a la suspensión del festival durante seis años.
Afortunadamente, en el año 2018 se volvió a colgar el cartel de la Mostra en València, con la motivación de recuperar su espíritu original y encontrar una cierta diferenciación cualitativa respecto a otros eventos similares. La nueva etapa se ha distinguido por la acertada selección de films, que en mi opinión ha brillado a gran altura en esta 38ª edición —no hay un síntoma más concluyente que el récord de asistencia registrado con más de 17.000 espectadores—. Durante estos once días de octubre hemos podido disfrutar de películas procedentes de culturas mediterráneas muy diversas, que han llegado avaladas por festivales internacionales como Cannes, Berlín, Rotterdam, Karlovy Vary o Sundance. Y, desde luego, dentro de la gran diversidad temática ofertada, hay un denominador común que conforma la columna vertebral del festival en sus diferentes secciones, el del análisis socio-político combativo con un manifiesto protagonismo de la femineidad en su vasta complejidad.
Desde la reivindicativa gala inaugural, Marina, Unplugged, la película valenciana de Alfonso Amador, en formato de ficción-documental sobre una obra teatral propia, reflexionaba sobre las estrategias de construcción de los discursos de la extrema derecha, con un protagonismo deslumbrante de Claudia Faci, una mujer de teatro que ha visto recompensado su trabajo con el premio a la mejor interpretación femenina. Riverbed, del director libanés Bassem Breche, una historia cuasi tenebrosa de mujeres, maternidades y reencuentros, es la flamante Palmera de Oro. Sin duda, en esta hermosa a la vez que áspera película hay que destacar una fotografía deslumbrante de los espacios interiores y exteriores, que actúan en la pantalla como prolongaciones metafóricas de la emocionalidad callada, silenciada, de estas dos mujeres en su contexto socio-cultural, y que también encuentran su contrapunto expresivo en una virtuosa banda sonora que parece hablar por ellas. Otra mujer en un trance crítico nos la encontramos en Cidade Rabat [crítica, trailer], galardonada con la Palmera de Plata, de la directora portuguesa Susana Nobre, que compone una deliciosa tragicomedia de la cotidianidad más prosaica en torno a Helena, una mujer divorciada de cuarenta años, asistente de producción en la industria del cine, que tiene que enfrentar la muerte de su madre. Como en Animalia [crítica, trailer], un preciosista debut en el largometraje que me ha cautivado en forma de thriller social hibridado con elementos fantásticos y pulso narrativo de ‹road movie›, en el que la directora marroquí Sofia Alaoui reflexiona sobre cuestiones socio-políticas y culturales trascendentes, desde el impacto que una eclosión de fenómenos meteorológicos de cariz sobrenatural provoca en la vida de una mujer embarazada. Otro hermoso estreno ha sido The Wedding Parade [crítica], de la directora Sevinaz Evdike, una de las fundadoras de la Comuna cinematográfica de Rojava, que profundiza en la cotidianeidad conflictiva de las gentes del Kurdistán, posando su mirada, dura y delicada, sobre tres mujeres y sus respectivas bodas, tan fallidas como esperanzadoras. Quisiera destacar también A House in Jerusalem [crítica, trailer], de Muayad Alayan, que ha presentado un meritorio thriller político sobre el conflicto palestino-israelí con mecanismos del cine fantástico. Y desde luego, en la vertiente más innovadora —y por ende minoritaria—, la experimentación multidisciplinar de la video-artista nómada Naomi Uman en three sparks [crítica, trailer], un ejercicio de análisis etnográfico sobre el arcaísmo de una comunidad rural del norte Albania que para mí ha sido una de las experiencias más estimulantes del festival.
Para completar el palmarés, Déserts [crítica, trailer], la comedia negra, mística y casi onírica sustentada en la crítica social del marroquí Faouzi Bensaïdi vio recompensada su indiscutible calidad con el reconocimiento a la mejor dirección y a las interpretaciones de sus dos protagonistas, esos dos desaliñados cobradores sin frac que nos robaron el corazón en su deambular por las aldeas del Sur magrebí. Y Lost Country [crítica, trailer], del director serbio Vladimir Perišić, contiene un potente ejercicio actoral, reconocido en Cannes, de su protagonista Jovan Ginic, en la piel de un joven de 15 años durante las manifestaciones estudiantiles contra el régimen de Milosević de 1996, que se ve obligado a confrontar la complicidad de su madre con el gobierno corrupto, y aquí fue galardonada con el premio al mejor guion, pese a que a mi parecer la película no termina de consolidar su estrategia narrativa.
Fuera de la sección oficial, los apartados paralelos, como la Sección Focus, nos brindaron la oportunidad de disfrutar del estreno en España de Não sou nada (The Nothingness Club), la última propuesta del iconoclasta cineasta portugués Edgar Pêra en una singular recreación fílmica marca de la casa del universo literario de Fernando Pessoa, así como de una retrospectiva de su obra precedente —recordemos, inédita por estos lares—, en títulos como la electrizante Caminhos magnétykos, o sus aventuras en tres dimensiones Lisbon Revisited y 3X3D —esta en coautoría con Jean-Luc Godard y Peter Greenaway—, entre otras. En la Sección informativa, el premio del público ha ido a parar al impactante documental libanés Dancing on the Edge of a Volcano de Cyril Aris, sobre el “explosivo” rodaje a lo Apocalypse Now de la película Costa Brava, Líbano. Y en las sesiones especiales, entre las últimas grandes propuestas de Isabel Coixet y Matteo Garrone, o la esperada recreación cultural de la celebérrima “Ruta del Bakalao” valenciana, a cargo de Óscar Montón, destaca en mi opinión sobremanera la excepcional Palma de Oro en Cannes de este año, Anatomía de una caída, de la directora francesa Justine Triet. Por supuesto, la presencia en València del laureado director italiano Paolo Sorrentino, distinguido con la Palmera de Honor, y con retrospectiva incluida, que protagonizó además una clase magistral con el respetable en una sala Luis García Berlanga de la Filmoteca abarrotada y se pudo seguir en directo vía web del IVC, ha sido un acicate dinamizador y una victoria de la organización del certamen. Por otro lado, vuelvo a congratularme por la publicación en coedición con IVC-La Filmoteca del primer estudio monográfico sobre la figura de Helena Cortesina, autora de Flor de España, el primer largometraje dirigido por una mujer en este país, que celebra los 100 años de su estreno, y por la exposición paralela en la Galería del Tossal.
En definitiva, valorando en perspectiva el conjunto de las películas proyectadas en esta edición de la Mostra, considero que se puede reconocer esa proyectada conexión intercultural, ese ejercicio de indagación intelectual y artística que brinda a las audiencias un espacio para el conocimiento del Cine producido en el área mediterránea —y a través del cine, de la riqueza y diversidad que la caracterizan, de sus conflictividades, sus miserias y sus alegrías—, atravesado por unos fundamentos éticos y políticos de máximo interés para la ciudadanía contemporánea. Y de eso se trataba.
«El Cine es más hermoso que la vida.»
Esta Muestra ha sido un éxito, sabiendo que la filmografía que abarca, como bien dices, procede de países con una industria limitada pero que no impide que celebremos un nivel de creación, temáticas, interpretaciones de calidad.
Ojalá su futuro no se vea comprometido y continúe mostrando este tipo de cine.
Así es. Ha habido calidad, variedad, muchas actividades culturales paralelas de interés. Se sigue consolidando. Ojalá continúe en esta línea tan estimulante.