Cuando las luces se encienden y la pantalla del cine se apaga. Es el momento de revivir en la mente aquellas emociones que acabas de vivir. Pienso que una buena película es aquella que consigue mantener por siempre su recuerdo, obras que se conservan como una experiencia única e irrepetible. En otras ocasiones, cuando las luces se encienden, la película se difumina junto a la oscuridad, siendo difícil retenerla, terminando por ser archivada en el gran montón de películas olvidadas. Este es el tipo de películas que suelen rellenar la programación de los canales televisivos mediáticos, films que por lo general no recordaras ni siquiera su título, solo te quedara la sensación de “Deja vu” cuando intentes volver a verla.
Thomas Lilti presenta su segundo largometraje Un doctor en la campiña que cuenta con la interpretación de François Cluzet (que protagonizó Intocable en 2011) como actor principal. La película cuenta la historia de un doctor rural Jean-Pierre al que diagnostican cáncer. La medicina es una labor completamente vocacional, más si eres el único médico de un pequeño pueblo donde reinan las viejas costumbres. En este caso Jean-Pierre dedica toda su vida a su trabajo, hasta tal punto, que es incapaz de dejarlo y descansar a pesar de sus problemas de salud. Nathalie abandona la ciudad para ayudar al doctor en su trabajo, a pesar de las dificultades consigue ganarse la confianza del doctor, cambiando su forma de ver la medicina, un modo de trabajar muy distinto al que aprendió en la universidad.
Un homenaje a los médicos rurales, que desempeñan su trabajo con un alto grado de implicación con los pacientes. Una forma de trabajar muy distinta a la que se realiza en las ciudades donde todo es burocracia. Aquí la atención es más cercana y personal, convirtiendo el medico en una persona fundamental en el pueblo, que incluso en ocasiones llega a realizar labores que no se encuentran directamente relacionadas con la medicina. La obra recuerda a series como El doctor Mateo que también reflejaban la vida de estos médicos que dedican su vida a la salud de todo un pueblo. Una historia que puede ser interesante cabalgando entre el drama y la comedía, pero que no termina de aportar nada nuevo, más allá de una sesión entretenida donde acompañar al bueno de Jean-Pierre en su lucha constante contra la muerte, aunque al final siempre termine ganando ella.
Lejos de ser resultar aburrida, la película transcurre con ritmo entre las calles del pueblo. Pero poco más queda después de los 102 minutos de entretenimiento, que terminas olvidando al salir de la sala. La película no termina de calar, no consigue dejar huella entre tus recuerdos. La historia en sí, es correcta, pero no aporta nada más que una narración entretenida. Podríamos convertirla en una novela, sin que apreciáramos diferencia en la experiencia, porque la obra desaprovecha los recursos cinematográficos, algo a lo que nos tiene acostumbrado el cine más industrial o incluso aquellas obras destinadas ser visionadas un domingo por la tarde en la televisión. Ya que la sensación final cuando acaba la película, es que la pantalla del cine se le ha quedado grande. No consigue aprovechar el formato para hacer vivir al espectador una experiencia única, distinta a la que podría vivir leyendo en una novela o viendo la televisión.