Con una nueva tirada de Escándalo, el certamen compostelano reabre sus puertas, ya por trigésimo segundo año consecutivo haciendo de Santiago otra de las capitales adultas del cine, después de las más longevas Sitges, Valladolid o Gijón, pero por delante de muestras tan importantes, aún jóvenes no obstante, como Málaga y Sevilla.
Eso sí, ¿en qué no se parece Cineuropa a otros festivales? Fácil. No se trata, en sentido estricto, de otro festival. No hay palmarés, tampoco jurado profesional ni crítica especializada. No existe sección a concurso, sí oficial —la europea—, tampoco menciones honoríficas o premios absolutos. Sólo el reconocimiento del público a la película mejor valorada por el patio de butacas.
Y como cada año tres homenajeados. En esta ocasión, Ángela Molina —quizás una de las actrices a la par tan admirada como querida por el público—; el director Isaki Lacuesta, ganador de la Concha de Oro en Donosti y, Antonio Durán “Morris”, uno de los más prolíficos intérpretes gallegos de otrora y de ahora, reconocible en filmes como Princesas o Los lunes al sol, pero quizás para el gran público —fuera de Galicia— por su última intervención en la televisiva Fariña como Manuel Charlín.
Regresan al certamen Pasolini, Bergman, Antonioni, Buñuel, Godard, Sordebergh, el omnipresente Sorrentino, Lars von Trier y otros grandes nombres. Pero Cineuropa, como no podía ser de otra forma, vuelve a volcarse en apoyar y difundir el trabajo de realizadores primerizos como Louis Garrel, Alisa Berer, Adina Pitilie o Yann González.
La temática transversal de esta edición se centra en trabajos audiovisuales que en su día levantaron más de una ampolla y polémica. De ahí que Cineuropa esta vez se apellide Escándalo con la proyección de obras en su momento censuradas, muestras maduras de ese cine que transgredió obstáculos, liberó reflexiones y abrió debates. Shoah, Sobibór, 14 octobre 1943, 16 heures o Un vivant qui passe son los títulos que el festival recupera de Claude Lanzmann. El crimen de Cuenca, el homenaje a Pilar Miró. Last Men in Aleppo, El color del Camaleón, El Entusiasmo, El silencio de otros y The Other Side of Everything, los títulos que completan la sección sobre Derechos humanos. Pero además regresan a las pantallas La última tentación de Cristo, La naranja mecánica, Viridiana, Perros de paja, El último tango en parís, Santa Sangre, El extraño viaje, La grande bouffe, El fotógrafo del pánico y otros títulos sensibles, hasta un desaforado total de 100 cintas.
Ya en Sección Oficial destacan las cintas europeas que durante el año entero vienen recorriendo el circuito maratoniano de festivales dentro y fuera de nuestras fronteras. Integran el plantel de títulos de esta categoría —que para no quedarse corta sube a treinta y cinco propuestas— Anna Karenina de Karen Shakhnazarov, Apuntes para una película de atracos [trailer] de Elías León Siminiani, Arctic de Joan Penna, Dogman [trailer] de Matteo Garrone, Entre dos aguas [trailer] del homenajeado Lacuesta, además de Dovlatov [trailer], Fleuve Noir [trailer], Frost [trailer], Jimmie, In fabric, Les estivants [trailer] o Sauvage [trailer] y otras. Florian Henckel, Lászlo Nemes o Sorrentino con Loro [trailer], regresan a las salas de Santiago.
En la Sección Internacional, Santiago recibe a Kent Jones con Diane; Pooya Badkoobeh con Dressage; Hirokazu Kore-eda por Un asunto de familia —Palma de Oro en Cannes [trailer]—; Mélanie Laurent que nos acerca a Galveston [trailer]; Jafar Panahi con Se Rok —mejor guión en Cannes [trailer]—; Gastón Duprat con Mi obra maestra [trailer] y, entre muchos otros, a Desiree Akhavan que viene de hacerse con el premio a mejor película en Sundance y con la Espiga de Plata en la Seminci por The Miseducation of Cameron Post [trailer].
Nuevamente, Latido Americano es otra de las categorías permanentes que cada año nos acerca lo más destacado de la filmografía al otro lado del charco, con obras de Ulises Rosell (Al Desierto), Adrián Biniez (Las olas [trailer]), Gustavo Biazzi (Los vagos [trailer]), Júlio Bressane (Sedução da carne) o Renan Rovida (Sem Raiz).
En otra de sus vertientes Cineuropa vuelve a apostar por dotar a su apartado de cine político y documental de un inevitable y oportuno sentido de la actualidad. Por eso, para sorpesa de muchos, esta edición presentará el reciente trabajo de Lucía Palacios y Dietmar Post en La causa contra Franco: ¿El Nüremberg español?
Sabemos, por otra parte, que no ha habido edición en el último lustro que no haya acercado al público una muestra del pujante cine rumano, país que ha llamado potentemente la atención de crítica y público en los últimos tiempos con cintas como Sieranevada [2] [trailer], El perro japonés [trailer], La mirada del hijo [trailer] o Pororoca [trailer]. Por eso intuíamos que antes o después caería una retrospectiva como esta dedicada íntegramente a los 100 años del cine de aquel país.
Otras secciones, Fantastique Compostela, Cinefilias, Cineuropa miuda, Docs Cineuropa, Panorama Audiovisual Galego, Cult Movies y la Maratón, además de la novedad El presente es mujer con una serie de cintas realizadas por directoras en los últimos años, y los focos sobre Kôji Wakamatsu, Eloy de la Iglesia y Rafael Azcona, completan el insaciable programa de la edición. La Real Filharmonía de Galicia pondrá la banda sonora a la proyección de El gabinete del Doctor Caligari.
Insistimos cada año en que Cineuropa no es una exhibición de cine al uso, menos aún teniendo en cuenta su extensión y duración. Son 22 días de cine ininterrumpido frente a la media de 6 a 10 jornadas en otras muestras cinematográficas mencionadas arriba. Se desmarca además de otros festivales por su propia mecánica de funcionamiento —sólo el público decide— y por su abarrotado contenido: el libreto de la actual edición, una pequeña enciclopedia cinéfila, contiene este año las reseñas de los 300 filmes que se proyectarán en más de una veintena de secciones y categorías. Tanto es así que para esta ocasión se ha ampliado el circuito de sedes del festival. Salón Teatro, Teatro Principal, Sede A Fundación, Cines Compostela y Númax ya no daban abasto, razón por la cual este año prestan su espacio a los cerca de 30.000 espectadores promedio las Salas Agustín Magán, el Centro Galego de Arte Contemporáneo y el Museo das Peregrinacións.
Muchas veces, cubriendo esta cita, nos hemos preguntado si el desenfreno y obsesión por llegar a todo y proyectar todo lo que caiga en manos de la organización, por convertir una cita de cine en una maratón sin pausa ni tregua, podría ser, precisamente, su principal menoscabo. Es la típica queja que se escucha en las colas. Y es que tal es la ambición de Cineuropa que ni a una media de tres películas diarias podría, el más entregado de los espectadores, llegar siquiera a la cuarta parte de las proyecciones. ¿Por qué cada año se repite la misma historia? José Luis Losa, director del festival, da una de las claves: «Están muy bien todas las formas de consumir cine y las plataformas digitales permiten ese goce en una sociedad donde el tiempo de ocio a veces se ve limitado a ese instante en que todos arañamos para conectar la pantalla doméstica e individualista». «Pero —continúa— cuando esas vías se convierten en amenazas de monoplio excluyente que lo que buscan es que ninguno de nosotros pueda gozar de la bellísima Roma de Alfonso Cuarón o del último film de Scorsese (…) señores de Netflix, tenemos un problema».
Por eso, porque el público sabe que lo que se proyecta en salas este mes de noviembre será difícil y hasta imposible de recuperar más adelante, por el ansia de liberar contenido, democratizar una cita en los cines y dar cabida a cientos de trabajos que serán exiliados de las plataformas de pago y salas comerciales, Cineuropa es lo que es: una cineteca de Babel incapaz de contenerse y sí, también un poco loca. Después de años, el público de Compostela lo sabe, lo asume y se prepara, a conciencia, para la odisea de cada noviembre.