Un baño propio – Un bany propi (Lucía Casañ Rodríguez)

«Para escribir ficción, las mujeres necesitan tener dinero y una habitación propia»
Una habitación propia (Virgina Woolf)

Esta aseveración, tan sencilla como determinante en el devenir de la creación femenina en una perspectiva histórica de amplio alcance, es en mi experiencia personal el gran hallazgo dentro del conjunto de reflexiones contenidas en el esencial ensayo de Virgina Woolf. Una vez lo has leído, ya no lo olvidas. Para poder crear, escribir —o dirigir películas—, las mujeres necesitan disponer de las condiciones materiales que siempre disfrutaron los varones. Es simple. Pero evidentemente tenía una trascendencia esencial en los tiempos de la escritura de las conferencias de Woolf, y sigue conteniendo en la actualidad una potente capacidad radiográfica de la realidad desequilibrada que nos contempla.

Parece que en esas andaba la joven directora valenciana Lucia Casañ cuando se proponía atacar su primera película, encargada de inaugurar la 39º edición de La Mostra y que ya compitió en la categoría principal del Festival Internacional de Cine de Shanghai (SIFF). Porque la potente base analítica de la pensadora británica le sirve para introducir una original vuelta de tuerca sobre el espacio primigenio que reclamaba Woolf para crear. Casañ va a construir su alegato sobre otro lugar especial, al que nadie se atreve a entrar sin permiso, un espacio que solo requiere de una palabra (“ocupado”) para mantenerse inexpugnable, en el que ocurren algunos de los momentos más íntimos y vulnerables de nuestra existencia.

El film reflexiona sobre la impronta creativa, la autonomía, la intimidad o la desigualdad de género a través de su rutilante protagonista Antonia, excelentemente interpretada por la actriz Nuria González, una ama de casa de 65 años que escapa de la monotonía de su vida escondiéndose en los baños. Allí, a salvo de las asfixiantes demandas de su trabajo doméstico —eficientemente plasmadas en los compases iniciales del relato, con reminiscencias a la obra magna “akermaniana”, Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles—, se sienta sobre el retrete a escribir, imagina una futura vida diferente, registra las historias que suceden dentro, e incluso consigue entablar nuevas amistades. El baño de su casa tiene un rol protagónico. Pero no renuncia a diversificarse. Así que la veremos aventurarse en los de los cines ABC Park de la ciudad de Valencia, o en los del mítico garito Radio City —allí contactará con un nuevo amigo y asistente, el viejo punk Bob (Antonio Martínez ‘Ñoño’), valedor de los pasajes más jocosos del film, que en mi experiencia personal no terminan de funcionar sobre el meritorio conjunto narrativo—.

Por medio de la recurrente relación de Antonia con los cuartos de baño, Casañ construye un microcosmos onírico, repleto de la magia de la creatividad, de la imaginación soñadora, contrastado con una realidad personal que se reconoce mutilada desde aquel recurrente episodio infantil en los baños colectivos de su colegio de monjas. Desde el inodoro de su omnipresente cuarto de baño, llega a su vida un divertido pez de colores, Fernando, compañero fiel que aglutina una potente carga simbólica. Dentro de este espacio físico, comienza a construir esa ansiada habitación propia y privada, que además va a compartir con otras personas, transformándola en una colectividad regeneradora, y apuntalando así la cineasta su relevante discurso sobre la dicotomía de los espacios públicos y privados en la construcción del relato de Antonia, que es el de tantas otras mujeres —«Para mi lo más actual es reflexionar sobre conquistar los espacios públicos», ha afirmado—.

En el apartado técnico, no puedo dejar de apuntar un tono costumbrista que recuerda al universo preciosista y colorista del cineasta francés Jean-Pierre Jeunet, homenajeado hace unos años en este certamen, así como algún ramalazo del Terry Gilliam de Brazil en la construcción expresiva del marido de Antonia, Alberto (Carles Sanjaime), antagonista imprescindible en esta historia. Desde una perspectiva narrativa, también hay que destacar la oportuna utilización de la voz en ‹off›, con la que Casañ consigue hacer participe a la audiencia de los pensamientos y anhelos vitales de su protagonista. Y desde luego también quisiera destacar especialmente ese recurso tan “lubitschiano” a la apertura dinámica de puertas, que Casañ utiliza por supuesto en un baño, para contarnos en perspectiva temporal la evolución personal de Antonia hasta este presente, que por fin va a ser capaz de transformar.

2 comentarios en «Un baño propio – Un bany propi (Lucía Casañ Rodríguez)»

  1. Lo que nos dices de la película, el tema en sí así como las influencias de Jeunet y Gillian animan a ver la película. ¿Habrá más pases?

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