Éric Cantona llegó al Manchester United en 1992 y allí pasó un sexenio más antes de retirarse del fútbol como jugador profesional. En el inicio de su carrera en Inglaterra yo tenía 5 años, y al acabarla 11. Será porque durante aquel periodo mi afición por el fútbol era 10 veces superior a la actual, o por influencia de mi hermano (6 años mayor), tal vez por el vídeo que rulaba por mi casa con todos los goles del Mundial de México ‘86, cuando yo no había ni nacido, y que incluía música de Elton John, Billy Idol, John Waite o A-Ha, o incluso puede que se deba al VHS que teníamos de Paul Gascoigne —si no me falla la memoria— enseñándonos las claves para ser un jugador con clase; pero en cualquier caso la realidad es que me acuerdo mejor de algunos jugadores de esa época que de los actuales.
Todavía guardo, de esos años, la camiseta de Ryan Giggs que mis padres me compraron durante un verano en el que muchos guiris apreciaron mi buen gusto en el vestir. Por aquel entonces aún jugaba al fútbol y todos los chavales imitábamos el ‹au revoir› que Cantona puso de moda en el 96 matando a un ser del mal de un balonazo (aunque yo jugaba siempre de defensa y quien quería ser era Maldini). Era época de torneos de chapas —que se dividían entre el fútbol y el ciclismo— en los que selecciones como la Holanda de Bergkamp, la Brasil de Romario y Bebeto y la Italia de Roberto Baggio eran las más codiciadas, quedando casi siempre para los mayores (que se las pedían antes). Las seguían las selecciones de Argentina con Redondo y Batistuta, la España de Guardiola, Guerrero o Caminero y, en un lugar menos competido para los participantes, la Dinamarca de Laudrup y Schmeichel y la Alemania de Klinsmann y Matthias Sammer. Aunque en menor medida, a veces también se colaban entre los participantes las selecciones de Šuker y Prosinečki, Alan Shearer o la de Stoichkov porque hay que tener en cuenta que, en nuestros grupos de amigos y familiares, aunque bastantes, no éramos los suficientes como para organizar una competición de 24 equipos.
Con todo esto, lo que vengo a decir es que Ulysse & Mona es una película bastante aceptable… yo diría que normal, que ni bien ni mal, pero yo no voy a criticarla porque ha estado bien volver a ver a la figura que, aunque tranquila y aparentemente impasible, sigue todavía en su papel de enloquecida y a veces colérica. Esa que como futbolista no tenía a mal lanzar una patada voladora en dirección al público, y que como actor no tiene miedo de lanzarse por la ventana como si no significara nada. Estamos hablando de un tipo que entre 2005 y 2011 fue el entrenador de la selección de fútbol playa de Francia y ni se le dio importancia. ¿Acaso no habéis visto su discurso al recibir el UEFA President’s Award en 2019? Las caras de los asistentes (Ronaldo y Messi, por ejemplo) ya hacen más por Ulysse & Mona (pues la escena bien podría estar sacada de esta peli) que la dirección de Sébastien Betbeder o la actuación de Manal Issa o del propio Éric Cantona, recitando un fragmento de El Rey Lear de Shakespeare y haciendo referencia a la política, la libertad y los avances y atrasos en el fútbol y fuera de él, sin que nadie se enterara de nada.
Porque, en Ulysse & Mona, Éric Cantona (Ulysse) es un notorio artista que decide retirarse de la vida pública sin más, apartado de la sociedad —aparentemente— por decisión propia, hasta que conoce a Mona (Manal Issa), experta en allanamientos de morada y acoso de buena voluntad y algo altruista (aunque sólo algo, dado que su gran finalidad es aprender de él como maestro). Esta consigue, de forma un tanto casual para ella, sacar al artista de su exilio para volver a hacer algo que valga la pena, como una redención que también saque lo mejor de su aprendiz. Con estos mimbres potencialmente atractivos sobre dos tipos de soledades que por “casualidad” se encuentran e intentan apoyarse mutuamente para darse cuenta de que su existencia tiene algún valor, lo cierto es que no encontramos sorpresas, con una dirección muy académica, un drama muy ligero y unas chispas de comedia muy poco abrasivas. Intenta ser conmovedora y poética, y lo es, pero sin destacar demasiado más allá de que me haya servido para ver de nuevo los mejores momentos como futbolistas de los grandes de una época en YouTube.