Podría ser que estuviéramos ante un clásico. No, nos referimos a la posibilidad de haber presenciado un film que pase a los anales de la historia. De hecho, es más que probable que ni tan siquiera llegue a nuestras pantallas más allá de su aterrizaje, improbable, en alguna plataforma. Pero lo que está claro es que Twilight of the Warriors: Walled In cumple esa función clásica de todas las ediciones de Sitges, es decir, una película de acción oriental desenfrenada que deja un gran sabor de boca por la sencillez de su propuesta adornada, claro está, por una sucesión de ‹set pieces› donde las coreografías están a otro nivel.
Sí, desde luego que esta historia de rivalidades en los bajos fondos no inventa la rueda y que gran parte de su encanto estriba en ver si es capaz de subir a cotas inesperadas la capacidad de sorprendernos en la elaboración del recital de hostias repartidas por fotograma. En este sentido podemos decir que el objetivo está plenamente cumplido, tanto en calidad como en cantidad.
Pero sería algo injusto quedarnos simplemente ahí. La dirección de Soi Cheang se muestra no solo competente en lo trabajado de las coreografías sino que ofrece, partiendo de una historia fácilmente resumible en una línea, un despliegue de mitología importante al respecto. Un film que construye de inmediato un ‹lore› en el que asienta gran parte de su interés. Ya desde el primer minuto se nos introduce en un mundo que, dentro de unas fronteras de realidad palpables, parece sacado de una distopía que bordea lo fantástico. Un elemento este que tiene su reflejo principal en su villano. Uno de los personajes más excelsamente repugnante y al mismo tiempo recordable por su amoralidad sin límites.
Y es que dentro de un mundo sin ley y donde todo se decide, aparentemente por la ley de la fuerza, hay una preocupación por establecer límites, dibujar arcos personales trazados con mimo, dando espacio a cada personaje, su historia, su mentalidad y su ética. Sí, puede que al final no pasen de meros arquetipos, pero desprenden carisma y se consigue realmente empatizar con sus motivos y su código de conducta. No se trata tan solo de un enfrentamiento del bien contra el mal sino de mostrar las franjas grises, de humanizar al fin y al cabo lo que parece inverosímil.
Claro está que no pueden faltar sus desvíos dramáticos, sus ‹flashbacks› sobre-explicativos y su subrayado musical un tanto naíf (curioso que las producciones coreanas tiren más de pianos y las chinas, en este caso de Hong Kong, se apoyen en la guitarra y el violín) que, aunque entendemos que culturalmente funcionan, a nivel narrativo siempre acaben por chirriar por su falta de su sutileza y torpeza narrativa.
A pesar de ello concluimos que Twilight of the Warriors: Walled In es todo un ejemplo de como hacer un espectáculo sin pretensiones y al mismo tiempo que respira épica durante todo su metraje sin obviar sus espacios para lo íntimo. ¿Pasará a la historia? Seguramente no, pero puede que en la memoria de este festival sí sea tan recordada como celebrada.