Tu color (Naoko Yamada)

La animadora japonesa Naoko Yamada puede considerarse la joya de la corona del prestigioso estudio Kyoto Animation, y tal vez la directora que mejor pudo representar el estilo detallado y preciosista de sus obras en el tiempo en el que estuvo empleada allí, el cual terminó de manera repentina en 2020, muy probablemente como consecuencia indirecta del ‹shock› producido por la tragedia del incendio provocado en el estudio el año anterior. Su mudanza a Science Saru, el estudio fundado por Masaaki Yuasa, ha dejado por el momento una serie, un cortometraje y la película que compete a esta reseña, en la que Totsuko, una adolescente que estudia en un colegio católico y padece sinestesia, forma repentinamente una banda con Kimi, ex-alumna de su mismo colegio que todavía no le ha contado a su abuela que lo ha dejado, y Rui, un chico que mantiene en secreto su pasión por la música por miedo a que esta interfiera con las expectativas puestas en él como futuro médico.

El primer elemento a destacar de Tu color es el asombroso trabajo visual, que mantiene la línea que ha trabajado Yamada a lo largo de su carrera y se convierte en uno de sus hitos gracias en buena parte a su uso de la luz y el color; como una introducción a la forma en que Totsuko ve el mundo, pero también en una expresión directa del estado de ánimo y del impulso artístico de sus personajes. En este sentido, es una obra deslumbrante y de una pertinencia expresiva fuera de toda duda; pero si por algo ha destacado el enfoque de su directora siempre, y que también está muy presente aquí, no es tanto por el impacto de unas composiciones espectaculares como por el detalle en torno a lo íntimo, en forma de un lenguaje gestual rico y elocuente, que expande lo que los personajes son incapaces de expresar, lo que no alcanzan a verbalizar, a través de sus rostros, sus manos —de especial importancia aquí— y, como es habitual en la autora, sus piernas, que ha empleado con frecuencia para codificar sus emociones de manera sutil desde que lo estableciese como una de sus marcas distintivas en la serie K-On!.

Sin embargo, si la potencia expresiva de su dibujo y la fluidez de su animación ya hacen de ella una experiencia que ningún aficionado al medio debería perderse, su historia, el eje narrativo sobre el que semejante despliegue se articula, se revela, en su sencillez y candidez, como un artefacto de análisis complicado, en particular por sus elementos religiosos. Pese a que no sea una película de temática cristiana, la fe es un elemento muy importante en la vida de su protagonista. Totsuko parece encontrar en la liturgia, en los rezos y en su propia fe una suerte de refugio emocional pese a la sensación de no encajar del todo y ser una persona “rara” a ojos de los demás; y esto no es algo que explicite directamente la narrativa, porque ella es una persona naturalmente feliz, despreocupada y bobalicona, al contrario que Kimi y Rui, quienes no logran sentirse bien consigo mismos al saber que están ocultando algo. No es, en mi opinión, la intención de Yamada aleccionar o siquiera mostrar la fe como un camino, pero sí como algo que explica de algún modo a sus personajes y el punto al que han llegado en sus vidas, y que es indisociable de su forma de vivirlas.

Porque, además, un elemento vertebrador en los tres personajes es su relación con la mentira, y a esto la película responde desde una óptica cargada de trasfondo religioso en la que, más allá incluso de si creen o no, se mezclan elementos de culpa y desazón, que los tres deben afrontar a su modo, y desde puntos de partida distintos, como un rito de paso que les enseñará no necesariamente que la verdad es mejor —la premisa parte de una falsedad que nunca será confrontada—, sino lo que significa para ellos, el valor emocional que tiene esa mentira. Esta visión, profundamente introspectiva y en el trasfondo de una dimensión espiritual muy marcada, hace que la obra se acerque, sin interesarse realmente por ello, a explicitar un mensaje religioso. Y es ese el motivo por el que Tu color, en mi opinión, camina por una línea muy delgada y frágil: a Yamada no le interesa afirmar, pero tampoco negar la fe, y su visión, en un tema que casi exige un posicionamiento claro por defecto, es tan audaz e imprudente como, al mismo tiempo, paradigma de la candidez naturalista con la que le gusta afrontar sus mundos y personajes.

La música es, por supuesto, el otro factor cohesivo y la motivación principal de Totsuko, Kimi y Rui. Esto es algo que no solo Yamada ha explorado ya anteriormente, sino que he visto con cierta frecuencia en el cine japonés y el anime para conformar una visión sobre la juventud y sus impulsos muy reconocible, en la que se pone en un valor muy elevado la idea de esa actuación final que les permite expresar y canalizar las emociones y fueros internos que han estado presentes a lo largo de todo su proceso creativo, cargando gran parte del significado de la historia y del camino que han recorrido los personajes en ese instante liberador. Esto, como corresponde además a una película tan expresiva a nivel visual y tan apropiadamente enérgica en lo musical, funciona aquí, de nuevo, de maravilla. Sin embargo, es este elemento el que en mi opinión más flaquea a nivel narrativo, porque la sensación que queda es de que debería haberse explorado más, no solo qué significa la música individualmente para los personajes, porque las pinceladas elocuentes son eso, pinceladas, sino, y sobre todo, cuál es el significado que tiene para su amistad y conexión emocional, faltándome en este sentido un mayor énfasis en su proceso creativo conjunto y en la cotidianeidad que implica formar parte de la banda y que la cinta, por mucho que no pueda extenderse en ello como quisiera, no parece interesada en priorizar, dando más peso por otro lado a una narración de puntos de vista separados que permite comprender a sus personajes mucho mejor individualmente que como grupo. El resultado es que podemos sentir que los entendemos en sus individualidades a la perfección, pero no creo que al final Tu color sepa transmitir con la misma intensidad la razón de ser, ni por qué tiene que trascendernos que estos personajes estén subidos al mismo escenario.

No es una consideración menor, pero el alcance de la película es tan abrumador y elocuente por otras vías que, teniendo siempre en cuenta los elementos cruciales que no conectan del todo, Tu color sigue siendo una pieza muy bien engranada, de una belleza plástica y coherencia estética que no solo ponen en evidencia sino que expresan en todo su esplendor artístico la visión de la animación de su autora, y que logran aquí un nuevo techo en una carrera llena de ellos; y que, además, está revestida de una sinceridad, de una suerte de amabilidad existencial mezclada con la devoción al intimismo y a los gestos mundanos, que contagia con facilidad al espectador y conforma una experiencia tan sencilla como, a su vez, llena de significado.

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