Las películas sobre atracos suelen poseer una atmósfera muy particular. En primer lugar, porque todos sabemos que el atraco perfecto es algo muy difícil de llevar a cabo y, aun en el caso de conseguirlo, será a costa de una tensión descomunal. Todo tiene que estar planificado al milímetro, pero además debe ser ejecutado de manera sobresaliente y con un plan B que sortee posibles inconvenientes. En segundo lugar, porque suelen invitar al espectador a ponerse de lado de los propios atracadores, con independencia de las motivaciones que arrastren a estos, lo cual tiene un cierto punto paradójico respecto a la cruda realidad en la que todos criticamos merecidamente a los que se llevan los millones de nuestro país, región o ciudad.
En este caso, es el australiano John Hillcoat el que se ha animado a hacer una película de este estilo. Tras dos alabadas incursiones en el cine norteamericano con la adaptación de La carretera (The Road) y la crepuscular Sin ley (Lawless), su tercer proyecto fuera de su país natal se denomina Triple 9 y comienza con el asalto de un grupo de policías y ex militares a un gran banco de Los Ángeles. La persona que ha encargado tal empresa es la esposa de uno de los más poderosos individuos de la mafia judeo-rusa, que quiere reunir el botín suficiente para sacar a su marido del gulag ruso en el que está recluido.
Triple 9 posee unas excelentes escenas de acción, que por sí solas logran transmitir una gran tensión. Por su anterior film ya sabíamos que Hillcoat era capaz de retratar duras peleas, torturas y asesinatos sin remordimiento, circunstancia que queda confirmada con ciertos pasajes de esta película. Es cierto que utiliza mecanismos ya vistos en otras cintas (la BSO es un déjà vu en sí misma, con acordes machacantes imitando los latidos del corazón), pero no por ello resultan menos gozosas.
Por si fuera poco, Hillcoat se rodea en Triple 9 de un reparto sublime. Chiwetel Ejiofor, Casey Affleck y Anthony Mackie son, por minutos e importancia en la trama, los verdaderos protagonistas de una obra que también cuenta con la participación de los magnéticos Woody Harrelson y Kate Winslet, las conocidas caras televisivas de Aaron Paul y Norman Reedus o una de las última sensaciones de Hollywood, la israelí Gal Gadot, aunque en el caso de estos cinco intérpretes su papel queda reducido a pocas escenas. Más allá de nombres famosos, el film también demuestra un sabio casting de secundarios, siendo especialmente creíbles los latinos.
Lo que no termina de dejar buenas sensaciones en Triple 9 es su endeble argumento, que parece un mero esclavo al servicio de la mencionada acción. El ejemplo inmediato lo refleja toda la trama de la Kosher Nostra, muy baladí y que no lleva a prácticamente ningún sitio. Pero la mayoría de subtramas que se van abriendo con el paso de los minutos son así; véase el inconcluso personaje de Elena, la falta de profundidad con la que se muestra la relación entre Chris y sus allegados o el pasado de los policías y ex militares, ahora reconvertidos a atracadores sin que sepamos claramente el porqué. Una nubosidad argumental que no frena el ritmo de la película, pero que sí la condena a ser una mera colección de atracos, persecuciones y tiroteos tan gustosamente degustada en la sala como olvidable al salir de ella.
Este caos en la exposición narrativa contrasta con el grácil ritmo de la cinta, que provoca una notable avidez por ver la siguiente escena de acción. Adrenalítica, cañera y muy tensa, Triple 9 es capaz de dejar satisfechos a los fans de esta clase de películas, pero inevitablemente provoca sensaciones encontradas. Desmarcándose de la línea de otros films contemporáneos sobre atracos, como Plan Oculto (que viraba más hacia el thriller que la acción pura), la cinta de John Hillcoat ofrece un espectáculo radiante por fuera y vacío en su interior.