Kaneto Shindô es uno de mis directores japoneses favoritos. Su reconocimiento mundial se encuentra íntimamente ligado a dos de los más grandes clásicos del J-Horror de todos los tiempos como son Onibaba y El gato negro, y sin embargo cualquiera que pueda hurgar con más profundidad en la filmografía de este genio oriental se encontrará con un cine rico y diverso tanto en la temática como en la forma de llevar a la pantalla sus personalísimas historias ideadas en su mayoría por el propio Shindô. El maestro tocó todos los palos: desde el ya comentado cine de terror, pasando por el erótico (con la sugestiva Edo Porn), el drama familiar intimista con reminiscencias al cine mudo (maravillosa esa La isla desnuda), el neorrealismo (sin duda Los niños de Hiroshima es una de las más importantes piezas de esta corriente filmada en el Japón de los cincuenta) o incluso el cine rompedor de la nueva ola japonesa con resultados que nada tienen que envidiar a los de los nombres más aclamados de este movimiento (os recomiendo ver esa rareza cautivadora que es Live Today, Die Tomorrow! y compararla con las grandes obras de cineastas como Oshima, Imamura, Shinoda o Yoshida… seguro que hallaréis una grata sorpresa).
Tree Without Leaves forma parte de esas estupendas películas ocultas del cine japonés de los años ochenta, siendo por otra parte quizás la obra más personal, sensible y melancólica de Shindô. Es imposible no sentir tras el visionado de la misma un cierto regusto nostálgico que evoca directamente al viejo cine de los maestros nipones, así como advertir que posiblemente Tree Without Leaves fue una obra que Shindô construyó a través de los recuerdos vividos en su más tierna infancia, siendo pues una cinta profundamente autobiográfica cimentada desde la ficción innovadora dibujada por la privilegiada mente del viejo sensei. Muchos son los puntos que conectan el argumento de la película con la vida de Shindô: el hecho de esbozar la trama desde los recuerdos de un viejo y anacoreta escritor falto de la inspiración necesaria en el ocaso de su carrera (¿lo mismo que sentía Shindô allá por mediados de los ochenta?) que decide redactar su testamento literario a partir de un sentido homenaje a la figura de su madre, fallecida cuando él contaba solo con 10 años de edad, contando por tanto su infancia vivida en Hiroshima (ciudad de nacimiento de Shindô).
A partir de los recuerdos del cansado Haru (así se hace llamar el alter ego de Shindô en el film), la cinta retratará el día a día de una numerosa familia japonesa en los años previos al estallido de la Guerra, centrándose especialmente en la relación de amor y respeto existente entre el benjamín de la estirpe (el infante Haru) y su vieja madre, una mujer sacrificada y abnegada capaz de renunciar a toda su felicidad en favor de la de sus hijos que sin duda es la espina dorsal que sustenta la unión entre todos los miembros de la unidad familiar, dado que el cabeza de familia (el padre de Haru) será dibujado por Shindô como un ser inerte, irresponsable, casi mudo, incapaz de reaccionar ante los imprevistos que amenazan la paz familiar y por tanto causante de las desgracias que desmoronarán el nexo que liga el núcleo hogareño.
La película se divide claramente en dos segmentos de muy diferente espíritu atmosférico. El primer vector se centra en narrar la felicidad presente en los viejos/buenos tiempos de la familia a través de la inserción de pequeños episodios de la vida cotidiana pasada sin seguir ningún tipo de línea argumental, sino básicamente con el objeto de reproducir la esencia de la vida de una familia media en el Japón de los años treinta. Así seremos testigos de los juegos de Haru y sus hermanos, las visitas realizadas por Haru y su madre a su hermano durante su reclutamiento en los campos del ejército, la asistencia a festivales tradicionales japoneses, el cumplimiento del duro trabajo de recolección de arroz (principal sustento familiar), así como toda una serie de pequeños episodios sin importancia que darán muestra de la felicidad emanada en la existencia familiar gracias al apoyo y la fuerza que brota del espíritu materno.
Pero, esta etapa de dicha y bienestar será derruida por la mala gestión del padre de familia, quien avalará con sus tierras y hasta con su propio hogar un negocio ruinoso que provocará la bancarrota en el seno de la familia y con ello la destrucción de la médula doméstica. En este segmento seremos testigos de la obligada emigración de la hermana mayor de Haru a Estados Unidos para tratar de ayudar a su familia, las peleas entre el hermano de Haru y su padre, al cual achaca el origen de las desgracias familiares, la presencia de unos funestos usureros que tratarán de embargar las propiedades de la familia y la silenciosa lucha de la madre para tratar de arreglar con serenidad y dignidad los desastres provocados por el patriarca director del rumbo del hogar. En este tramo del film, de atmósfera más negra y deprimente que el primero, destacará igualmente la relación inquebrantable mantenida entre el bisoño Haru y su madre, de modo que los juegos y baños compartidos repletos de amor sin barreras de la primera parte se transformarán en rabietas y caprichos infantiles incitados por la necesidad económica, tornando el personaje del pequeño Haru en una especie de testigo incapaz de comprender los acontecimientos que han impulsado la demolición familiar. Y como profesora de la vida, el pequeño Haru hallará a su madre, siempre ataviada con una reluciente sonrisa en su rostro ante las preguntas de su pequeño y con la bondad y nobleza por bandera, mostrará a Haru el camino a seguir aún cuando su presencia no sea más que una sombra fantasmal escondida en los más profundos recuerdos de su retoño.
Es imposible no sentir una profunda emoción tras el visionado de este magnético y sensible film. Y es que Tree Without Leaves es uno de los más hondos homenajes jamás filmados acerca de la figura de la madre. Ya en los años sesenta el propio Shindô había filmado un film que resaltaba el valor de esta figura luchadora hasta el último aliento no demasiado reivindicada en estos tiempos oscuros (Mother). Sin embargo con Tree Without Leaves, el cineasta oriental sublimó los resultados de su obra de los sesenta, sacando a la luz una cinta igualmente taciturna que luminosa, fotografiada en un blanco y negro que sumerge al espectador en los recuerdos pasados de Shindô. Puesto que si hay un aspecto destacable de esta maravillosa película ese es el sentimiento que Shindô revela para describir con todo detalle el perfil de esas madres sacrificadas y combativas desde la más constante serenidad que inspiran paz en los momentos más desgraciados. Esa figura denostada en una sociedad japonesa (y occidental) fundada en estructuras patriarcales y machistas destructoras de vida y diseñadoras de guerras y demás aberraciones que han imperado en las sociedades de todos los países del mundo desde la existencia del pergamino, las cuales legan a un segundo plano el esfuerzo y trabajo de las mujeres, madres generadoras de vida, diosas por tanto en vida poseedoras de su secreto forjador… escultoras así pues de bellos Narcisos o deformes Mephistos que forman parte de los diversos perfiles que componen en su colectividad el mundo que hoy conocemos.
Personalmente el visionado de esta portentosa obra de arte me ha producido una extraña mezcla de sensaciones. Desde la nostalgia esperanzadora de los primeros minutos del film, pasando por el retrato documental y espectacularmente filmado por Shindô de la vida familiar japonesa con transiciones que evocan al cine de Yasujiro Ozu y una fuerza animal a la hora de rodar que recuerda al arte del viejo mentor de Shindô, el cual no es otro que el maestro Kenji Mizoguchi, [Spoiler] para terminar con una extraña sensación de dolor en el corazón y desesperanza gracias al magnífico retrato de ese solitario Haru que no encuentra más inspiración una vez muertos todos los miembros de su familia que publicar un libro homenaje a su madre con el que mostrar al mundo las enseñanzas más difíciles de adquirir por los seres humanos: la dignidad, la serenidad y la decencia como únicas armas con las que acudir a la batalla diaria de la vida [/spoiler]. Esa unión de humanismo trascendental con la realidad más desesperanzada y pesimista es sin duda el hecho que convierte a esta impresionante película de Shindô en una cinta perdurable en la memoria de todo cinéfilo que haya tenido la suerte de haberla contemplado. Dedicada mi reseña a todas esas madres silenciosas que, aunque ellas no lo sepan, han marcado de forma insoslayable la vida de sus progenitores. Gracias por vuestra labor desinteresada y altruista.
Todo modo de amor al cine.