El argentino Gastón Solnicki se dio a conocer allá por 2008 con Süden. En 2012 consiguió el FIPRESCI en el BAFICI con su segundo largo Papirosen, y sin perder la oportunidad de seguir con títulos de complejidad sonora nos encontramos en el D’A este mismo año a Kékszakàllú, su último trabajo que consiguió de nuevo el favor de la crítica erigiéndose vencedor con el FIPRESCI en Venecia.
Tan ostentoso título surge de la única ópera que el autor Béla Bartók creó, y con la que Solnicki encontraba tremendas similitudes a sus vacaciones en la adolescencia. Desde entonces, Kékszakàllú ya no solo significa Barbazul en húngaro, tiene una nueva dimensión que narra, a través de un cuento de inercia generacional, lo siguiente:
Kékszakàllú es un poco convencional retrato de varias jóvenes a las que seguimos en estados inmersivos pero indeterminados: dentro de sus cuerpos, entre sus amigos y amantes, y finalmente en una cultura de recesión económica y espiritual. La torpeza del aburrimiento y el privilegio está socavada por las vicisitudes del malestar económico de Argentina, obligando a los descendientes de una clase alta desaparecida a liberarse de los accesorios del privilegio familiar. La película presenta una exposición de tipo documental de lo cotidiano, al tiempo que amplía las posibilidades de redención entre estas criaturas hastiadas.
Trailer de Kékszakàllú
Póster de Kékszakàllú (clic para ver completo)
Vía | Indiewire
Redaccion: Cristina Ejarque